PASIÓN Y PLACER VII. POR EL PLACER DE MIRAR (relato)

in #spanish6 years ago

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Dicen que la curiosidad mató al gato,
Pero en ocasiones también puede matar de placer a quien se deje arrastrar por ella.

Escena de mujer en la ventana


Despertó empapada y deseosa. Otra noche más soñando con él.

—Como me excita ese cabrón —pensó, mientras hurgaba en la mesita de noche buscando su juguetito favorito.

Tumbada sobre la cama con las piernas abiertas, colocó la pequeña mariposa y se dejó arrastrar por su vibración. Sintiéndose desbordar por la excitación, pensaba en él, en sus manos pellizcándole los pezones erectos, sus dedos explorando su estrechez.

—Oh, sí —decía entre jadeos sintiendo las contracciones involuntarias de su vagina; esas que le anunciaban la llegada de un potente orgasmo.

Gimiendo de placer, se apretaba con fuerza los pechos pellizcando sus pezones al ritmo de cada contracción. Mucho más mojada que antes, se puso en pie. La fuerza de gravedad arrastraba sus fluidos mojándole los muslos con lentitud.

Con suavidad descorrió la cortina. Ahí estaba él como cada mañana, con aquel miembro deliciosamente erecto. Ella se limitaba a observarlo desnudo andando de un lado a otro de la habitación, siempre con aquel miembro erguido y turgente. Suponía que se masturbaba durante la ducha, pues al salir con la toalla en la cintura, ya no era visible aquella potente muestra de su virilidad.

Durante la espera frente a la ventana, cerraba los ojos y lo imaginaba derramándose; con cada contracción orgásmica, de él brotaba a borbotones eso que tanto anhelaba saborear.

Esa mañana todo fue distinto. Presa de la sorpresa dejó escapar un gemido, al verle acariciarse el miembro de aquella manera.

—¡Mierda! —pensó, sobresaltada—. ¿Me habrá descubierto? —terminó en voz baja, sintiendo como la humedad entre sus piernas aumentaba.

Intentó retraerse tras las cortinas, pero el espectáculo la tenía absorta sin poder dejar de mirar. Era tan varonil. Tenía las manos grandes y de dedos largos como los de un pianista. Observarlo sentado en aquel sillón frente a la ventana, mientras se masturbaba con visible deleite, era todo un espectáculo.

—Qué ganas de comérsela —pensó, mientras lo veía henchirse a tal punto, que las venas comenzaban a asomarse haciéndolo más apetecible.

Ardiendo de deseo, se giró a toda prisa a por su otro juguete. Estaba tan mojada, que lo que otras veces ocasionaba un fuerte roce, ahora se deslizaba profundamente en su interior con una facilidad pasmosa.

Se quedó observando aquel rostro, embelesada. Sus movimientos, su cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados, la mandíbula tensa. Todo aquel lenguaje corporal le hablaba, le llamaba.

—Dios, está a punto de explotar —pensó ella mientras lo observaba apretarse y frotarse con aquella cadencia ferviente.

Sintiendo el juguete en su interior, deseaba con locura que fuera aquel hombre quien la estuviera poseyendo.

—Ya viene, ya viene —susurró, mientras veía como se iban tensando todos sus músculos y su pene se llenaba un poco más.

Hipnotizada por la escena, sostuvo su pequeña mariposa en el punto preciso, justo en el momento en que aquel volcán hacía erupción.

Mordiéndose los labios para no gemir con fuerza, disfrutó de aquella estampa. Le gustaba la forma que adoptaban sus labios al momento de liberarse.

—Escucharle ha de ser glorioso —pensó, mientras su propio placer la arrastraba a otro clímax.

Ese día todo cambió. Cada mañana él se masturbaba con intensidad frente a la ventana, mientras ella por su lado hacía lo propio. Desde entonces coincidían con más frecuencia en el ascensor, pero no se dirigían ni una palabra al respecto. Luego de dos semanas en ese juego, pensó que ya no podía más. Tenía que sentirlo a él en vivo y directo o en serio se volvería loca.

