[Fuente](Imagen obtenida con Dall-e 2)
Una semana, sucede a la otra con los horarios, y la vida en sí cambiada en un instante. Una inflamación que no baja, una precaución que siempre parece de más, un poco de algo incoherente, de exceso de precaución. De qué cosas tiene tu hermana, de una mañana perdida en las Urgencias de un hospital, a una batería de pruebas, sin diagnóstico cierto a preocupantes datos en la analítica de sangre, a la precaución de una habitación para estabilizar los edemas, a una sucesión concatenada de malas noticias que conduce al aislamiento inverso.
Del aislamiento inverso al aislamiento total en la UCI, hay un solo paso. De la UCI a la muerte, el paso es más breve, la escalada del dolor, y la desesperanza, escala más rápida cuanto más arriba vas en la cadena de lo inexplicable e intrínseco a la vida y la condición humana. Hubo suerte, que no compartieron, otros compañeros de habitación. Esta lucha soterrada, solitaria, ese mostrar tu mejor cara, para que no se derrumben los otros y comerte las lagrimas y el miedo en madrugadas que no podían alargarse, por el hecho de dar sostén, de repartir la carga.
Es poco peaje, se dice siempre pero cuesta más hacerlo, como casi todo. Los días se encadenan, al principio, con desesperanza, despedidas, silencio y sobre todo, contención. Como un centrocampista, un Toni Kroos de la vida que sabe que va perdiendo el partido y no por eso cesa, en su perseverar de escuadra y cartabón, en busca del hueco, del gol, aunque sea en el último minuto, al final, lo que cuentan, son las victorias.
Hubo suerte, una vez más una batalla perdida, de una guerra, que sabemos que siempre perdemos. Lo malo no son las despedidas, es el momento, aunque siempre va a venir mal. Algunos finales, no son justos y a veces la vida, no es que sea justa, pero al menos, por una vez, fue consecuente. Una vez superados ciertos peajes del envejecer, problemas, inexplicables en el primer mundo, a toques de paciencia, se ven resultados.
Los días fríos desabridos de un viento que parece que quisiera arrancarte la carne de los mismos huesos va dejando días despejados, con amaneceres cada vez más tempranos, y las ropas de abrigo, van dejando paso, y renace la esperanza, las ganas de vivir, al fondo del túnel, el momento justo antes de la luz, por contraste, te espera un segundo de soledad, desconcierto y la oscuridad total. Hay que tener fe, aunque cueste la misma vida.
Derrumbarse, nunca es una opción.