El brillo hizo que entrecerrara los ojos y para cuando los abrí nuevamente, ese tipo estaba frente a mí, de pie, observándome mientras sostenía una bandeja. Tras la oscuridad de su silueta podía jurar que se dibujaba una sonrisa siniestra, maligna, aunque la luz a su espalda aún me impedía divisar su rostro o facciones.
— ¿Quién eres?—pregunté solo con una la sombra de vitalidad en la voz. Negué y continué. El maldito no parecía tener la intención de responder. —Si quieres dinero, estás trepando el árbol equivocado, amigo, no tengo lo suficiente para tantas molestias.
El desconocido se acuclilló poniéndose a mi nivel, solo entonces reconocí su rostro, sus ojos penetrantes sin ojeras y aquella mueca sarcástica. Abrí los ojos hasta que dolieron. Podría ser que estuviera dormido y soñaba toda la escena, eso esperaba o de lo contrario no tenía un jodido sentido. Parpadeé. El desconocido acercó la bandeja obviando mi claro asombro. Me senté con dificultad arrastrando la cabeza contra la nada, tratando de comprender.
—Ya sabes quién soy, ¿satisfecho?— Esa voz pastosa, controlada y que parecía ocultar una doble intención, era la misma que tanto me habían reprochado, porque la usaba en momentos en los que debería gritar o enojarme por algo. Esta persona la usaba con autenticidad, podía adivinarlo de alguna manera, no escondía enojo, solo se jactaba de verme reducido.
Salvo por la suciedad y el mal estado de mi ropa podía asegurar que la de él era idéntica, así como su rostro era similar, tal como cuando te ves al espejo antes de salir. Era espeluznante ver esa cara a medio sonreír mientras a mi me llevaba el demonio, la ira se convirtió en una maraña de confusión, ¿un hermano gemelo? ¿Qué era esto? Hasta donde sabía no tenía uno. Entonces la pregunta que se formaba de nuevo en mi mente salió de mi boca casi a gritos, no supe de donde saqué las fuerzas.
—¡¿Quién coño eres? Habla de una vez!—Respiré con fuerza y agitado. Apoyé las manos contra el húmedo cemento del suelo y mis ojos se desviaron a la bandeja involuntariamente.
“Barriga llena corazón contento”
El dicho ridículo se asomó en mis pensamientos sin que supiera porqué. Sacudí la cabeza, observé a mi copia, y él, seguía clavando su mirada asesina en mí, me examinaba, vaya que se estaba dando el gusto de verme como una rata, parecía ser el único motivo de esa infamia.
—Soy alguien que está cansado de verte desperdiciar tu vida y como tu vida y la mía son la misma, decidí tomar cartas en este asunto.
¿Qué quería decir? El maldito psicópata que se parecía a mí, ¿quería mi vida?
Reí. La habitación se inundó con los ecos de mi ronca risa, sin importar que la garganta se resintiera por la sequedad que también sufrían mis labios.
—Gracioso, ¿verdad? Pensamos lo mismo y es lógico.
—¿El mismo?
—Soy esa parte de ti que no dejas salir. Aquel que deseaba huir a la ciudad antes de la graduación. Quien quería aprender a disparar o, al menos, darse el gusto con la chica que le movía las hormonas en secundaria. Soy quien deseaba que mi madre muriera y así poder vender cada cosa que posee. Yo podría triunfar en tu lugar.
Lo dicho el tipo estaba loco.
—¿Hiciste todo este circo porque eres un psicópata que quieres hacer cosas por mi? No tenías que encerrarme de este modo, hombre, te lo habría cedido si lo pedías.
Conservaba dejos de risa. Tenía su gracia todo lo que sucedía. Un hombre encuentra que se parece a otro y decide vivir su vida sacándolo del camino, pero la vida de esa persona no vale demasiado, entonces se convierte en un chiste. Estiré la mano y tomé un trozo de pan de la bandeja y le di un mordisco enorme. Para escuchar estupideces debía tener energía, por supuesto.
