El descubrimiento (Cuento) Tercera parte

Las dudas volvieron a invadirlos.
Según el hombre faltaba apenas media hora de viaje por lo que se jugaron la carta de transitar el camino por un máximo de 45 minutos o regresarse.
Al parecer los padres del anciano fueron oriundos de la aldea pero se mudaron hacia la ciudad estando el anciano pequeño y sin tener la edad para tomar la fruta, ya que esto era un ritual que se hacía en los niños cuando llegaban a cumplir los seis años.
El árbol era único y había sido sembrado allí por los dioses hacia miles de años, por lo tanto su longevidad sería la mayor existente en alguna planta pero solo los sacerdotes y el niño que la comería tenían acceso a él.
Tal vez esa fue la razón por la que el reportaje estuvo tan escueto.
Tras andar durante cuarenta minutos sin encontrar vestigios de alguna aldea decidieron regresar pero el grito del anciano los detuvo.
Oculta por la vegetación podía divisarse a lo lejos, en la falda de una montaña las ruinas de lo que debió ser la torre de un monasterio.
Chong le dijo al grupo que según lo dicho por el acompañante ese era el lugar.
¿Vivirá gente en las ruinas?
Se preguntaron todos.

Subir hasta el lugar fue una tarea lenta, dado que dudaban que alguna vez algun vehículo hubiera pasado por allí, aunque el camino era amplio estaba lleno de piedras.
La mayor parte de las ruinas de la aldea estaban sobre una emplanada de la montaña, pero todo era soledad por lo que se resignaron a haber perdido el viaje.
Caminaron por los alrededores mientras que el anciano pasajero se internó hacia lo que fue un monasterio, aunque este era diferente a los otros vistos en la región.
En lugar de pequeñas piedras todas las que estaban en el lugar eran enormes, con pesos de toneladas, por lo que pensar como fueron transportadas era una tarea de imaginación interesante

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