El fin de semana pasado decidimos conocer un pueblo en la cercanías de donde vivo llamado Cuxhaven, por experiencia bien sabía que de las playas del norte no hay que fiaerse solo por el hecho llamarse "playas", ya que si eres latino y vas con expectativas de agua cristalinas calientes, arena blanca y brisa fresca marina (no fría) puede que te lleves una pequeña decepción.
No obstante, al llegar fueron otros factores diferentes los que me sorprendieron está vez:
Luego de estar en el mirador, llamado por cierto "Alte liebe", es decir viejo amor y fascinarnos con la vista, decidimos ir a la orilla de la playa. Comenzamos a andar y al llegar nos encontramos con la sorpresa de una playa sin arena. La playa estaba como cercada por una hilera de piedras que contactaban directamente con el mar, sin el margen de arena al que estamos acostumbrados, del otro lado se encontraban varios restaurantes y tiendas y toda la zona adyacente cubierta de césped y un montón de gente aprovechado los días de calor primaveral.
Al parecer, cuando la marea sube el agua cubre toda la sección de arena hasta llegar al borde del cercado, pero cuando está se encuentra baja que retrocede el agua hasta 1km, queda descubierta la arena tal y como la concebimos en cualquier playa.
Lo cierto es que esto no es ningún impedimento para los turistas o pueblerinos para gozarsela, así que podías verlos con sus trajes de baño mientras tomaban el sol y se bañaban en las frías aguas norteñas.
Nosotros no fuimos la excepción y la verdad es que más allá de la sorpresa, con una buena conversación, la preciosas vista y un picnic improvisado no extrañamos la arena en lo absoluto.
Una sorpresa más que nos brinda un nuevo lugar, una nueva historia y muchas anécdotas para recordar.
Me despido cómo siempre con un par de fotos y un gran abrazo en la distancia.