Leyendas Japonesas #1: JIKININKI.

in #spanish7 years ago

JIKININKI 食人鬼

LA LEYENDA JAPONESA DEL DEVORADOR DE CADÁVERES

En el budismo japonés también son conocidos como los “fantasmas comedores de hombres”
Estos no son más que espíritus humanos que en vida tuvieron un comportamiento inadecuado. Una vez que mueren son malditos a buscar y comer cadáveres humanos.
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Fuente

Llevan a cabo sus actos durante la noche, procurando conseguir muertos recientes, revisan los cadáveres con la esperanza de conseguir objetos de valor y así sobornar a las autoridades locales para que los dejen en paz, también suelen profanar tumbas para alimentarse de los cadáveres que hay en ellas.
Los jikininki tienen aspecto de cadáver en descomposición, con marcas o rasgos no humanos (garras afiladas, ojos brillantes, cuerpos desgarbados) y su aspecto suele ser como el de un zombie, básicamente eso son.
Luego de leer varias historias, se tiene la hipótesis de que los jikininki poseen la habilidad para disfrazarse de “humanos” y poder llevar una vida normal durante el día.

Ésta siguente historia del folklore japonés es bastante conocida por aparecer en un libro de historias de la mitología japonesa:


Hubo una vez un sacerdote llamado Musõ Kokushi, que pertenecía al zen, un movimiento sectario dentro de la religión budista. Este monje viajaba solo por la región de Mino, una provincia montañosa donde no había nadie que lo guiara. Buscando refugio para pasar la noche, encontró en lo alto de una colina una pequeña choza. Al acercarse se percató de que estaba habitada por anciano al cual Muso pidió cobijo por esa noche en repetidas ocasiones y siempre recibió la misma respuesta por parte del anciano “NO” El malhumorado anciano le indico la dirección de una aldea en un valle bajando la colina donde seguramente conseguiría refugio.
Una vez el monje llegó a la aldea, fue recibido por el jefe del poblado, quien lo acogió amablemente. Se fijó antes de ser conducido a su pequeña habitación, que unos 40 hombres descansaban en la habitación principal. Poco antes de medianoche, un joven entra al cuarto de Musõ, le hace una reverencia y le comenta que su padre ha fallecido y que las personas que estaban en la sala principal son los vecinos que estaban velando el cuerpo.
También comentó que tanto su familia como los vecinos partirían en poco tiempo a la aldea vecina ya que después de hacer las ofrendas correspondientes, sus costumbres les obligan a dejar los cadáveres solos. En la casa donde queda el cadáver suelen suceder cosas extrañas dice el chico que a la vez aconseja a Musõ ir también a la aldea vecina, en donde encontraría buen alojamiento.
Musõ lamentó la muerte del padre del joven y sintió que no se le fuera informado antes, pues habría administrado el servicio al difunto antes de que todos partieran. Decidió velar toda la noche al difunto de manera adecuada a sus costumbres como monje budista.
El sacerdote, una vez solo y después de realizar los rituales y oraciones/plegarias que le correspondian al cadáver, lo veló durante la noche. No había rastro de ningún peligro ni ruido extraño en toda la noche. Cuando de pronto una extraña figura de gran tamaño entró sigilosamente y en ese mismo instante, Musõ se vio privado del habla y del movimiento. La figura comenzó a devorar el cadáver rápidamente también devoro sus ofrendas y cuando termino, se marchó.
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A la mañana siguiente el sacerdote esperó a los aldeanos delante de su casa, al entrar los aldeanos no mostraron sorpresa al no encontrar el cadáver, era más usual de lo se podía creer. Musõ contó lo que había visto y a nadie le sorprendio, pues coincidía con las historias que ya conocían. Entonces Musõ preguntó: ¿el monje de la colina no suele realizar los servicios fúnebres a sus muertos?
Los aldeanos se sorprendieron y respondieron a Musõ que no existía ningún monje, pues hacía muchas generaciones que ningún monje reside en esta comarca. Musõ no respondió y quedó en silencio. Se despidió de los aldeanos y se dirigió a la colina en donde había visto al monje. En cuanto Musõ encontró el sitio, el anciano lo invitó a entrar a la ermita.

El anciano comenzó a disculparse con Musõ, quien le dijo que no hacía falta disculparse por no haberle dado cobijo. El anciano respondió que la avergonzaba que lo hubiera visto en su verdadera forma, pues fue él quien devoró el cadáver y las ofrendas aquella noche. Le contó cómo se convirtió en un jikininki, pues no realizaba los rituales por los que se le pagaba como monje, ya que solo le interesaba el dinero. Le pidió a Musõ que realizara un sacrificio Ségaki, una ofrenda especial budista celebrada en honor a los espíritus hambrientos; con el objetivo de liberarlo de su espantoso castigo.
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Una vez el anciano hizo esta solicitud, él y la ermita desaparecieron, dejando a Musõ de rodillas en un pastizal delante de una antigua tumba, propiedad de un fallecido sacerdote


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HistoryInPix History In Pictures tweeted @ 06 Jan 2018 - 19:23 UTC

In Japanese Folklore, ''Jikininki'' are human-eating ghosts. https://t.co/mDL3cPp4A4

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