La angustia es una experiencia humana universal e ineludible. Se caracteriza por un estado de incertidumbre e impotencia ante una amenaza que no es percibida del todo o que lo es en forma vaga e imprecisa.
Los seres humanos captan o perciben en determinadas circunstancias una clara e inequívoca impotencia ante las contingencias de la vida: inevitabilidad de la muerte, peligro de enfermedades, ataques insuperables de la naturaleza, etcétera.
El tener consciencia de la propia vulnerabilidad y finitud parecer ser una característica única de los seres humanos. Y es ese conocimiento el que provoca en determinadas circunstancias el estado de angustia.
Aunque en casos concretos es muy difícil diferenciar entre miedo y angustia, es conveniente intentar hacer una distinción entre ambos. El miedo se presenta cuando existe a amenaza de un peligro objetivo, es decir, externo. Cuando el individuo experimenta miedo conoce la fuente del peligro que lo amenaza y es capaz, en principio, de enfrentarse a el, de defenderse.
En la angustia, la amenaza es subjetiva; su fuente es interna y el individuo no tiene ninguna advertencia de ella. Al desconocer la fuente del peligro, no está en posibilidad de enfrentarlo y defenderse. De ahí la sensación de impotencia y de sentirse amenazado por todo lados y por ninguno.
Su origen
De acuerdo al psicólogo Raúl Antonio Juárez, especialista en desórdenes conductuales, “todos experimentamos angustias en determinadas ocasiones. Cuando estamos pro presentar un examen, al solicitar un empleo o ante un accidente”.
La angustia nace con la evolución finogenética del hombre. Es una manifestación emocional que es posible de trascender en alteraciones neurofísicas. La angustia específica puede venir de experiencias traumática desde el inicio existencial.
“La inseguridad es sinónimo de angustia. Y es particularmente en la adolescencia cuando se manifiesta plenamente. Si el adolescente desea relacionarse con miembros del sexo contrario y fracasa en sus intentos, su experiencia le provocará un estado de confusión e inseguridad que desembocará en estados de angustia”.
Con frecuencia las fobias son los vehículos por medio de los cuales un individuo que experimenta angustia de manera constante, descarga sus estados de tensión. De esta manera el individuo puede funcionar relativamente liberado en todas aquellas situaciones que no están relacionadas con su angustia, en tanto que las que sí lo están son evitada cuidadosamente.sin embargo, si el sujeto trata de eliminar su fobia, la angustia reaparecerá en circunstancia normales y cotidianas.
La angustia se experimenta de manera física cuando la persona advierte una vaga sensación de peligro, aprehensión e impotencia que no logra ubicar. En estos casos es frecuente que el individuo sienta dolor en el corazón, tenga sudoración, taquicardia, opresión, temblor, hiperactividad intestinal, etcétera.
Los desencadenadores
La soledad es también fuente generadora de angustia. El miedo a quedarse solo es, durante toda la vida, un importante regulador de la conducta. Con tal de no estar solos, los hombres son capaces de cualquier cosa, porque la soledad absoluta no es compatible con la salud mental.
Cuando el miedo a la soledad e reprimido se convierte en angustia, con la manifestación más notoria de estar intentando todo antes que quedarse solo. Con tal de lograrlo se llegan incluso a sacrificar criterio, principios y libertad. Estos síntomas constituyen una manifestación temprana de la neurosis.
También la vergüenza es motivo de angustia. Se experimenta vergüenza cuando una persona advierte que ha sido descubierta su incapacidad para el logro de una meta vehementemente deseada; cuando teme que los demás descubran que no está a la altura de las circunstancias, es decir, que su conducta no es la prescrita en los usos y costumbres del grupo.
En la vergüenza, el peligro es quedar en ridículo, ser visto con burla o menosprecio, ser humillado. Cuando esta vergüenza es reprimida, se convierte en angustia. Y el peligro estriba en el hecho de que tal situación pueda ser más tarde manifestada como sentimiento de inferioridad.
Según la doctora Alicia Pérez Cueto, psiquiatra, hay determinadas circunstancias en la vida que desencadenan estados de angustia. “Pero una persona con estructura psíquica buena -afirma- puede resolver estas situaciones que forman parte de los procesos normales en el ser humano, sin que la angustia llegue a desintegrar y desorganizar su personalidad. La angustia no es más que el temor y la impotencia ante situaciones cotidianas”.
Todos los seres humanos hemos padecido angustia en cierto grado. Y la mayoría de la gente aprende a manejar a ansiedad aprovechándola para su desarrollo personal. La angustia provoca una actividad psíquica que se presenta como un estado de alerta ante un peligro desconocido que al sistema.
