¿Qué hace un jabalí en el vecindario? Es lo que se preguntaban los vecinos de Carol e Imelda cuando llegó Coco, el jabalí, a su granja. Coco fue rescatado de un devastador incendio hace 15 años. Era tan solo una cría cuando lo encontraron perdido en el bosque.

Ahora lleva más de 10 años viviendo en la granja de Carol e Imelda, donde ya forma parte de la familia y es uno más en el vecindario. ¿Cómo llegó allí? Te invitamos a leer la historia de Coco: un ejemplo de cómo una actitud compasiva y una mente abierta puede beneficiar enormemente la vida de otros seres.

¡Hola, Steemians! El equipo de @letsteamup les comparte hoy la historia de Coco, el jabalí salvado de las llamas…

Es muy probable que estén bien enterados del impacto que las actividades humanas tienen en la vida de los animales. Sabemos que las consecuencias de una zona deforestada o una playa con basura pone en peligro a las especies de la zona. Pero, ¿conocemos las historias de cada animal detrás de estos eventos?

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Aunque resultaría una tarea casi imposible conocer la historia de cada animal que fue afectado, creemos que es importante dar a conocer aquellas que están nuestro alcance para poder entender, más allá de una perspectiva estadística o ambientalista, las difíciles situaciones a las que se enfrentan los animales a causa de muchas de nuestras acciones como individuos y como sociedad.

Es por ello que publicamos la historia de Coco: un jabalí que fue encontrado asustado, hambriento y buscando refugio después de que un incendio azotara el bosque donde vivía, en la zona occidental de Guatemala. Para ese entonces, hace unos 15 años, era tan solo una cría. Ahora vive con Carol e Imelda, en una hermosa granja localizada a cientos de kilómetros de donde nació. ¿Cómo llegó hasta allí?

El nuevo del vecindario

Ramón vivía en Quiché, un departamento de la zona rural de Guatemala. Ramón vio las secuelas del incendio que ocurrió: vegetación destruida y miles de animales que quedaron sin hogar, enfermos, heridos o que murieron. Los daños eran invaluables.

Fue cuando vio a Coco. Se encontraba solo, así que seguramente se había separado de su madre. Como era tan solo una cría, fue fácil llevarlo en su vehículo. Ramón lo albergó en su casa para cuidarlo, lo alimentó y le dio un hogar.

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La tarea no fue fácil. Aunque tenía un jardín amplio y su casa se encontraba separada de la de sus vecinos, Coco no pasó más de dos años en Quiché. A algunos vecinos no les gustaba la idea de tenerlo en el área. Aunque esto resultaba comprensible, albergarlo a Coco en su casa era lo mejor que Ramón podía hacer en el momento que lo vio para que sobreviviera y pudiera recuperarse.

Para no comprometer la relación con sus vecinos, Ramón decidió buscarle un nuevo hogar. Fue cuando acudió a su amiga Imelda. Sabía que con ella, Coco podía estar seguro.

Imelda conoció a Coco desde que llegó a la casa de Ramón. Sabía su historia y le había tomado un gran cariño, así que se embarcó con Coco hacia su granja en Sacatepéquez, a varios cientos de kilómetros de lo que hasta entonces había sido su hogar. Naturalmente, Imelda temía la reacción de los vecinos. ¿Se incomodarían? ¿Lo aceptarían? ¿Les parecería muy extraño tener a un jabalí como vecino?

Imelda no se dejó intimidar por estos motivos ni por la mala experiencia que había tenido Coco en su antiguo hogar, y lo adoptó en su granja. Lo mantuvo en su jardín y poco a poco fue construyendo una casa para él, donde pudiera caminar, comer, protegerse y descansar sin que molestara a nadie.

La nueva vida de Coco

La llegada de Coco a su nuevo hogar fue todo un éxito. Los vecinos lo recibieron muy bien, los niños lo visitan y, según Carol, hija de Imelda “se lleva muy bien con los hombres porque solo a ellos les hace caso”, dice.

Conocer a Coco en el ambiente de su nueva casa es toda una experiencia: se deja acariciar como si fuera un perro, su comida es preparada de manera especial —no come cualquier cosa— y, lo que nos pareció más sorprendente: es muy tranquilo. En otras palabras, su comportamiento refleja un bienestar completo, y trae mucha alegría a la familia y a los vecinos.

Afortunadamente Coco se ha mantenido muy sano, en gran parte, gracias a toda la atención y cariño que le han dado. Imelda y Carol lo alimentan muy bien y variado y cada seis meses le dan una pastilla para evitar que adquiera parásitos. Ahora Coco lleva más de 10 años en la granja. El nuevo proyecto consiste en ampliar su casa para que pueda correr con más libertad.

Acerca de las nuevas madres de Coco

Imelda y Carol siempre han tenido un gran cariño y respeto por los animales. Habiendo crecido en una granja, siempre estuvieron rodeadas de perros, vacas, pollos, cabras y otros animales.

Como muchas personas, Imelda y Carol se criaron en un entorno en el que es normal pensar que muchos animales están al servicio de los seres humanos —para consumo, para proveer distintos productos o asistir en diferentes tareas—. Sin embargo, al percatarse que los animales experimentan sufrimiento de la misma forma que las personas —hambre, frío, dolor físico, agitación que provoca un ambiente tenso— esta idea fue cambiando con el tiempo.

Ahora Carol e Imelda ayudan a todos los animales que pueden para sacarlos de las situaciones difíciles en las que se encuentran. Además de Coco, han adoptado perros y gatos que vivían en la calle. También han ayudado para hacer más de doce esterilizaciones a los perros de la zona. Por eso Ramón sabía que, con ellas dos, Coco sería un jabalí feliz. Como Ramón esperaba, Carol e Imelda no dudaron en darle un hogar.

Qué nos enseña la historia de Coco

Conocer la historia de Coco nos hizo reflexionar en la importancia de dos temas: la empatía y la capacidad de tener una mente abierta. ¿Por qué?

Consideramos que las noticias de situaciones que dañan los ecosistemas o los datos estadísticos son, sin duda, información esencial para estudiar, entender y evitar que dichos eventos vuelvan a suceder. Pero creemos que cuando nos quedamos solamente con esto como nuestra única fuente de información, los eventos detrás de la infinidad de datos nos puede resultar algo muy distante y hasta ajeno.

Aunque no precisamente implica que seamos indiferentes, lo cierto es que el conocer casos específicos nos da la oportunidad de sentirnos más identificados con los animales y de ponernos en su lugar. Es entonces cuando la empatía surge de forma espontánea.

La iniciativa de Imelda y Carol nos causaron una gran inspiración, pues a pesar de las adversidades que podían enfrentar —espacio en su casa, la reacción de los vecinos, el tiempo para cuidar de un animal y los recursos para alimentarlo— ofrecieron a Coco un hogar.

Pero sobretodo, lo que más admiramos es que esta y otras iniciativas para ayudar a los animales son una realidad gracias a que Imelda y Carol estuvieron dispuestas a evaluar sus creencias y cambiarlas, con la motivación poder ayudar a los animales necesitados.

Esto nos enseña que, cuando tenemos una mente abierta, y desafiamos nuestras propias creencias de forma crítica, se nos abren muchas oportunidades para aprender y poder ser de beneficio para otros seres. La historia de Coco nos lo demuestra.

¡Es tu oportunidad de ayudar!

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