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La Bailarina de hierro parte I
La Bailarina de hierro parte II
Luego de todo lo terrible que había pasado durante ese día, Tatiana se dispuso a salir
—Chao, ma´, me voy a la universidad —dijo.
—¿Y, tú que vas a hacer allá?, ¿Tú no terminaste ya las clases? —preguntó la señora Maribel.
—Sí, mamá, pero voy a ir a ayudar a adornar de Navidad la Escuela —respondió la estudiante de la UCV.
—Tú si eres brava, allá sí acomodas y aquí en la casa nada, bien bueno, pues. Me haces el favor y llegas temprano —replicó.
—Está bien, chao —concluyó Ariana, sacudiendo la cabeza en señal de “quién entiende”, “quién la aguanta”.
La Escuela de Comunicación Social de la UCV, casa de estudios que vio caminar por sus pasillos y sentarse en sus pupitres a unos cuantos de los más grandes dramaturgos, comediantes, actores, escritores, narradores, caricaturistas, editores, productores, publicistas y periodistas del país, recibía en esta ocasión recibía a unas jóvenes estudiantes que iban a decorarla con motivos navideños.
—Tati, ya venimos, vamos al comedor. Por favor, termina de armar el nacimiento —le pidió al rato la joven encargada de adornar la Escuela.
—Sí, tranquila, yo lo arreglo —contestó Tatiana con una sonrisa en la cara.
—Fino. Si puedes, cuando termines, empieza a arrancar hojas de esa revista para hacer después el arbolito —replicó la otra.
Pasó un rato largo, las otras muchachas tenían más de una hora desaparecidas, Tatiana estaba cansada, ya se quería ir.
—Estas sí son arrechas, puro mandar y no hacen un coño —susurró para sí misma Tatiana. Y justo en ese momento llegaron.
Siguieron acomodando, al rato llegó un muchacho, venía también a prestar ayuda. Era un poco más alto que Tatiana, tenía una barba multicolor, usaba una camisa azul y jeans (le quedaban algo grandes, se ve que la dieta de Maduro había pasado por él). El caballero se presentó, se llamaba Juan. Estudiaba segundo semestre, igual que la bailarina de hierro. Ella lo había visto en varias ocasiones, (él a ella también), sin que ninguno antes supiese el nombre del otro.
La joven ya no quería irse, al joven ni se le ocurrió pensar que existiera otro lugar en el universo: cosas que pasan, a veces, cuando dos miradas se encuentran. Los dos hicieron el arbolito de Navidad y decoraron el nacimiento. La tarde llegó, el cielo estaba despejado, parecía un enorme lienzo anaranjado. Todos los que adornaron la Escuela irían de seguidas a disfrutar de una Stand-up Comedy en el Aula Magna. Pero, Tatiana, una vez más, debía partir. Su madre le había escrito muchos mensajes de texto, (ninguno era bonito). Se fue despidiendo uno a uno, de último llegó a Juan.
—Chao, un placer —dijo.
—Adiós, el placer fue todo mío —respondió Juan y le dio un beso en el cachete.
La joven, esa que regresaba a casa muy seguramente a pelear con su mamá, a subir los 10 pisos a pie, a esquivar los malandros, se fue silbando una canción.
Las historias de amor inician cuando uno menos se lo espera, con las personas que uno menos se lo espera. Y así fue en esta ocasión la bailarina de hierro y el joven de barba multicolor empezaron su historia de amor.