En estos momentos estoy de pie mirando al mar en compañía de un café y un cigarrillo, la suave brisa marina trae hasta mi el rumor de las olas al chocar con la arena.
Toda mi vida la he pasado aquí, al lado de este mar de aguas cálidas y cristalinas y un sol brillante con mis padres y hermanos, sin holguras económicas pero sin pasar necesidades llevando una existencia placida y tranquila.
Evoco recuerdos y rápidamente mi mente se trasporta diez años atrás.
Recuerdo que era mi cumpleaños número diecisiete y mi mamá había preparado la torta para celebrar el respectivo cumpleaños. Yo era un adolescente de buen porte pero tranquilo, reservado y tímido en exceso, detalle este que no me había permitido desarrollar una vida amorosa como los otros muchachos del pueblo, salvo uno que otro inocente beso con algunas noviecitas, en pocas palabras todavía conservaba la virginidad, no había estado con una mujer como dios manda.
Era Elena una vecina seis años mayor que yo, una mujer para mi gusto con una belleza salvaje de piel bronceada, pelo y ojos negros, en general una mujer bastante atractiva que desde hace algún tiempo me miraba con un brillo en los ojos que mi inocencia no llegaba a comprender.
Llegada la noche y mientras esperábamos la torta, la mayoría de los presentes conversábamos y tomábamos una mezcla de ginebra con hielo y jugo de naranja que en mi caso era casi puro jugo y hielo pues no me gustaba tomar en exceso, ella estaba allí, alegre y compartiendo con todos.
Cantado el cumpleaños y repartida la torta los presentes comienzan a despedirse pues era día de semana y había que trabajar al siguiente día. Al filo de la medianoche todos se habían ido, menos ella que se acerca a mí y dice ven, vamos a caminar por la playa, es temprano aún, todavía queda casi una botella.
Caminábamos sin prisa, conversando de todo y nada llegamos a una ranchería algo apartada, nos sentamos en la arena y me dio un trago de su vaso. Al poco rato me dijo abrázame tengo frío y se pegó a mí, escuche su corazón palpitar y sentí su piel erizarse.
Sin previo aviso Elena levanto su cara y me beso. Besos al principio, largos y suaves, después eran de fuego, ardientes y profundos, sentí su lengua experta jugando con la mía, aquella mujer me invadió con sus manos, se abalanzo sobre mi apoderándose de mi cuerpo, el libido lleno todo mi ser y me deje llevar.
Nos quitamos la ropa sin dejar de besarnos y acariciarnos, ella estaba urgida, caliente y lujuriosa y yo de mi parte seguía sus pasos y mis instintos naturales. Ella me guió en mi inocencia y comprendió mi inexperiencia.
Cedí a los requerimientos eróticos de aquel ángel que devoraba cada centímetro de mi piel, llevándome a sentir sensaciones tan intensas, explosivas y gloriosas que invadían mis sentidos y llenaban de placer todo mi cuerpo.
Aquella mujer excitada y llena de deseos me enseño como besarla, como morderle suavemente los senos y como introducir mi miembro en su húmeda vagina para proporcionarle el máximo de placer, semejante demostración de sexualidad lograron que entre gemidos explotáramos al mismo tiempo en un orgasmo único y excepcional.
Cansado, sediento y exhausto, con un temblor en el cuerpo pero inmensamente feliz quede al lado de Elena, la mujer que bajo un cielo nocturno, limpio y lleno de estrellas me dio el mejor regalo de cumpleaños de mi vida.
Cada segundo de aquel encuentro quedo grabado en mi mente y aunque desde allí todo cambió para mí y he hecho el amor con otras mujeres ninguna ha provocado en mi cuerpo esas intensas sensaciones de gozo y placer que sentí aquel día con ella.
Así Elena me despojo de mi inocencia y se adueñó de mi virginidad.
Ayer postie algo similar, pero fue mas una de mis historias de sexo pesadilla jaja. Esta fina tu escritura. Saludos!
gracias por dedicarme un poco de tu tiempo