El Verano que perdimos (II parte). Los cigarros saben mejor con una copa de Brandy.

28/07/2013

Porto, Portugal.

Así tan tranquilo vas por la calle, seguro de ti mismo. Tienes todas las experiencias del mundo, sabes cómo hacer que una chica caiga de rodillas con una sonrisa, también le puedes partir la cabeza a un hombre si es necesario, puedes tener lo que quieras en tus manos fácilmente.

Vas por la calle, sin importar nada y sacas un cigarrillo de esos que ya no fumas, pero que por alguna razón hoy compraste otra vez, sólo porque te apetecía. Lo pones en tu boca sin encenderlo, haciendo el papel de chico malo que sabes interpretar muy bien, que siempre has interpretado perfectamente.

Nunca olvidaré tu cara que decía "soy peligroso, aléjate" que cargabas cuando te conocí, toda una fachada, la verdad. Pero quién imaginaría que al entrar en esa fachada, nunca más podría salir.

No puedo ser parte de ti, porque no me perteneces, pero tampoco puedo ser parte de nadie más. Estoy atada a ti, que tomaste el espacio vacío que había en mi corazón y lo ocupaste, con esa determinación que tienes para todo. Fuiste tan egoísta que no dejaste nada, no dejaste cabida a nadie más. Pero aun así no fue suficiente. Tenías que tratarme con cariño mientras poco a poco te llevabas todo lo que habías tomado; lo guardabas en un bolsillo o en una caja, no lo sé, pero te llevaste todo hasta dejarme vacía, así te asegurabas que nadie nunca ganaría tu puesto.

Yo no tengo nada de ti y estoy consciente de ello, acabé en una seria desventaja. No me permitiste tener ni un solo hilo de ese material que conforma tu corazón. Ni siquiera una partícula de polvo.

Escucha una de las canciones que tienen tu nombre escrito con mi letra, ven y escucha estas notas que hoy me acuerdan de ti mientras caminas por la calzada, pasando en frente de mi puesto donde estoy tocando sólo para ti, con la voz un poco ya ronca del licor que yo misma he decidido beber, ese que sabe tan amargo como cuando me das la espalda después de despedirte.

Ven e invítame ese cigarrillo que en verdad no te piensas fumar, para sostenerlo en tu boca como si fuera a sostener tus labios. Nos podemos sentar y hablar del pasado un momento, luego pedir un café mientras dejo mi guitarra a un lado y me siento, puedo dejar que ese café que no debo tomar se enfríe mientras mi mirada se pierde en tus movimientos de costumbre y mis labios se aprietan alrededor del cigarrillo que quité de tu boca, aunque ya has sacado otro de la caja y lo has dirigido a tus labios.

Si, recuerdo muy bien esta fachada, la del día que te conocí, la misma que me muestras ahora. Pero realmente no es la misma, esta nueva fachada tiene sonrisas y palabras cariñosas, aunque para mí siga pareciendo una fachada más de ese alguien que no creo llegar a conocer nunca.

Y por eso este pequeño espacio robado se termina, las notas de la guitarra se difuminaron hace tiempo y tu recuerdo se desvaneció a medida que te levantabas de la silla y te despedías de esta reunión imaginaria.

Y ahora caminas por la calle, sosteniendo en esa manipuladora boca un cigarrillo sin encender, de la misma forma en la que, en otro momento y lugar, abriste la caja donde guardaste mi corazón y te lo fumaste lentamente mientras bebías del licor que siempre tienes en alguna parte de tu casa, el cual espero que haya sido Brandy, porque, definitivamente así deben de saber mejor. Capaz lo fumaste con el placer de ver cada uno de mis sentimientos volverse cenizas, de ver como el humo lentamente salía de tu boca (oh, otra vez esos labios) con gusto, a diferencia de como fumabas cigarrillos antes, sólo para lidiar con el estrés.

Alaska.