Lo estuvo pensando por la noche antes de dormir. Entre las ganas que sentía y los gemidos de quien sabe qué pareja disfrutándose, se decidió. Tendría que ir allí y provocarlo como fuera.

Por la mañana temprano, la pareja no había cesado aún en su faena. Al asomarse en la ventana como cada mañana, lo vio. No estaba solo; sobre él una mujer cabalgaba cual amazona.

Sintió una punzada en el vientre y la humedad se hizo presente.

—Así…así —le decía él a la mujer, mientras le azotaba con la mano abierta, produciendo un sonido seco y estimulante a la vez.

En cuestión de segundos el orgasmo de aquella mujer se hizo sentir. No se había fijado hasta ese momento de lo cerca que estaba una ventana de la otra, hasta que pudo escuchar Gemido tras gemido e, impresionada, veía cómo él la penetraba más y más fuerte, elevando sus caderas, empujando toda su virilidad entrando y saliendo, entrando y saliendo.

Presa de un extraño frenesí, cogió el bolso que había alistado antes de dormir y salió casi sin ropa al pasillo. Tomó las escaleras traseras y bajó corriendo, saltando los escalones de dos en dos.

Sin importarle su aspecto, tocó la puerta.

Quedó boca abierta, cuando él, desnudo y sonriente le abrió la puerta.


Hombre atractivo sin camisa


—Empezaba a pensar que nunca ibas a venir —le dijo tomándola con fuerza por el brazo—. La verdad es que de cerca, tienes unas tetas divinas —y sin darle tregua le pellizcó los pezones por encima de la camiseta. Ella sintió otra punzada en el vientre que se le alojó entre las piernas. Aunque creyó que había pasado desapercibida, lo cierto es que no fue así.

—Qué rico, estás más que encendida —le dijo pegándola a su cuerpo sudoroso, frotando su pene contra su vientre y metiendo una de sus manos entre las piernas, provocándole más ganas.

Ella hizo el amago de contraerse, pero fue inútil. La habilidad de sus dedos la superó en velocidad.

—Me encanta que estés así de mojada —le dijo mientras le quitaba la poca ropa que llevaba puesta.

Tentada por su mano y sin poder contenerse, tomó aquel pene húmedo y palpitante, y lo frotó en toda su longitud.

—Oh, si… que rico, así. Duro —le susurraba él, mientras hacía lo propio con sus dedos dentro de ella.

Agobiada por el deseo, mientras él buscaba otros placeres con sus dedos, se hincó frente a él. No tuvo que pensarlo, verlo palpitar entre sus manos la sedujo. En un solo movimiento, engulló aquel miembro ansioso por sentir placer.

—Uf, así, así, cómetela entera… así…más, más… que rico lo haces —jadeaba, haciendo un esfuerzo para no llegar.

Entre tanto, ella sentía como se empapaba como nunca antes y un ardor incontrolable le comenzaba a quemar por dentro. Como si él pudiera adivinar su pensamiento, la detuvo cogiéndole del cabello. la obligó a ponerse de pie y luego en un solo movimiento, la alzó por las caderas, mientras la besaba con pasión, abriéndose paso con aquella lengua intensa, ardiente, experta. Con agilidad le separó las nalgas y la penetró, deslizándose con rapidez, casi con violencia.

Sentir como la penetraba la excitó al límite.

—Muévete... muévete —le pedía una y otra vez, aferrándose con fuerza a su espalda.

No hubo música más celestial que escucharla orden tras orden. Quería complacerla, así que adelantaba sus caderas , la levantaba y la dejaba caer una y otra vez. Entraba y salía con fuerza, hundiéndose cada vez más profundo. Apenas bajó la intensidad cuando la sintió llegar al clímax. Mientras ella gemía con intensidad en medio de aquel orgasmo, él la llevaba a la habitación.

—Por fin la has traído, amor —dijo una voz cálida y sensual.

Excitada y aún presa de aquel orgasmo, no fue capaz de reaccionar.

—Sí, ya había tardado —contestó él, mientras la apoyaba sobre el colchón.

