Foto tomada por mí desde mi teléfono LG-h221g
Doce años, ninguno vivido con ingenuidad. La malicia y la “viveza” son necesarias en cada callejón oscuro y maloliente del mercado Las Pulgas, ubicado en el centro de Maracaibo, Venezuela. Alberto José González Ipoana, cambió su pelota de fútbol por una ponchera de pastelitos; los zapatos del colegio por unas cotizas guajiras que le hacen más cómodo su caminar entre los compradores, prostitutas, vendedores, policías y bachaqueros que hacen vida a diario en el concurrido y peligroso lugar.
El "way", como le gritan los desconocidos que tienen estómago para comerse la fritura en medio de la pestilencia que llega por los cuatro costados -sobretodo del "imponente" Lago de Maracaibo-, camina once horas diarias para vender un total de 300 piezas. Cada "acidito", como se le dice coloquialmente a este tipo de pastelitos, cuesta tres mil bolívares y solo se venden en efectivo, que actualmente está escaso en el país.
Ya no le hace el calor en la suela de caucho, que con el paso de estos años le ha curtido los talones. Alberto dice que en sus ratos libres, es decir cuando se pega un descansito en medio de la faena, aún sueña con ser futbolista, y uno grande como Messi o Pelé.
“A veces en el rancho hace tanto calor que me da por soñar locuras. Más de una vez he despertado a mis hermanos porque los pateo creyendo que son una pelota. Pero es eso no más, un sueño, porque yo lo que soy es vendedor de pasteles”.
Alberto viene a engrosar la lista de niños de la etnia wayuu que lejos de concentrarse en estudiar y cultivar su cultura, hoy se ganan el pan –muchos obligados por sus padres- vendiendo fritura, verduras, limpiando pescado o empujando una carretilla, para ellos y para la numerosa familia que generalmente agrupan. Según la asociación de comerciantes del Mercado Las pulgas, hay aproximadamente mil 550 niños trabajando a diario entre la humedad y el calor.
Junto con fuerte historia, y la indolencia de un estado que se muestra insensible ante los grandes sueños de los jóvenes, me gusta resaltar que la buena nueva es que no está en la lista de maleantes, él cree y vive que el trabajo honesto sirve, que el pan llevado a la boca con el sudor de la frente es más gratificante que aquel que es llevado a lagrimas y plomo.
Excelente texto, terrible realidad.
rostros de nuestra ciudad tan incognitos que ni las autoridades pueden ver
Es nuestra triste realidad. Gracias Mariela
Potente crónica sobre algo que se juró nunca volvería y ahora tiene una fuerza descomunal: el trabajo y la explotación infantil, pero no se acaban los sueños ni propios ni ajenos.
Excelente post @marielapress ya te , para seguir disfrutando de tus historias. Cuentas con mi voto.
Creo que si algo nos une es que a ambos nos encanta contar historias. Y no cualquier historia, las que nadie cuenta. Tienes mi voto @MarielaPress
Excelente post!
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