Se presentó un día llorando. Con las manos en la cara, sangrando levemente por la frente, inundando la sala del castillo con un grito desgarrador que a más de uno le hiela la sangre. Cuando la madre vio a la pequeña con las manos ensangrentadas, gritó de angustia.
Al mirarla de cerca se percató de lo menos inimaginable viéndole salir por su tersa piel una protuberancia carnosa parecida a un cuerno, ¿Qué pasó, hija mia? Pregunta la madre, angustiada, saliendo a su paso. El ama de llaves y el mayordomo se hallaban mudos del susto.
La niña, sorprendida al tocarse la frente, sentirse la protuberancia y verse la sangre cae desmayada de largo a largo. La madre, la cargó hasta el sofá para que reposara. El doctor, al llegar, comienza a revisar a la niña. El doctor examina una forma carnosa proveniente de la frente. ¿Qué lo había producido? Pregunta el Doctor. La madre, gimiendo de dolor, contesta que no sabe lo que pudo haber ocurrido.
La llegada de la noche fue inimaginable y antinatural. Comenzó lenta… como si no quisiera entrar. Y, de repente, se volvió completamente lúgubre, obscura… daba miedo estar allí. En el salón principal del castillo se podía observar la mancha que quedaba de la sangre de la niña; y fue allí en ese espacio que el suelo se abrió. Y saliendo de entre el piso, una sombra obscura que vino de allí propagaba una risa burlona que desgarraba el silencio mismo, quedando el suelo abierto como si fuera un portal con el más allá… recorriendo todas las habitaciones del castillo en busca de la niña.
¿Quien pudiera ser ese buscador del inframundo?... ¿Será que quería reconocer o reclamar algo de su pertenencia?...
Al amanecer del día siguiente, el ama de llaves y el mayordomo se asombraron de lo sucedido en el salón del castillo; y de inmediato se lo hacen saber a su ama. Desconcertada por lo visto, hace que la lleven al sitio de lo sucedido para verificar la situación.
La niña, sin embargo, no se percata de la situación. Más bien, sigue concentrada en el sangrado de su cabeza, dos emergentes cuernos cada vez son más visibles. La niña, por lo visto, no tenía otra opción más que afrontar su condición y aceptar la transformación que estaba sufriendo. Sus padres no lo podían evitar, solo esperaban hasta que sucediera lo más obvio.
Al séptimo día, tal y como paso la primera noche estruendo, gritos se escucharon por todos los pasillos, y la risa más burlona apareció ante el señor del castillo; reclamando su posesión. Diciendo que la tenía que llevar al costo que este fuera posible.
Su madre se enfrentó a la bestia. Sin embargo, la bestia, pudiendo lograr su cometido a través de chantajes y un contrato con el señor del castillo, todo quedo condiciones para que se cumpliera su reclamo, la única esperanza era que, según el contrato, todo quedaría en manos de la niña, y que ella decidiera, ya sea irse o quedarse…
Para sellar el contrato, la señora tomo unas copas, las sirvió y bebieron. Pero... madre es madre… y todo se fue al desmadre al brindar… pues ese ser no se volvió a levantar, ya que al beber de esa copa, selló su perdición.
No se volvió a escuchar aquella risa horrorosa… haciendo que, más bien, otro ser fuera temido, marcando una regla para todos… que es causa perdida para todo aquel que ose llegar al castillo.
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