Muchas personas desplazan esta angustia mediante actividades creadoras, canalizando de esta manera los estados de alerta que con ella se presentan.
“Dependiendo de la armonía familiar y de la madurez de los padres será la capacidad con la cual el individuo se enfrente y resuelva los estados de angustia que se le presenten a través de su existencia. Aquel cuyos padres eran inconstantes y de quienes nunca supo cómo iban a reaccionar, se angustia más fácilmente que otro sujeto cuyos padres tuvieron una influencia balanceada”.
Mientras mejores fundamentos haya tenido la persona para madurar, menos expuesta estará para angustiarse. Esto se logra únicamente bajo un proceso de aprendizaje que se desarrolla conforme el individuo madura mentalmente.
La angustia de los niños
La angustia se inicia desde muy temprana edad. El doctor H. S. Sullivan considera que el pequeño experimenta inicialmente angustia cuando capta la desaprobación de su madre. Así que cualquier indicio de que su relación con ella está amenazada le produce angustia.
Horney a su vez piensa que la angustia en la infancia es consecuencia de la necesidad del niño de depender de sus padres y la hostilidad que esa dependencia inevitablemente suscita en el. El conflicto entre hostilidad y dependencia es causa de angustia pues el sentir hostilidad pone en peligro a relación con la madre, de la cual depende para la satisfacción de sus requerimientos vitales.
El mismo Honey es quien ha enfatizado las relaciones de la angustia individual con las condiciones sociocuturales de nuestro presente. Puesto que los valores de un individuo están condicionados por la cultura en que vive, las circunstancias en que experimenta angustia dependen en cierto modo de ella. Nuestra cultura está llena de valores contradictorios y en ellos existen condiciones ineludiblemente conflictivas, como la hostilidad intrasocial que es consecuencia de la competitividad.
La hostilidad produce aislamiento en las relaciones interpersonales, lo que genera angustia, la cual puede ser atenuada requiere de la intensificación de la competencia.
Erich Fromm sitúa el origen de la angustia en el conflicto inherente al proceso de individualización. Para efectuar tal proceso, el individuo ha tenido que romper lazos maternos, lo que en un principio provocó angustia. Una vez lograda la independencia primaria y conforme se vigoriza su miedo a la soledad, se generan nuevas fuentes de angustia que mantienen en estados de ansiedad a la persona.
La doctora Concepción Márquez de Herrera, médico residente, opina: “Considero que son tres las principales fuente de la angustia; soledad, vergüenza y culpabilidad. La soledad es quizás la más aterrorizante de las experiencias del niño. Las condiciones que hacen que el pequeño se sienta en peligro de ser abandonado por sus padres, crean angustia cuyo contenido específico es la soledad”.
“La experiencia infantil de ser humillado por los padres constituye una fuente de angustia cuyo contenido es la vergüenza, y la experiencia de ser castigado al cometer determinada falta genera otra fuente de angustia y el sentimiento de culpabilidad”.
Soledad, vergüenza y culpabilidad son los sentimiento que más amenazan la seguridad del niño y el temor a ser abandonado, humillado y castigado son experiencias que no quiere volver a repetir. Sus estados de alerta desencadenan estados de angustia.
“Estos sentimientos norman la conducta del individuo durante toda su vida y quedan sepultados bajo las defensas psíquicas que se han ido erigiendo. Mas cuando existe la sospecha de que una experiencia similar puede repetirse, la angustia se manifiesta como la amenaza de un algo indefinido que nos ha sorprendido impotentes”.
La angustia es un proceso que sirve al ser humano para identificar un peligro inespecífico que amenaza los valores vitales identificados como tales. Toda la humanidad, por las condiciones de su existencia, están destinados a experimentar angustia.
Los valores que el sujeto identifica como vitales (vida, honor, justicia, libertad, hijos, etcétera) y sque se ven amenazados por algo, son enfrentados de acuerdo a la actitud más adecuada y definida por el: huir, atacar, conquistar, etcétera.
Sin embargo, la angustia es algo que atemoriza y mantiene estados de tensión muchas veces insoportables, sobre todo cuando la manifestación es también física. Esto varía de acuerdo a la capacidad de tolerancia que ante la angustia tiene cada individuo.
Una situación ante la que una persona apenas eleva su nivel de alertamiento, en otra produce una reacción tan intensa como si la amenazara un peligro mortal. Y es ahí precisamente en donde radica su importancia, ya que servirá para que ante determinada situación el individuo reaccione en la misma proporción de peligro, un proceso evolutivo que sólo alcanza cuando se ha madurado psíquicamente.