No me percaté al inicio que aquella mirada penetrante y expresión sarcástica pero tranquila había cambiado. Ahora el odio se marcaba en sus cejas fruncidas, su mirada. Por primera vez noté que sus pupilas parecían no tener ningún brillo, unos ojos opacos y amenazadores, como los de un animal a punto de atacar a su presa, era como yo, pero sin alma.
—Tu actitud no ha mejorado—continuó.
— ¡Sácame de aquí! Quédate con mi vida y déjame en paz.
Escupí las palabras.
—Tendrás mucho tiempo para reflexionar—contestó. Se puso de pie y me dio la espalda. Antes de salir de la habitación volteó a verme con la misma expresión inhumana. Y extinguió de nuevo la cortina de luz, sumido en mi oscuridad tras cerrar la puerta.
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Mi ímpetu se apagó de nuevo. Mordisqueé el pan y bebí leche. De pronto, una pequeña ventana en una de las paredes laterales se abrió de un golpe, haciendo que me exaltara. Por primera vez noté que estaba ahí y no era extraño, a menos que fuera una fuente de luz, no era mucho lo que podía distinguir. La observé como un idiota por un momento, pero me di cuenta que solo las compuertas que la conformaban internas se habían abierto, seguía cerrada con algún tipo de material transparente que dejaba ver una habitación contigua. Me arrastré hasta la pared. La ventaba estaba a la altura de mi cabeza por lo que tuve que levantarme un poco. Se trataba de una especie de sala de estar con muebles lujosos, una alfombra a rojo y dorado, lámparas, parecía la habitación de un magnate o al menos una persona de buen nivel económico. Nunca fui ambicioso, lo que tenía para pasar el rato era lo que necesitaba, siempre quise escapar del sistema que esclavizaba a todos los que conocía. Recordé como mi hermana se había envuelto en prestamos e hipotecas, su inútil esposo tenía siempre las ideas perfectas de negocio, era una casualidad que ninguna resultara. La obsesión por el dinero no era algo de familia ni estaba en la sangre, yo siempre fui el lado opuesto de la moneda.
La apariencia de la sala contigua no me impresionó por esas razones, pero por primera vez en mucho tiempo anhelé ver aparecer a otro ser humano, que no fuera mi malvado gemelo.
Como si mi deseo hubiera sido escuchado por algún ser supremo, vi llegar a una mujer con un traje rojo, su cabello caía sobre sus hombros y ella se mantenía observando hacia los lados como si buscara a alguien, aunque no caminaba con apuro. Al inicio no pude reconocerla, estaba satisfecho con poder pedir ayuda, golpeé con torpeza el vidrio grueso pero no pareció llamar la atención de la joven. Golpeé una segunda y una tercera vez, nada pasó. Entonces me di cuenta que ella había dirigido su mirada hacia mí un par de veces, pero no me había visto. ¿Era el propósito? Poder ver pero no ser observado.
Mi gemelo apareció detrás de una puerta opuesta. La joven permaneció quieta, fija en el rostro que era también el mío. Se llevó la mano al pecho y sonrió con autentica alegría, mi gemelo correspondió. Ella llegó a su encuentro y se arrojó contra él haciéndolo tambalear, se notaba la dicha de verlo. Fue ahí cuando, como un balde de agua helada, supe lo que pasaba. Era ella, con quien había soñado y en quien había pensado arrepintiéndome secretamente de haberla dejado ir. No me abrazaba a mi feliz de un reencuentro, abrazaba a un impostor. Golpeé de nuevo, pero como antes, fue inútil.
Continuará. Quedan un par de capítulos.
Partes
Capitulo 1
Totalmente atrapante, bastante bueno, espero el siguiente pero mejor voy a leer el primero capitulo para no estar perdido. Saludos.
Excelente, me encantó, tienes muy buenas letras, amigo. Saludos.
Hola vale, me gusta, me gusta, tienes una buena manera de mantener el suspenso (tuve q leer ambas partes para votarte jajaja) pero es interesante. Ya quiero saber q pasa despues
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