En el peregrinar de la vida todos somos viajantes; cada quien con diferentes elementos en las maletas.
Superando edades, en una supuesta evolución, que casi siempre, sin darnos cuenta, se convierte en involución.
En el afán del cumplimiento de proyectos, sueños y planes, buscamos ganar espacios que antes no teníamos,
y esto que en principio parece saludable, muchas veces deviene en catástrofe.
¿Cuándo sucede esto?
Cuando al mirar hacia atrás dejamos llorando a nuestro niño interno.
El día en que sacrificamos la inocencia o los valores en nombre de una casa, un automóvil, o engrosar la cuenta bancaria.
El día en que dejamos de soñar como niños para soñar como empresarios, con los ojos desorbitados por la ambición desmedida.
El día que nos olvidamos de reír por meternos en el laberinto de las preocupaciones diarias.
El día en que nos olvidamos de Dios por la contaminación de un mundo que nos avasalla.
El día que dejamos de disfrutar del viaje y comenzamos a sufrirlo.
Nuevos viajantes
Temprano más que tarde los viajantes se disponen.
Corren... ríen... cantan... sueñan; se ilusionan cuando zarpan.
Disfrutan de sus edades; sobre la piel poco a cuestas,
se abrigan en mocedades con sus pueriles maletas.
Tan vivo es su susurro, y tan brillante su esencia,
que el oro mismo no brilla, sino que opaco su traje
se desteñirá en envidias... se olvidará en el paisaje.
¿De qué destino vinieron y hacia dónde se dirigen?
¿las almas que en tibio brote hoy se expanden rozagantes?
Un poco volando en nubes, otro poco de inconscientes;
peregrinan, surcan cielos con las alas con que visten.
Los obstáculos no bastan, se remontan indomables.
Su candor que no se apaga les da brillo refulgente,
que a su vez da guía al necio, que en la trampa vaga errante.
Dios sabe que en este mundo mucho saber hace daño...
Que los afanes mundanos enloquecen por completo...
Que da fiebre y obnubila el deseo cotidiano;
y que muchos se han perdido en el nombre del progreso.
Por eso la savia nueva en esperanza gestada;
de pan, miel, leche y vino; también de carne y de hueso.
¡La verdad de la simpleza sea siempre revelada!
El manto hostil y amargo que la experiencia dispone:
espanto, ruinas y llanto, vil coraza de la vida,
que intenta cubrir a todos en laberinto insensato,
entre viaje y viaje insano busca ganar la partida.
¡Que los nuevos seres huyan eludiendo aquellas redes!
que no negocien lo interno por engaño y baratijas,
¡y que sus vinos mejores sean buenos cuando añejen!
Fernando López.