La vida es extraña, o mejor dicho, la gente lo es. Mi hermana mayor es un claro ejemplo de ello; lo peor del caso es que me siento culpable de que así sea, al fin y al cabo, sólo tengo catorce años ¿Cómo iba a saber que mis palabras le afectarían tanto?
Mi nombre no importa, y el de mi hermana mucho menos, así que las presentaciones pueden quedar de lado, es mejor contextualizar este escrito. Somos una familia de cuatro integrantes, mi padre, mi madre, mi hermana y yo. No hay mucho que decir.
Mami es la mejor persona del mundo, tan cariñosa y divertida a partes iguales, siempre atenta a todo lo que tengo que decir, papi siempre representando la figura de disciplina en la casa, con él nunca me he llevado bien. Mami dice que es porque tenemos personalidades muy parecidas y que por eso chocamos.
Finalmente, mi hermana mayor. Con diez años de diferencia, todavía no se ha conseguido novio y ni siquiera tiene amigos, siempre está sentada frente a su computadora, viendo cosas raras. Al menos se las arregla para conseguir dinero con lo que hace.
Mi hermana y yo siempre hemos sido los polos opuestos, mientras que yo soy extrovertida y confiada, teniendo un montón de amigos, ella no cree ni en su propia sombra y jamás mira a las personas a los ojos.
Bueno, es difícil que lo haga, tiene un ojo mirando al norte y el otro al sur básicamente. Es gorda, con pelo chamuscado y piel maltratada. No me sorprende que no tenga amigos siquiera. Mami siempre la intenta animar a que use lentes correctores y que se peine o eche cremas, diciéndole que es muy linda y que sólo está muy desarreglada.
La verdad, para mí, mi hermana es horrenda.