—Hazlo para mí, ¿sí, amor? —pidió la mujer, ronroneando, seductora, mientras la observaba y una llama de deseo se encendía en su mirada.

Conociendo a su mujer y sus apetitos, se tumbó en la cama junto a ella.

—Claro cielo, lo haré por ti —respondió él, mientras le separaba las piernas y empezaba a entrar y salir, penetrándola despacio mientras sentía el aroma de su mujer, que los observaba a los pies de la cama.

—Así mi vida, que rico… mira su carita, como está de excitada —repetía la mujer, que detrás de él lo acariciaba como le gustaba.

Ella sin comprender aún lo que ocurría, gemía flojito sintiendo como aquel hombre la invadía, haciéndola estremecerse cada vez más.

—¿Se siente rico, amor? —preguntó la mujer a su marido, acercándose para susurrarle al oído.

—Oh, sí —respondió jadeando y ella sintió como él se henchía llenándola por completo.

—Qué rico, amor —ronroneó de nuevo la mujer, mientras deslizaba su lengua desde la nuca por toda su espalda, hasta besarle las nalgas.

—Sí, así… quiero tu lengua amor... tu lengua —le repetía el hombre, mientras entraba cada vez más despacio en ella.

Poco a poco la mujer satisfizo los deseos de su marido usando su lengua habilidosa y los resultados no se hicieron esperar. La dureza de aquel miembro aumentó. El roce en cada penetración era supremo. Volver a explotar para ella fue inevitable.

—Que rico gime, amor — comentó la mujer mordisqueándole las nalgas a su marido.

—Sí, gime y es tan cálida… está tan apretada —comentó él, mientras la sostenía girando sobre sí para quedar ahora bajo ella.

—Es tu turno, preciosa —murmuró él, ansioso.

A horcajadas sobre él, dudó un instante. Seguía aletargada por el orgasmo reciente y no sabía si lanzarse o si sería capaz de levantarse y marcharse. A fin de cuentas, los tríos no eran para ella.

Él notó su indecisión y comenzó a acariciarla para seducirla. Ella Sintiéndolo así de duro dentro de sí, lo único en que pudo pensar después de sus caricias, era que anhelaba cabalgarlo hasta hacerlo caer al abismo.

—Así…así… más duro —le repetía él, mientras le azotaba las nalgas con la palma abierta.

Sentirlo a pleno era una sensación subyugante; cada vez que la penetraba ella quería más.

—Quieta… —le ordenó, tomándola con fuerza por las caderas, haciendo que la penetración fuera tan profunda que soltó un gemido por la impresión.

—Tranquila, esto te va a encantar —le dijo él, mientras frotaba su clítoris con el pulgar, alternando los movimientos con su mano que desde la zona lumbar, la hacía inclinarse hacia él para apoyarla en su pecho.

Cuando la tuvo a punto, comenzó a comerle la boca con avidez.

Con los sentidos embotados, presa de las sensaciones de aquellos pulgares, su lengua y aquel miembro todo dentro de ella, no se percató de aquellas delicadas manos que la ataban de manos y pies.


Mujer atada de manos con cuerdas en la cama.jpg


El tirón de las cuerdas la sacó momentáneamente del éxtasis.

—¡Pero qué diablos! —exclamó cuando intentó incorporarse, pero no le era posible. Estaba en tal posición que moverse solo incrementaba el ángulo de penetración. Lo mismo con los pies; tenía los tobillos atados y no podía sino abrir un poco las piernas, pero no cerrarlas.

—Tiene unas nalgas preciosas, amor —comentó la mujer acariciándolas con delicadeza.

—No solo eso, toda ella es preciosa —dijo mientras comenzaba a frotarle el clítoris de nuevo.

—¿Te gusta estar dentro de ella, mi vida? — le preguntó la mujer mientras le seguía acariciando las nalgas.

—Me encanta… está muy caliente y mojada y… —contuvo un instante la respiración al sentirla apretarse a su alrededor— le falta poco para volver a estallar —respondió él, frotando con más intensidad.
—Muéstrame cuánto te gusta, ¿sí? —solicitó la mujer.

