Creo en el destino, sin duda, cuando conocí a Annette carecía de experiencia, pero aun así, al cumplir hoy treinta años de casados. Me considero el hombre más afortunado, por conocer a la mujer preciosa y aunque ya refleje nuestros cuerpo; la vejez, aún sigo enamorado de ti como la primera vez que coincidimos.
Todo estaba listo para salir. El bolso, los libros y la ropa ordenada como mi personalidad jovial; pulcra y detallista para ir otro semestre a la universidad donde estudiaba Leyes; una carrera bastante diplomática, pero, interesante y cautivadora. Mientras que Annette estudiaba Medicina; algo de mucha exigencia, ella poseía la determinación necesaria para cumplir sus metas, al igual que yo, pero ninguno de los dos pensó por un segundo que nuestros mundos se entrelazarían algún día de manera inesperada.
Solo fue un tropiezo, simplemente eso. Me dirigía a la sala de exposición pensando en la teoría que debía presentar en cuanto al derecho ambiental se trataba, pero mientras caminaba por el pasillo, tropecé bruscamente con una joven de cabello negro; piel blanca y ojos avellana... Que de imprevista logre tumbar sus libros, me detuve para recogerlos pidiendo disculpas, además de observarla, me percate al instante por su buen gusto por la literatura; llevaba consigo un libro de mi escritor favorito “Walter Riso”.
-Lo lamento, estaba distraído- Le comente apenado.
-Tranquilo fue mi culpa, no observe por donde caminaba- Respondió.
Ambos recogimos el desorden y sin más comentarios ella se marchó como yo tome mis cosas y me dirigí apurado al salón, por lo retrasado que me encontraba... Desde luego, al estar en el aula, mi conciencia libero varias veces el preciso momentos del encuentro tan nítidos y en pequeños fragmentos que me desorientaron dentro la clase, como pude, logre aprobar esa rigurosa prueba presentada aquel día.
Pues sí, me había enamorado de ella; fue atracción a primera vista, porque no creo en el típico “Amor a primera vista”. En fin, varios días transcurrieron y no la encontraba por la universidad, la llamaba con el pensamiento sin conseguir resultados. Fue por sincera casualidad que la encontré frente al cyber café muy cerca de la sede y le ofrecí una bebida con la intención de nuevamente disculparme y conversar mutuamente... Asimismo, nos conocimos.
-Que hermosa historia; romántica y preciosa, “hay como se enamoran esos jóvenes de hoy en día” pero no se sientes triste...- Pregunto curiosa.
-Sí, hoy siento pesar y nostalgia al observar como ella se olvida poco a poco de nuestra vida junto... a veces despierta sin conocerme, aun cuando estoy a su lado; en la cama o en el jardín, pero reconozco que dios le entrego esa enfermedad por un valioso motivo; porque quiere que yo la ame con fuerza... querida Annette.-
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