- Lugar de nacimiento: El Progreso - Guatemala
- Reside en: Estados Unidos, hace 5 años.
Problemas familiares fueron el detonante que empujó a Angela a tomar la decisión de dejar su hogar en Morazán en busca del sueño americano. La vía de mojada, la salida más factible.
"Fue una travesía que no le recomiendo a nadie. Viajé por 17 días. Caminé por siete días y siete noches en el desierto sin comer. Me desmayé. Estuve cerca de ser picada por una víbora. Hubo momentos en los que se encendieron las luces de la migración y tocaba correr, esconderse, tirarse... yo traía un montón de espinas el cuerpo, que al sol de hoy, no me han salido. Es una travesía verdaderamente fuerte".
La comida enlatada fue su alimento; el agua filtrada de forma improvisada, su sustento. "El camino fue difícil. No había agua, nos tocaba beberla del suelo donde las vacas dejan su huella, colarla con nuestra propia camisa y tomarla. La necesidad nos llevaba a eso. Dormíamos escondidos en los montes, mientras el coyote vigilaba que no viniera la migra".
Niños, jóvenes y adultos de diferentes nacionalidades estaban juntos hacia el mismo destino, ignorantes de lo que en el camino vivirían, no les quedaba más opción que creer en la palabra de sus guías: los coyotes. "Ellos decían que no íbamos a sufrir, que no íbamos a pasar necesidad... pero no estábamos preparados para eso. Muchos lloraban y ellos los reprendían por eso. A veces, ellos mismos se querían aprovechar de nosotros, y debíamos ser fuertes para no dejarnos. Hubo momentos en los que yo quería quedarme ahí tirada y que me atrapara migración".
El trayecto, lejos de representar el fin de la odisea, solo marcó el inicio de una, aún mayor: sembrar raíces completamente sola en un país desconocido. Mirando en retrospectiva, la duda carcome a Angela, y sin más, responde a la interrogante de si cree que valió la pena la la travesía con un contundente: "Si pudiera regresar el tiempo, no volvería a hacerlo".