Ecos desde el Averno. Capítulo IV. Frágil esperanza.

in #spanish6 years ago

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Frágil esperanza.

“Los enemigos más peligrosos que puedes enfrentar puede que sean las falanges de Zámicras o los lanceros de Kharatidos. Sí, yo diría que los hombres de lanza, son crueles en batalla, hábiles y muy duros de abatir. Su arma les proporciona un alcance letal en combate. No olvidemos que estos cabrones pueden usar hechizos cortantes, punzantes o auras de evasión y anti-magia. Lo que me lleva a decir que el lancero es un mago armado pero con extrema potencia física, aunque decir esto podría costarte la vida. No sé nada sobre el origen del odio entre magos y lanceros, pero un buen amigo mío decía que el misterio era tan fácil de resolver como romper un huevo: las mujeres siempre prefieren a los magos, y esto, caballeros, no lo perdona nadie”

Kharto. Alfil de Lura.

Jamás imaginó aquella hechicera de ojos celestes, cabello rojo y sin experiencia en combate real, que encontrarían a Samael, el aborrecido, casi muerto de hambre y en una pequeña prisión oculta en algún paraje boscoso desolado del apolillado reino de Kharatidos. En aquellos tiempos oscuros, los hombres de Kharatidos, en otrora altos y fuertes, eran una auténtica rareza, los que quedaban ahora no eran más que despojos productos de las mil y un enfermedades que habían anidado en la región. La ciudad ya no dejaba entrar a nadie, dormida, esperando la muerte entre sus desolados muros. Aquellas prisiones servían para dejar podrirse vivos a los mercenarios y bandidos, o para mantener en cuarentena a los errantes o los enfermos que se perdían por las planicies desiertas que estaban alrededor de la ciudad y en las que sólo quedaban los pueblos fantasmas, habitados por mitos y leyendas.

La verdad era que Khosmoz, segundo al mando de la última expedición de los Exiliados, había dado sus noticias al Concejo, asegurando que Samael, un mago renegado al servicio de los señores de Zismar, había traicionado a su tropa y exterminado a todos, incluso a su maestro. La noticia corrió como el viento y llegó hasta los más remotos pueblos, y cuando una pequeña patrulla capturó al hombre vagando en los Bosques de Luna Nueva, el reino entero se vio en una encrucijada. Los rumores de que Khosmoz era un traidor y que ahora servía a los destructores y nuevos señores de Zismar, eran llevados y traídos por forasteros y guerreros desertores. El mago que desde la desaparición de Samael más nunca fue visto en público, se hizo con el poder en el Concejo del Sur y ordenó la búsqueda y captura del traidor. Lo más extraño era que hordas interminables salían de Zismar a todas horas barriendo hasta el más recóndito rincón de aquella tierra moribunda en busca del mismo hombre. Los dirigentes de Kharatidos no dudaron ni un minuto en deshacerse del problema: para evitar la desgracia total de su pueblo lo encerraron en una remota ubicación y decidieron ocultar toda la información a los hombres de Khosmoz; pues al mismo tiempo no entendían, que en un momento donde Zismar rugía de cólera a toda hora, donde los ghouls y los trasgos desandaban todos los caminos, donde todo parecía ir directo al colapso, tenían que estar ocupados buscando un solo hombre, y ya tenían suficientes problemas dentro de sus muros carcomidos como para meterse en otros que no le correspondían.

La estrategia evasiva no sirvió mucho tiempo, ante las presiones, Kharatidos reunió un ejército a duras penas y se negó a entablar conversaciones con Khosmoz y sus hombres. El mago se deshizo de su careta y Zismar y toda su inmundicia golpeó al maltrecho reino, otra guerra comenzaba. Los numerosos ejércitos de la Ciudad Muerta pensaron que la victoria seria rápida y contundente pero ocurrió todo lo contrario. Los desertores regresaban. La sangre de los hombres se alzó y pareció recuperar su temple legendario sólo por un momento para contener el avance enemigo. La ciudad pidió auxilio a Lura y esta respondió de inmediato, formando así la Primera Alianza y forzando el retroceso de Khosmoz y sus lacayos. Los druidas que auxiliaron Kharatidos ordenaron el desalojo de toda la ciudad, “la tierra ya no era de este mundo”, afirmaban los sabios y el éxodo hacia Lura fue una travesía dura y agotadora pero al final exitosa. Marhion, soberano de Kharatidos y agonizando de una terrible dolencia, le contó a la reina Lulethzarin del paradero de Samael y de la traición de los hombres contra su raza. Indignada, la poderosa hechicera envió a su hija, en busca de aquel atormentado y olvidado hombre, que moría lentamente en algún bosque desolado en tierras condenadas. Las sabandijas de la Ciudad Muerta conquistaron la ciudad de Kharatidos y el camino de Cassiel, hija de Lulethzarin, se llenaba de los peligros del nuevo y muerto mundo.

