Inspirado en la canción “Mercedes” de Simón Díaz
Iba caminando por la pradera, tenía que hallar la forma de decirle a mi esposa que quería divorciarme de ella, no aguantaba la idea de estar un minuto más junto a ella. Estaba enamorado de otra mujer, una que no me correspondía, su belleza era incomparable. Tenía cabello largo y ondulado, la piel tostada como un grano de café y los ojos grandes como dos luceros. Pero, había un problema, era la novia de Pedro uno de mis mejores amigos, así que nunca se la quitaría.
Sin darme cuenta estaba por llegar al río, quizás un baño era lo que necesitaba. Cuando estaba por llegar vi una silueta en las orillas del río, me escondí tras de un árbol para que no me viera. Me asome levemente, era la silueta de una mujer. Se quitaba la ropa, no podía parar de verla, se desnudó por completo, cuando se volteo vi que era ella, Mercedes, la novia de mi amigo, la mujer de la que estaba enamorado.
Se metió al agua, la lujuria carcomía mi piel, quería salir corriendo y meterme con ella, pero no, era de un amigo mío. Su piel lucia brillante era más hermosa de lo normal, pasaron los minutos y cada vez estaba más deseoso de entrar al río con ella. Fue cuando lo vi, un enorme caimán se me quería adelantar, solo que el iba con otras intenciones muy distintas a las mías.
Quise gritarle a Mercedes, pero si lo hacía nunca hubiese querido estar conmigo, así que decidí correr a casa de Pedro, el sabría qué hacer, le conté del peligro que su novia allí corría y después de darme un bien merecido golpe, salimos a rescatarla, pero ya era demasiado tarde Mercedes, mi Mercedes, la Mercedes de Pedro, era ahora la Mercedes del caimán. Le di el pésame mientras en el fondo pensaba menos mal que no le dije nada a mi mujer…