En su mente, ella no daba crédito a lo que ocurría… Estaba soñando, claro, tenía que ser eso, porque de otra forma no se lo creía.

De súbito comenzó a sentir como él empujaba sus caderas contra su pelvis. Con movimientos cortos pero firmes, la penetraba haciéndola casi temblar, mientras al mismo tiempo, aquella mujer usaba su lengua perversa en ella.

—Oh —soltó entre dientes, apretando las nalgas en un intento por contenerse—, voy a correrme —jadeó él, mientras ella experimentaba otro fuerte orgasmo y gemía mordiéndose los labios.

—Aguanta amor, solo un poco — dijo la mujer colocándose el arnés.

—No puedo… no voy a poder… —decía él mientras sentía su miembro aprisionado por ella y un cosquilleo en la base de la espalda comenzaba a ser acuciante.

—Sí puedes amor, sí puedes —ronroneaba la mujer colocándose tras ella, preparándola con dedos expertos para ser penetrada una vez más.

Ella dio un respingo que la hizo tensarse y contraerse al sentir aquellos dedos. Él apretó los dientes y se tensó a su vez, alzando las caderas, para poder contenerse.

—Relájate y coopera, preciosa —le susurró la mujer, acariciando con su otra mano cada uno de sus pechos.

Aquella voz le resultaba hipnotizante. Algo en su mente intentaba rebelarse, pero su cuerpo cedía ante el placer que ambos le proporcionaban.

—Así, pequeña… así, nena… —decía la mujer, mientras le acariciaba abriéndose paso con delicadeza, intentando relajarla, excitarla.

—No puedo —susurró ella, gimiendo flojito—, no lo resisto… no lo resisto, es demasiado… por favor.

—sí puedes, nena… siéntelo, disfrútalo… será nuestro pequeño secreto —susurró la mujer, avanzando un poco más adentro.

Esclava de las sensaciones, del dolor convirtiéndose en intenso placer, se rindió.

Notando su rendición, la mujer se hundió un poco más en ella, observando a su marido, tenso como las cuerdas de una guitarra.

—Oh —volvió a jadear el hombre, arqueando su espalda, apretando cada músculo, mientras se aferraba a las sábanas.

Un brillo de perverso deleite atravesó los ojos de la mujer. Con movimientos calculados, comenzó a balancearse adelante y atrás, con lentitud. Ella, sintiéndose penetrada por detrás, empezó a gemir al compás de aquel vaivén; él, haciendo un esfuerzo imposible, intentaba controlar las ganas de dejarse llevar de una buena vez. A su mujer le encantaba verle desesperado mientras alcanzaba el punto de no retorno; por eso se movía con tanta lentitud, buscando intensificar sus ganas, torturarle al extremo. Cerró los ojos cuando el cosquilleo fue en aumento; necesitaba dejar de lado la sensación que le producía la presión del arnés penetrando y frotándose contra él.

Tomó aire por la nariz y lo retuvo unos segundos para luego exhalarlo despacio.

—Puede que lo logre, sí —pensaba él, intentando respirar profundo y aún más despacio.

—Exquisitos —murmuró la mujer, con voz ronca. Observando a su marido con malicia, se deslizó hasta el fondo. Manteniendo la posición y la presión, comenzó a rozar ambas pieles en una caricia torturadora. Sonrió satisfecha cuando hubo alcanzado el clítoris de ella.

Ella sentía que el corazón le estallaría en el pecho en cualquier momento. Todo su cuerpo vibraba de excitación y parecía tener vida propia, su mente carecía de poder.

—¡No, por favor!... ¡no puedo más, amor! —rogaba él desesperado ante las caricias de su mujer allí donde ella sabía que tanto le gustaba.

—Solo un poco, aguanta solo un poco más, mi vida —murmuró ella y sin perder más tiempo, colocó la mariposa contra aquel clítoris henchido y sensible, y comenzó a balancearse una vez más.

Se tensó de nuevo, aferrándose con fuerza a las sábanas, mordiéndose los labios con tanta intensidad, que el dolor le ayudó a aguantar un poco más, tal como ella le había pedido.