La escoltaban Gronkan y Seth. Dos lanceros de sangre pura de Kharatidos, de los pocos que aún quedaban sobre la tierra. En el camino habían tenido que huir y esconderse de los enemigos que rastreaban la zona, a toda hora y sin descanso por todos los rincones. Era como si les pisaran los talones. Al final cuando se adentraron en un bosque de árboles muy altos y la mayoría desprovistos de sus hojas pero donde dominaba una sombra perpetua, la hechicera percibió el hálito oculto que serpeaba desde algún lugar recóndito, más allá del inmenso mar de troncos retorcidos. La noche anterior al encuentro unos asustados viajeros les daban una noticia: Lehiva estaba bajo asedio. Esa misma noche sintieron los pasos veloces de las sabandijas reptando sobre el colchón de hojas secas de bosque, las siguieron de cerca y dieron con la prisión abandonada, pero un poder superior mantenía a los ghouls a raya y a pesar de los intentos, ninguno fue capaz de poner sus garras sobre aquella escuálida construcción.

Todas huyeron despavoridas al sentir la furia de los lanceros, fue ese momento en que comprobaron que Samael seguía con vida, deshecho totalmente pero con un poder latente escondido en su interior. Gronkan se aseguró de que estuviera totalmente desmayado asestándole un golpe en la cabeza, antes de cargárselo a las espaldas y Seth se adelantó para asegurar el camino de regreso. Una lluvia torrencial los obligó a resguardarse en una gruta escondida al fondo de una hondonada sombría, la mujer ordenó a Seth que vigilara los alrededores.

–Estamos fuera del alcance de cualquier enemigo, para cuando noten nuestra presencia ya estaremos a días de camino- mintió avivando la fogata con un leño grueso y polvoriento, luego ella también abandonó la gruta. Gronkan no dejaba de vigilar a Samael ni un solo segundo. Cocinaba alguna comida triste mientras lo observaba con rostro serio, hasta que este despertó y al hacerlo la cueva se inundó por un frió intenso.

El centinela cogió la lanza. Llevaba en la otra mano un tazón de caldo humeante. Casi lo arrojó cerca del mago. –Come- ordenó con una mirada amenazante. –No creas que deseo seguir cargando un traidor a mis espaldas hasta Lura, así que traga, presto- empujó el tazón con sus botas pesadas.

Samael lo miraba a través de la bruma de sus sentidos. –No tengo hambre- dijo en un susurro.

El lancero se agachó. –No me obligues a ablandarte a golpes, mago de porquería- hablaba en serio. El prisionero lo miró a los ojos y sonrió.

–Un hombre de lanza de Kharatidos- dijo débilmente. –Yo no pedí que me salvaras. No tengo nada en tu contra, aléjate antes de que sea tarde, déjame en paz- los puños de Gronkan se cerraron, pero la voz de Cassiel evitó el desenlace natural de aquel encuentro. –Suficiente- dijo con voz dulce.

El hombre suspiró, apretando las mandíbulas. –¡Es un mago!- le respondió señalándolo con un dedo.

-Y yo. Y la reina de Lura- respondió sin alterarse. El lancero se sintió avergonzado.

-Es diferente- dijo con voz más reposada. –Ustedes han sido nuestros aliados muchas veces- la mujer le dio un empujón suave. –Ve a vigilar. No estamos ante un enemigo- el lancero sin embargo sólo se acomodó cerca de la fogata y siguió tenso y vigilante al prisionero que parecía dormir de nuevo.

–Escuchaste bien, somos aliados- le dijo suavemente. –Este frío es insoportable, ya relájate- Los ojos de Samael se estrellaron con la dulzura y la magia celeste de la mirada de Cassiel.

–Aliados- respondió intentando sonreír. Luego miró la sombra de Gronkan que masticaba ruidosamente. –Tu amigo, no sé, no estoy muy seguro pero creo que no le agrado. ¿Es mi aliado? ¿Te parece si le preguntamos?- se encogió un poco, el frío desparecía. La mujer sonrió de nuevo. –Ha tenido malos días- lo excusó.

