Shakespeare nos presenta una razón supeditada a las pasiónes, que es la que mueve a los personajes, aunque también es lo que se ve en buena parte del teatro lopesco. Quizá es lo que demandaba el público, ver desatadas sobre las tablas las pasiones que se ocultaban en la vida diaria.
Cervantes, sin embargo, nos muestra, hasta en alguien tan básico y (supuestamente) atado a las pasiones mundanas como es Sancho, un intelecto, una bondad, y un uso de la libertad con responsabilidad puesto al servicio de los habitantes de la ínsula Barataria. Un uso racional del libre albedrío, como en el caso de Marcela, con el desarrollo de una personalidad verdaderamente adelantada a su tiempo.
La libertad a la hora de elegir, que llega a su punto culminante en ese magistral ejercicio de libertad metatextual nunca antes visto en la literatura: un personaje, don Quijote, que se rebela contra su condición y es capaz de cambiar sus intenciones, salirse del argumento "planificado" para él. En vez de seguir hacia las justas de Zaragoza, como tenía pensado, decide desviarse a Barcelona. Todo para dejar por mentiroso a una persona ¡del mundo real!, Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo.
Un gusto leerte. Se echa en falta por aquí más artículos de humanidades.