Lo que no te conté sobre la excursión al Aponwao
Tal como lo dije en mi anterior post (y si a ustedes, amigos lectores, les parece bien) me dedicaré a ampliar las vivencias más interesantes sobre mi viaje a la Gran Sabana en 2011. Tomen el primer artículo como un abreboca, porque ahora es que hay material. ¡Eso es lo bueno de una experiencia de viaje personal y auténtica!
Como ya relaté, nuestro primer día de tour fue “rueda y rueda” (como decimos en Venezuela), desde Puerto Ordaz hasta la Piedra de la Virgen, donde iniciamos el ascenso por la Serranía de Lema para llegar a la “entrada oficial” del parque nacional. Allí nos detuvimos a admirar las orquídeas enanas, especie que parece una versión pequeñita de las orquídeas grandes. Luego, continuamos con destino a Kamoirán, adonde llegamos cerca de las 7 de la noche.
La Orquídea Enana
Es justo que diga algunas cosas en torno a la posada Rápidos de Kamoirán, donde pernoctamos nuestras dos primeras noches de tour: el nombre se debe al río que pasa justo detrás del hostal, cuyo cauce aumenta de velocidad gracias a un ligero declive de su lecho rocoso en esa zona. Lo cierto es que el caudal sirve como arrullo para dormir, porque su sonido llega claramente a las habitaciones (sencillas, pero súper cómodas). El restaurante ofrece como menú una interesante y sabrosa variedad de platos venezolanos e internacionales, con toques locales como el cumache, el picante de bachacos del que ya les hablé. El ambiente es genial, ya que es posible compartir con turistas que vienen de todas partes del mundo. ¡Totalmente recomendable!
Los Rápidos de Kamoirán, detrás de la posada
Al día siguiente, salimos de la posada y tomamos la Troncal 10 de regreso hasta un punto donde nos internamos en la sabana, a través de un camino de tierra bastante accidentado. Nos dirigíamos al puerto Liwo Riwo donde tomaríamos la lancha que nos trasladaría a las cercanías del Salto Aponwao. Johnny, nuestro guía y conductor, detuvo el rústico en alguna parte del sendero para mostrarnos una curiosa planta llamada “el mojón de la Señora” (jamás supimos su verdadero nombre). Se trataba de una curiosa especie de césped que crece en montoncitos aislados y con sus raíces totalmente despegadas de la tierra.
El Mojón de la Señora
Por fin en el puerto Liwo Riwo, Constantino, un aborigen pemón, se encargaría de capitanear la lancha que nos llevó por el río Aponwao hasta un muelle improvisado, a pocos metros de la gran caída de agua. Cerca de allí, tuvimos oportunidad de admirar artesanías en una sencilla tienda establecida en una churuata (tipo de choza indígena con techos de palma).
La travesía por el Río Aponwao
Seguimos a Constantino por la orilla del río, camino del salto; pero él se tomó el tiempo para mostrarnos las termitas que habitan por montones en la zona. En la arena, cavó un hoyo con sus propias manos y sacó puñados de estos diminutos insectos, para luego triturarlos e invitarnos a oler el sorprendente aroma a pino que desprendían. El guía sustituto también nos mostró la orquídea enana de la que ya hablamos y una planta cuyas hojas simulan el pico de un tucán.
Las termitas del Aponwao
El estruendo provocado por la caída de agua ya nos ensordecía a los visitantes. Sólo unos pasos más y llegamos a un mirador justo al lado de la gran cascada. No pude articular palabras. ¡Nunca había visto la fuerza de la naturaleza en esa dimensión! Y cuando pensaba que el momento contemplativo terminaría allí, Constantino nos conminó a seguirle montaña abajo, por un caminito serpenteante y empinado, con sogas a modo de pasamanos; a través de éste, llegamos al pie del salto. Rápidamente, la brisa del Aponwao nos envolvió y quedamos alucinados con su tremenda energía.
great post!