-Vaya noticia- replicó Samael. –Malos días, ¡Y en nuestro tiempo! ¿Quien lo diría?- ella iba a responder pero él se adelantó. -Aliados dices- tosió un poco. -Hechicera, créeme, ya no existen aliados en esta tierra perdida- el frío en la caverna se desvaneció. –He visto como los hombres entregan su alma al servicio del enemigo, vendiendo a sus hermanos, los hombres más nobles que hayan existido en el sur, cambiándose de bando sin sentir remordimiento alguno por sus semejantes- el hombre intentó apartar la maraña de cabellos de su rostro mientras la hechicera se acercaba.

–Es cierto. En esta época oscura que vivimos no hay mucho que sea puro, y nuestros aliados son muy pocos, pero el reino de Lura está preparándose para cambiar el rumbo de esta guerra.- sus palabras eran suaves, Gronkan observaba silenciosamente sin soltar la lanza. Samael todavía sufría para respirar y tosía a cada segundo, dirigió una mirada compasiva sobre su interlocutora, pero su semblante endureció.

–Aunque sean tan fuertes como para borrar a todas esas bestias de la tierra, lo que controla tanta inmundicia no puede ser derrotado. No has visto los bosques, mujer, ¿no has visto acaso la tierra pudriéndose y transformándose en algo ajeno a este mundo? La madre naturaleza ha sido infectada, está siendo parasitada, será reemplazada muy pronto por algo más asqueroso que los ghouls y los trasgos, algo que no alcanzarías a comprender- había un miedo y un odio terribles ocultos tras los ojos grises de Samael.

-Hay fuerzas más potentes que la de los caballeros de la muerte y los nigromantes, más letales que las brujas y los hombres oscuros que habitan en las montañas. Esta guerra está fuera de nuestro alcance.- el hombre se había agotado luego de alzar ligeramente la voz.

–Mírame, ¿qué puedo hacer yo en un estado como este? Sus fuerzas en cambio no conocen el agotamiento, ni el dolor, ni el miedo. Estamos atados a este cuerpo endeble y frágil, a una naturaleza pasajera y débil, ellos no. Son cada día más poderosos y no tenemos ni la más remota idea del alcance de semejante poder- la mujer elevó su mano y las llamas de la fogata aumentaron.

-Una hechicera que usa el fuego, me dejas anonadado- dijo el hombre irritado. Pero Cassiel no paró de sonreír y la llamarada estalló subiendo en el aire y girando por la cueva ante el asombro de Gronkan, se entretejió hasta formar un fino hilo brillante que ahora danzaba alrededor de sus dedos adornados por uno preciosos anillos de rubíes. Samael asintió lentamente, comprendiéndolo todo.

–Tú y yo, somos distintos al resto. Somos elementales. Podemos marcar la diferencia- pero Samael no se inmutó ante la afirmación. –No me has escuchado. Aunque seamos…- la mujer lo interrumpió.

–¿Y si yo te dijera que tenemos el poder para revertir ese efecto que envenena la tierra?- Sólo en ese momento se le vio confundido a Samael.

–Te diría que el enemigo ya lo sabe, y que marchará destruyendo el mundo entero con tal de detenerlos- La mujer sonrió con gracia.

–Pues por eso te necesitamos, Samael, hijo de Fhelsis- se apartó el cabello rojo del rostro. #

-Yo soy Cassiel, princesa de Lura, te hemos buscado durante mucho tiempo- a duras penas el cuerpo decrepito de Samael se puso en pie, Gronkan estaba en guardia, la mano de la princesa lo detenía.

–Hija del fuego- replicó el prisionero. –Hijo del hielo- contestó ella extendiéndole un báculo al hombre que se quedó mirando sin pestañear la portentosa arma. –Era de Fhelsis- dijo con una suavidad y una dulzura que lo habría restaurado de no ser porque él estaba recordando el cabello azulado de su madre el día en que se despidió para no volver nunca más. Gronkan se impacientaba.

–Lo sé- al tomarlo las joyas resplandecieron en un azul intenso que alcanzaba su máximo esplendor en los zafiros que coronaban la punta. –El corazón de los glaciares- dijo Samael apretándolo con firmeza en sus manos.

-En Lura se realizará un concejo de magos, guerreros y arqueros leales a la Alianza. Tus conocimientos son requeridos- Samael asintió bajando el báculo, apesadumbrado pero sintiendo que la energía subía desde el arma de su madre y le calmaba el corazón. -Tengo muchas cosas que explicar-

Cuarta entrega de mi primera historia para steemit. Espero que la disfruten. Imagen vía pixabay.