Los siguientes segundos fueron de gemidos, jadeos y temblores. Él, sentía que el corazón se le saldría por la boca en cualquier momento y que con él, perdería el poco control que le quedaba; aquella vibración le llegaba hasta las entrañas. Ella, se retorcía temblando; gemía, jadeaba y lloraba. La sensación que le provocaban era insoportable.

—Voy a correrme dentro de ella —pensó, al sentir como era apretado y atraído por esa calidez, mientras ella sollozaba temblando por el orgasmo.

Observando a su marido, complacida, abandonó su posición con rapidez quitándose el arnés y desatando con habilidad las muñecas y tobillos de ella.

Una vez se sintió liberada, el alivio se sumó a la sensación de laxitud y sopor en el que se encontraba.

—¡Oh, amor! Ahora sí… por favor, ya viene… voy a… ya no puedo más —exclamó con desesperación, levantándola para salir con rapidez de ella.

Por un instante se sintió vacía, pero dejó la sensación de lado y se olvidó de todo lo que le rodeaba.

Cogiéndose con firmeza rodó hasta el borde de la cama, donde su mujer le esperaba de rodillas para recibirle, hambrienta.

—así, amor… así, cariño, aquí estoy para ti —murmuraba jadeante su mujer, mientras le lamía el miembro y recogía todo sin desperdiciar una gota.

Él, gimoteando por la sensación de la lengua de su mujer recorriéndole, se giró para observarla. Era preciosa en realidad; y mucho más así, sobre la cama, temblorosa y aún jadeante con el cuerpo laxo, el cabello revuelto y las mejillas areboladas.


Mujer al desnudo en la cama


El silencio le forzó a entreabrir los ojos. Desconcertada y algo perpleja, los observaba sin creerse aún lo que acababa de suceder.

—tengo que estar soñando —susurró para sí misma.

Cuando creyó que todo empezaría de nuevo, se despertó sobresaltada. Semidesnuda, con la cama desbaratada y empapada a más no poder, se incorporó. Habían sido los golpes a la puerta de su departamento los que la sacaron del sueño.

En vista de la forma insistente de llamar, se levantó y corrió a abrir la puerta.

Sus ojos no daban crédito a lo que veía. Frente a ella y en buena compañía, estaba su vecino.

Su cuerpo reaccionó, su mente la traicionó dejando que sus instintos tomaran la delantera. Sus ojos lo recorrieronn centímetro a centímetro, deteniéndose justo sobre aquella cremallera abultada y apretada. Se mordió los labios y alzó la mirada.

—¿Nos invitas a pasar? Tenemos una cuenta pendiente tú y yo —dijo su vecino, mientras su mujer avanzaba directo a la habitación.

Ella se hizo a un lado para dejarle pasar. Él cerró la puerta tras de sí.

—La cama es perfecta, cariño —dijo su mujer con entusiasmo.

—Ella todavía no salía de su estupor.

—Hoy haremos tus sueños y nuestras fantasías realidad, preciosa; te va a gustar, ya lo verás —dijo él, arrastrándola rumbo a la habitación.

—esto me pasa por no saber cuándo dejar de mirar —pensó, cerrando la puerta de su habitación tras entrar y preparándose para lo que le esperaba.

Fin.

¡Gracias por visitar mi blog!

Espero que hayas disfrutado esta nueva entrega y que vuelvas pronto.

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¡Hasta la próxima!

Las imágenes que acompañan este texto han sido tomadas de PIXABAY.COM

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Buena prosa facil de leer y tambien como es extenso bueno un poco mas de lo debido me encanto que no usaste letras cursivas me tarde mis diez minutos ya que desde que publicaste lo abri inmediatamente me gusta muchos los relatos amateu.. tienes talento te felicito mi saludos y respetos mi apoyo con mi humilde voto.. Amo la literatura siempre escribo a favor de ella saludos.

Hola, @malpica1.

Gracias por comentar y por tu apoyo. Tomaré tu sugerencia en relación con la extensión.

Un abrazo en la distancia.