Al hacernos esta pregunta surge la necesidad de primero entender el concepto de la creatividad:
Según Obsbon (1953), la creatividad es “aptitud para representar, prever y producir ideas. Conversión de elementos conocidos en algo nuevo, gracias a una imaginación poderosa.” Murray (1959), por su parte sostiene que es un “proceso de realización cuyos resultados son desconocidos, siendo dicha realización a la vez valiosa y nueva”.
La creatividad tiene mitad realidad, y mitad imaginación; digo esto porque es un hecho real que existe y lo expresa el individuo que genera cosas.
Se puede desarrollar en distintos ámbitos, bien sean tecnológicos, constructivos, de diseño, artísticos, en fin. La creatividad ciertamente se puede medir; es como un talento en cada persona. Hay personas más creativas que otras, y a su vez hay individuos que no son tan creativos en un ámbito pero en otro sí lo son, incluso mucho más que el común de las personas.
Por otra parte pertenece al reino de la imaginación, porque es puramente derivada del pensamiento. Vale decir que parte de una necesidad que se convierte en idea, luego se convierte en una solución y todo este proceso ocurre en nuestro cerebro usando información almacenada en nuestro “disco duro” todo lo cual le da forma a las ideas; estas son los recuerdos, los sentidos, la imaginación, que luego necesariamente se expresan mediante herramientas comunicativas, bien sea por medio de un programa computarizado, lápiz y papel, cartón y pega, mediante arcilla, circuitos, manchas, informes, números…
En mi proceso creativo, cuando me dispongo a crear como arquitecto, me planteo preguntas; me convierto en el usuario; me imagino qué necesitaría yo en determinado lugar, con determinado uso; me aparto de mi rol de arquitecto e intento sacar mi sentido común, ése que nos sugiere qué es lo lógico, lo prudente, lo razonable; entonces viene el torbellino de ideas y necesidades.
Todas esas preguntas y posibles respuestas son usadas como un artista utiliza la gubia para esculpir, y voy integrando materiales, texturas, luces. Es ese el momento cuando tomo lápiz y papel y empiezo a dibujar para acercarme gráficamente al diseño; voy experimentando y ensayando para filtrar ideas una y otra vez. Y entonces es cuando empiezo a definir mi trabajo, pasando de lo imaginario a lo real, a lo tangible al papel, a la maqueta, al modelo virtual. Puedo decir que todo este acto creativo es prácticamente infinito porque nunca dejo de pensar que hay otras miles de maneras de resolver quitando o agregando elementos. Todavía cuando miro mis trabajos que ya he “terminado” sigo pensando que pude haber hecho o no, cosas que ya hice. Por esa razón siempre debo limitar a un número de propuestas para poder dar (provisionalmente) por finalizado una jornada de diseño.
La felicito @kiragna. Testimonios como el suyo resultan útiles no solo para el que crea en el ámbito de la arquitectura, sino en todos los demás segmentos del trabajo humano. Permítame decirle que hay un pedagogo estadounidense apellidado Bruner el cual se ocupó notablemente de asuntos como el que usted ha tratado en su artículo. "El proceso de la educación" es el título de su libro más importante. Se puede leer (placenteramente) en dos horas. Si puede, ¡léalo! Abrazos.
Saludos @kiragna. Buen artículo.