Su corazón latía muy fuerte y el silencio le daba más sonoridad a esa caja de su pecho... Tuc, tuc, tuc, el eco arañaba las paredes y cada vez los latidos eran más fuertes.
La sensación de estar dentro de una caja era inevitable, el sofoco eterno de la noche aumentaba violentamente y las entrañas de Medina se removían, y la fátiga era peor y la bola en la garganta se agigantaba. Medina no sabía lo que le esperaba o sí sabía, pero en las ilusiones del futuro se perdía y pretendía que estaba bien, que todo era producto de una falla, de un error humano. Lo que Medina sí sabía era que, el miedo no sabe de ilusiones, el miedo es lo contrario a una vida llena de esperanza. El miedo es la condena de la mente. Y es que la mente es tan frágil, repetía Medina en la penumbra.
Después de todo...¿Qué es la oscuridad? ¿Qué son las sombras? No son nada más que un estado en el que decidimos vivir, pensaba Medina y se respondía a sí mismo. Y en el fondo esa caja roja de su pecho le seguía acompañando con sonidos tajantes. Medina y la oscuridad. La oscuridad y Medina. En la permanente agitación, Medina recordaba sus años de poeta errante, de bohemio exótico aunque ahora la oscuridad caía con gran peso sobre sus hombros, tan pesada que sentía el dolor en su cuerpo.
“Medina, Medina despierte ya. Medina que me preocupo. Medina llamaré a su hija", decía la encargada del servicio en su casa. Proseguido, Medina despertó de sopetón y vio la luz finalmente, quizás como nunca la había visto. Medina estaba confundido igual, desorientado pues pensaba que ya vivía el fin de una larga vida. Lili lo observó y le preguntó: ¿Acaso no recuerda que anoche hubo un apagón? Fue muy largo, señor. A lo que Medina responde: Ah, es que no recordaba que aún vivo en Venezuela. Y ahora lo único que resonaba en la habitación eran sus propias carcajadas.
Lamentable la situación con la energía eléctrica de Venezuela. Mala administración tuvo la Electricidad en su momento.
Así es, amigo.
Ja, ja, me encantó tu cuento. Inició muy obscuro y al final aclaró de golpe, justo como cuando retorna la luz después de un apagón. Me encantó como dibujaste esos momentos en los que simplemente nos perdemos, nuestros pensamientos cobran vida y nos arrancan del tiempo, como hipnotizados, o echizados..., nos mantenemos hasta que un fuerte estímulo nos trae de vuelta. Parece además un relato de la vida real, ja, ja. Curiosas ideas las que pasaron por tu mente durante ese apagón.
También recordé a Poe y a su entierro prematuro, uno de mis cuentos favoritos. Saludos, nos leemos pronto.
D
Muchas gracias por tu apreciación. No sé porqué pero cuando escribí este cuento en mi menta estaba Kafka aparte del apagón claro está, jajajajaja. Aunque bueno, tengo que admitir que casi siempre pienso en Kafka porque es uno de mis escritores favoritos.
Ja, ja, excelente... Kafka vino a mi mente también. Y por cierto ¿esos ojos son de él? Tienen unos aires... Je, je. Kafka es uno de mis favoritos también, y prácticamente al que más le debo. Saludos, un placer.
Ciertamente tienen un parecido pero no son de él. Saludos literarios para ti.
Tienes un nuevo seguidor Michaela, me hizo gracia tu relato. Si te gusta el humor, pásate por mi blog. He escrito alguno relatos de humor ambientados en Venezuela que seguro disfrutarás, aunque los he ambientado en otras épocas. Épocas quizá mejores.
¡Con gusto me pasaré por tu blog! Gracias por comentar.