Un misterio por desvelar- Capítulo 1/2

La casa estaba agrietada, descolorida y lo más probable, abandonada. Desde el primer instante en el que reparé en ella, me sentí completamente atraída. Lo que veía me hacía sentir sensaciones muy extrañas, no sabría decir si bonitas o dolorosas. ¿Qué estaba pasando?

— ¡Te había perdido de vista! —dijo la señora Juana acercándose a mí. Era la que me rentaría el apartamento—. No te creas que allí es dónde vas a vivir —comentó con una risita cuando logró hacerme caminar.

Le devolví la sonrisa, sin ganas, y cinco minutos después, ya estábamos en el apartamento. La señora Juana abrió la puerta y caminó delante de mí para encender la luz. Luego se volvió para mirarme.

— ¿Qué te parece? —me preguntó mientras me adentraba al lugar—. ¿A que es bonito y acogedor? ¡Ideal para una jovencita como tú!

Eché un vistazo al lugar y la primera impresión que me dio fue agradable. Me dispuse a seguir recorriéndolo cuando de pronto reparé en la ventana. Lo primero que pude observar a través de ella, fue la casa agrietada y abandonada de antes. Me distraje por varios segundos.

—Aquí quiero quedarme —dije, tomando una decisión—. Me parece genial este apartamento.

— ¡Lo sabía! —respondió entusiasmada.

—Oiga, señora Juana, tengo una… curiosidad —me miró inquisitivamente.

— ¿Si? ¿Qué será?

—Es sobre esa casa. ¿Por qué está abandonada? ¿Sabe quién vivió allí?

Quería saber la historia detrás de esa vivienda, por muy simple que fuera. A lo mejor ni me sorprendería, pero igual debía intentarlo.

La señora Juana guardó silencio por varios segundos, tal vez, pensando si responderme o no.

—No tengo mucho que decir al respecto. Creo que allí vivió una familia hace años, o eso fue lo que escuché. No sé qué fue de ellos, ni siquiera los conocí —No era lo que esperaba oír, tal vez mi rostro me delató—. Soy una mujer bastante ocupada, créeme que no tengo tiempo para ocuparme de averiguar esas cosas, de todas formas, esa fea casa nunca ha llamado mi atención.

«Es cierto, ya deja de interesarte por eso y sigue con tus ocupaciones diarias, Mariana», me dije.

Acordamos todo sobre el alquiler del apartamento y luego la señora y yo nos despedimos.

Días después, ya me estaba adaptando a mi nueva vivienda, a la ciudad y por supuesto, a la universidad. Ya sabía dónde tomar el bus, dónde quedaban los supermercados y algunos otros locales. Rápidamente me aprendí carreteras y caminos, incluso, había un pequeño rincón poco concurrido que me gustaba frecuentar para estudiar.

Como ya mi tiempo estaba planificado, decidí que era hora de buscar un trabajo. Mis padres siempre querían pagarlo todo. El alquiler del apartamento, las compras, y algún que otro capricho mío. Pero eso no me detuvo en mi decisión de buscar empleo.

La lluvia comenzó a caer en la tarde del sábado, mientras estaba tomando café en un local y leyendo el periódico. Tuve que esperar media hora hasta que escampara porque no había llevado un paraguas. Mientras caminaba por las calles, comenzó a llover nuevamente y me refuguié debajo de un techo.

Si cruzaba a la esquina podría divisar la casa abandonada y dentro de cinco minutos, llegaría a mi destino. Me pareció una buena idea, y cubriéndome la cabeza con el bolso, salí del techo que me cubría para comenzar a caminar en dirección a mi vivienda. Fue entonces cuando la volví a ver, la casa se imponía ante mí como una montaña, me llamaba…

Cualquiera diría que estaba loca, puesto que el aspecto de la fachada decía claramente que parecía la propia casa embrujada. Pero no me importó para nada. Alrededor no se hallaba ni una persona, así que avancé con paso decidido y le quité el pasador al portón oxidado. Menos mal que fue simple entrar, me ahorró el salto que pude haber dado. Lo que no sabía era si iba a correr con la misma suerte en la puerta principal.