Mientras tomábamos un café, sentado en ese bohemio lugar situado casi a escondidas en una calle poco transitada de la ciudad, recuerdo que los prolegómenos hacia el ansiado día de nuestro primer encuentro íntimo resultaron todo una epopeya.
Fue en esos momentos en que tocando tierra tuve noción sobre la situación nada común en la que nos encontrábamos, dos planetas con órbitas diferentes que haciendo caso omiso a las leyes de la gravedad, decidieron explorar el interior de cada uno sin utilizar los mecanismos ordinarios para tal tarea.
Después de varias experiencias nada gratificantes me he transformado en un escéptico en cuanto a la convivencia en
pareja, tal vez mi sentido de la libertad se ha desarrollado de una forma poco ortodoxa o he mutado en un ser cuya perpetuidad está signada por dos sentimientos antagónicos, el olvido o el recuerdo.
Por tal razón he sido soplo de brisa que desaparece cuando llega la tormenta o barco de velas replegadas que se deja llevar por la corriente.
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Sin embargo la llegada inesperada de ella a mi vida ha sido como el despertar a momentos y situaciones que había jurado no repetir. Debo aceptar que ante el manantial de ternuras que se desprenden de su corazón he quedado vencido y que la magia de algo diferente me ha atrapado y sé muy bien que esa sensación es compartida.
Somos peces que han escapado de la pecera buscando la extensión del mar para liberar el cumulo de represiones que se han ido acumulando con el tiempo y que han descubierto que más allá de los besos o del simple acto de juntar los labios y tocarse las lenguas o explorar sus bocas, las sensaciones se diversifican cuando hace su aparición esa entrega sin condiciones que logra hacer transparente los cuerpos y materializar el alma.
Recuerdo su llamada.
-No podré ir, mi esposo no viajará esta semana.
Me sentí impotente ante la contrariedad.
Como todo un maestro de una gran orquesta, me había preparado sicológicamente para el momento, logrando vencer mi timidez característica que hace su aparición en instantes como ese, en los cuales las ansiedades rebasan su control.
Cuando solté el teléfono mis manos temblaban.
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A pesar de tantas aventuras nunca me había atrevido a compartir mis momentos con una mujer casada, tal vez eran restos de la educación puritana que me inculcaron o formas de escapar a las complicaciones de ser el otro.
Sin embargo el destino conspira constantemente y sus designios son como cicuta que penetra en el organismo
envenenándolo lentamente.
Pasaron los días y aunque ella logró escapar al cerco que impone el hogar, las ansias se transformaron en dardos que fueron clavándose en nuestras esperanzas.
A medida que fue acercándose la hora cero las pasiones se desbordaron y hasta nos atrevimos a caricias más profundas
intercambiadas en lugares insospechados.
Nos trasformamos en sombras furtivas, en seres etéreos capaces de intercambiar placeres sin tocarse, de robarse segundos y gemidos, incluso a través de la línea telefónica, cómplice ocasional de nosotros.
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Capitulo 2
Capitulo 3
Bella👏👏👏👏👏👏 amigo @Joseph1956 me fascinó.
@joseph1956, el amor no tiene puertas, solo hay que tocar para abrirlas.
Que bella historia romántica.
Que lindas palabraas amigoo!
¡Ay tellible! ejejeje después de varias experiencias nada gratificantes... ¿se consigue una mujer casada? Nosotros los seres humanos y nuestras contradicciones :o
excelente amigo
Excelente post, sigue así!
Gracias, te sigo e invito a seguirme.