Seguramente te detuviste en este post porque te llamó la atención el título, pensando que se trata de una fobia fuera de lo común pero la verdad es que muchos la padecemos, en otros casos no conocen los síntomas e ignoran padecerla y ciertamente la mayoría desconoce de que se trata. Como parte de mi terapia auto impuesta me gustaría compartir a quien interese lo que es vivir con agorafobia.
Para que puedan entender mi experiencia primero debo definir esta fobia. Existe documentación que la describe como miedo a espacios abiertos pero no se centra solo en eso, en realidad es un miedo obsesivo a lugares (abiertos o no) y a menudo situaciones que recuerdan alguna experiencia traumática, que desencadenan un comportamiento irracional por la sensación de pánico, vergüenza e impotencia que esa situación causa. Los síntomas se resumen en miedo, ansiedad intensa o depresión, temor y ataques de pánico que te obligan a no querer salir de tu zona de confort.
Recuerdo que mi primera experiencia fue a los 9 años de edad, me encontraba con mi familia realizando las respectivas compras del mes en un mercado popular concurrido al aire libre, recuerdo el calor, el bullicio, el alboroto y aunque habían bastantes personas no era una multitud sofocante si no bastante desorganizada, en resumen un día normal de mercado familiar. Cuando comencé a ser consciente de todos estos detalles mi respiración empezó a dificultarse, un ahogo tremendo me invadió con taquicardia y sudoración excesiva, mi familia estaba muy cerca de mi, por lo que no había razón de sentir desesperación pero aun así no podía controlarme, para mi era inaguantable, mis piernas cedieron ante todo el estrés y aunque mi cuerpo cayó al suelo no me desmayé, mi deseo era que al cerrar los ojos todo desapareciera, mi mente ansiaba chasquear los dedos y reaparecer en un lugar tranquilo y fresco, sin ruido, ni personas.
Mis padres dieron por sentado que solo fue la tensión baja por el calor y el hecho de que era solo una niña concluyeron que no era un ambiente favorable para mi, por lo que no le dieron mucha importancia. Así pasaron los días, semanas y meses en los cuales nunca más volví a aquel lugar. De hecho no volvería a ningún lugar que se le pareciera, el simple hecho de visualizarlo me provoca los síntomas, fue entonces cuando los meses se volvieron años.
Pasando de la niñez a la adolescencia todo empeoró, mis padres concluyeron en que estos ataques de nervios como ellos le llamaban, era algo normal por la pubertad, aunque al no ver mejoría me llevaron al psicólogo, luego a otro y otro y otro, "especialistas", profesionales que me atendían por hora me preguntaban cosas absurdas que no llegaban a la raíz del problema, y cada uno de ellos por separado me diagnosticó como una persona con simple ataques de pánico.
A medida que los años pasaban estos "simples ataques de pánico" iban incrementando, ya que mi mente me hacia jugadas sucias, imaginándome situaciones extremas, cosas que para ese momento sabría que no haría, como montarme en un avión, estar sola en la calle a las 11 pm, quedarme atrapada en un ascensor sin ventilación, etc. Era como ponerme a prueba a mi misma de que haría si pasara eso, pero al mismo tiempo me torturaba porque la agorafobia al contrario de un ataque de pánico, no es algo que dura horas donde si la situación termina ya todo acaba. No, la agorafobia por el contrario solo con el pensamiento desencadenas todo los síntomas en uno solo, llevándote a actuar de manera irracional y aunque tenga tratamiento no tiene cura.
Llegando a mis 20 decidí acudir a un psiquiatra. Al principio no quería, pues mi meta era superarlo por mi misma, así que al llegar al consultorio después de 30 minutos de preguntas, este especialista empezó a llenar un recetario con una lista de medicamentos. De pronto mi vida pasó ante mis ojos, me vi dependiente de tratamientos farmacológicos, llorando por ellos si me los quitaban, corriendo en todas las farmacias para conseguir la mayor cantidad, sabia que sería así, pues ya no evitaba solo mercados o lugares concurridos, pasados los años mi vida se volvió rutinaria, no podía alterar mis horarios, de la casa a mi universidad y de regreso, y si se presentaba una eventualidad que alterara mi día, simplemente recaía. Esta no podría ser mi vida, con mis ánimos quebrantándose, me detuve a pensar como sería en el ámbito laboral. Yo no podría elegir mi sitio de trabajo o mis compañeros o mis asignaciones laborales, sabía que las cosas no estarían bajo mi control.
Intenté poco a poco mentalizarme día a día, rompiendo mi rutina, sin cambios bruscos y sin prisa, todo lo haría en pro de mejorar, esto era una batalla mental en la que el mundo me veía como una persona extraña o loca ya que muy rara vez le compartía a alguien mi lucha interna.
Llegué entonces al período de mi vida en que empezaba a luchar contra mis miedos, decidí investigar mas allá de "los ataques de pánico" y llegué a un foro latinoamericano que tenía un grupo donde compartían sus miedos o pedían ayuda. Una de esas personas era una mujer de 35 años que me relató como llevaba una vida con una rutina estricta y totalmente programada en donde se sentía atrapada y que estaba segura que no podría escapar ya de eso, me contaba sus síntomas, como se sentía morir cuando no encontraba consuelo y que la agorafobia había consumido sus anhelos y planes de un futuro diferente del que estaba viviendo. Eso fue un clic en mi cabeza, ya podía darle un nombre a mi problema, ahora era consciente que no solo era yo, que no estaba tan loca como pensaba y que habían mas personas afuera padeciendo lo que yo sentía a un nivel descontrolado.
Decidí enfrentarme al monstruo, no acabaría conmigo y sin medicamentos saldría adelante. Empecé a ocupar mi mente tanto como podía, notaba que cuando entraba en una período de ocio era más difícil escapar de esos pensamientos autodestructivos. La música fue mi mayor escape, convirtiéndome en tecladista autodidacta pasaba horas tocando, aunque tuve preparación musical desde niña, no fui lo suficiente agradecida con el talento que tenía, así que con la madurez de los años lo convertí en mi mayor catalizador, mis rutinas de estudio las llevé de obligación y obsesión a objetivos y sueños que debía cumplir por mi y para mi.
Me di cuenta que mi autoestima iba creciendo, nadie podía ayudarme si yo no me ayudaba primero y por ende la sensación de seguridad incrementó, me alejé de las personas que no aportaban positivismo a mi vida, y puedo decir que aparte de la música los mejores psicólogos fueron mis amigos cercanos, personas que no se centraron en mi problema si no en las habilidades y herramientas que tenia ante mis ojos para superarlo.
Después de todo lo que pasé, soy ingeniero y músico, alguien que ama la vida, agradecida de haber pasado todo esto porque también me ayudó a ser quien soy hoy, y aunque he tenido mis recaídas, ahora son controlables. Persona creyente o no, en la vida no se presentarán pruebas que no puedas superar, el éxito no llega fácil, y al conseguirlo no olvides el esfuerzo que te llevó a lograrlo pues la humildad nos hace humanos, usemos nuestras vivencias para ayudar a otros y no demos el día por terminado, yo aun no lo hago.
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Hola Marcy :) excelente post, te invito a que me visites.
Que bien Marcy :)