Debería convertir “Cómo hacerme mensa con las comidas, en un ensayo académico. La clave es no verse demacrada, y para eso, en mi caso se requiere mantener una estricta dieta líquida. El caso es que la selección de smoothies humanos se estaba volviendo escasa.
Intenté morirme por sobredosis. Es casi imposible cuando te controlan hasta el aire. Intenté con la esquizofrénica, que me moliera a golpes, pero resultó ser una lindura. La que me agredió, en cambio fue la anoréxica. La dejé hacer lo suyo, pero por desgracia no tenía suficiente fuerza ni para levantar el tenedor que me intentó clavar con odio y solo me rasguñó.
Entonces: me electrocuté con la tele de la sala, me ahogué con la comida y en la regadera, estúpido lo sé. Intenté caerme de las escaleras, contagiarme de alguna rara enfermedad (obviamente mi sistema inmunológico no funciona igual y a ningún virus o bacteria le interesa infectarme), que me arrollara un camillero, que me cayera encima algún estante o aparato.
En fin, fiasco, tras fiasco. Solo obtuve que redoblaran la seguridad. Entonces, en un cambio de guardia, voy a la central de enfermeras y llamo a Joaquín. Le exijo la ambulancia.
El muy cabrón se niega a ayudarme. Pero le digo que necesito un cigarro, comida decente y que, sí me ayuda, le diré un secreto. De alguna forma logro disuadirlo.
Cuelgo y sin dudarlo me dirijo al estacionamiento. Es impresionante lo fácil que es pasar desapercibida cuando se tiene decisión.
En la ambulancia llamo del teléfono de Joaquín a Renata. Le cuento la larga historia, y que no tengo ropa. Ella me contesta que “no me coma al que me ayuda” y que me vaya a la plaza comercial. Tiene un amigo ahí que le ayuda a hacer algunos mandados; que le pase mis tallas y que esta persona me llevará ropa. Nos vemos en la noche, cerró.
Heme aquí esperando al hombre que traería mi ropa, mientras un olor me asalta, poniéndome los cabellos de punta, y me causa nauseas. Edgar tenía razón “podemos olvidar un nombre, pero nunca un aroma”. Giro mi cabeza y ahí esta: gza-26-84. De él bajaba el cerdo en cuyos lentes oscuros se reflejó mi cara golpeada, con esposa ensiliconada y con jeans entallados.
Un dolor espantoso en los nervios que pasan junto a las aletas de la nariz. Me cuesta respirar. Me chillan los ojos. El paladar se enciende, los oídos me zumban. El dolor se ramifica rodeando el cráneo y bajando por el cuello. Mi dientes. Mis hermosos dientes nuevos han salido. En cuanto pasa todo y cierro la boca, me llevo un pedazo de labio. Con esos dientes también vino un hambre asquerosa, una agresividad caliente y una visión de túnel, enfocando a Miss Silicona y el padrote de sus sueños regresar muy contentos balanceando bolsitas de tiendas de ropa y joyería, gastándose el dinero del secuestro. Oh, sí, lo puedo oler. Está en el carro.
¿Recuerdas cuando te dije que te contaría un secreto? ¿Prometes no gritar?
No sé cómo, pero en segundos ya tenía le había caído a la señorita y aventado al asqueroso ser dentro de la ambulancia. Joaquín está fuera de sí. Pero cumple.
De alguna forma amarro a la protuberante dama a la pared con la camilla, y me vuelvo al individuo. Con gusto sádico le digo: Por ella igual y pagan algo, pero a ti, por listillo, te voy a desaparecer. Pero es mentira, a ella igual la voy a desaparecer. Igual y la guardo como snack para Renata, que se portó tan gente
Creación original de Moka Misschievous
Está genial! me he leido todos los capítulos de una sola sentada. No puedo esperar por leer más acerca de las aventuras y peripecias de esta joven vampiresa. Saludos. ;)
¡Gracias! Te mando un abrazo