El hijo de la puta que canta - Parte II

in #spanish7 years ago

                                     Capitulo II “el silencio tras las rejas”


Si quieres leer la primera parte da click aquí: Parte I

 Basado en la película "Incendies (2010)"
 

Soy feliz con lo que hago, me siento orgulloso de lo que soy. Mi madre seguro pasó por todas estas penas, por todo este maltrato. Lo hago por ella, lo hago en su honor. 

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Su nombre es Abou Tarek, uno de los más reconocidos torturadores del grupo rebelde de cristianos. Es un hombre alto, debe medir casi 2 metros de altura. De tez morena, de cabeza rapada y con un dolor tan grande por dentro, que la violación y la tortura fueron la única forma de curar las penas que calla.

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Cada vez que escucho mi nombre, en cada ocasión que me llaman, cuando que me necesitan, siento poder, siento grandeza, siento fuerza. No me importa lo que tenga que hacer, siempre lo disfruto. Pasar al lado de cada una de sus celdas y ver como tiemblan al observarme. Sentir como dejan de luchar, observar como pierden las esperanzas, contemplar como el brillo de sus ojos se torna opaco, ya que saben que están condenadas. Eso me infla el ego.



Pero, hay un caso particular que me está cansando, una nueva mujer, que le gusta cantar. Canta en todo momento, pareciera no importarle estar en la prisión. La muy idiota cree que eso la mantendrá a salvo, o quizás solo es una provocadora y quiere algo que la maltrate. Si, seguro que a esa puta, a la número 72, lo que desea es estar conmigo. Quiere que el torturador se meta en su celda y así será.

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Esta mujer es muy especial, se infiltró en un grupo de rebeldes cristianos, paso años ganándose la confianza de todos los rebeldes e inclusive su líder. Y luego lo mato despiadadamente. No era más que una musulmana encubierta. Esta prisionera era Nawal. Aquella que juró vengar a su familia.  

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Hasta ahora no ha querido hablar, no quiere decirnos nada de quien le pidió que se infiltrara y eso que la hemos torturado lo suficiente. Mejor dicho, todavía no quiere decirnos nada de cómo logró eso. Pero yo la haré hablar, tarde o temprano la haré hablar.

Ellos tienen que sufrir lo que yo padecí. Las noches en la calle, las lágrimas que perdí, los amigos de los que nunca me despedí, los días de entrenamiento, pero nada me duele más que mi madre. Nunca la pude conocer. Nunca pudo vivirme ni yo a ella. Y si mamá no tuvo opción, si ella no pudo ser feliz, entonces porqué estas perras merecen el perdón de Dios. Yo vengaré a mi madre y lo haré a mi manera, haciéndolas llorar, viéndolas sufrir, convirtiéndolas en un número, ellas son mis putas. 



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Una tarde, Abou Tarek había entrado a una de las celdas. Una prisionera era víctima de sus torturas. Mientras esta mujer lloraba, la número 72, fiel a su estilo, cantaba. Esto fue mucho para el torturador, quién entro en la celda de la infiltrada que cantaba.  La despojo de su ropa y la violo. Pero esta no fue la última tortura, Abou Tarek le dejó un regalo (o dos), que estaría durante 9 meses en el vientre de aquella mujer. 

De esa violación nacieron dos niños, unos a los que Nawal no puso nombre. Unos a los que no querría como lo hizo con su bebé muerto. Pero a estos niños los tendría que criar, obligada, pero criarlos. Al salir de la cárcel, la mujer de la celda 72, se iría a vivir a Canadá con el fruto de aquella violación.