Hace bastante que me puse a hablar de mis problemas, en una especie de acto egocéntrico o tal vez porque no tenía nada más de lo que escribir. Dije en algún momento que aquellos problemas de mi psique habían remitido, me declaré vencedor en la guerra contra la depresión. Sí, este será un post acerca de la depresión, problema que me ha aquejado desde hace mucho tiempo, bastante la verdad, como para afirmar que mi vida no ha sido otra cosa que un constante sufrimiento gratuito. Este problema también atormenta a muchas otras personas, y bien conocemos algunos casos famosos, de los cuales no hablaré porque igual sería como darle clases a la gente sobre cosas que de manera muy simple podrían informarse en la web. Yo sólo estoy ante este teclado para desahogarme de algún modo, aún sabiendo que no servirá de mucho.
Volviendo atrás, afirmaba que había ganado la guerra, que estaba liberado, pero nunca llegué a pensar que, quizá, sólo quizá, cierto último paso que me faltaba, ese que no daba y que había decidido ignorar en pro del optimismo, era en realidad el que nunca podría dar. Me explico, en todo este tiempo, he estado siempre a un paso de por fin librarme por completo de la depresión; nada más faltaba algo, pequeñito. Sin embargo, ese algo era producto de la prolongada exposición que tuvo mi mente a tan fatal estado psicológico. La depresión tiene efectos secundarios, efectos sobre la memoria, tus habilidades sociales, tus energías, tu interés por cualquier cosa, es decir, tiene unos efectos devastadores en tus neuronas, y si se prolonga demasiado, puede haber daños irreversibles. Claro, los especialistas hablan de la supuesta reversibilidad de esos efectos, pero casi nunca nos recuerdan que hay un porcentaje de personas que nunca se recuperan, que llegan a cronificarse en su trastorno. Incluso tus rasgos de personalidad pueden hacer que recaigas o que te empeores. Ahora, imaginando que uno de los efectos destructivos influye en tu propia personalidad, te incapacita para enfrentar el día a día, puedes llegar al punto en que simplemente te inmovilices en tu vida, incluso habiendo erradicado gran parte de los síntomas principales. En ese caso, puede que hayas ganado varias batallas, la mayoría, pero perdiste la guerra. Y ese es mi caso. No puedo decir que he ganado, tampoco que había posibilidad de lograrlo, y gracias a ello, tampoco puedo decir que tengo alguna esperanza con respecto al futuro, porque no lo hay para mí si no soy capaz de resolver problemas cotidianos que para la mayoría de la gente son tan básicos.
Esta publicación va si muchos arreglos, porque al fin y al cabo no es para llamar votos.
Muchas gracias por leerme.
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