Cada imperfección que llevamos muestra nuestras humanidad, de dónde venimos, esa genética que desde el génesis nos marco para siempre, pero que nunca podrá determinar nuestro venidero más cercano llamado futuro.
Nos anclan de una u otra forma a una necesidad de querer suprimirlas, dominarlas o hacerlas extintas de nuestras vidas, pero seguirán estando hasta no entender que solo la superioridad divina es quien tiene dominio sobre cada una de ellas y que han sido colocadas para apaciguar esa sed de perfección y liberalidad.
Llámese enfermedad, falta de carácter, orgullo o sentirse inferiores, un sin fin de pequeñas esquirlas que ensucian la naturaleza real.
No olvidemos:
Que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús. Filipenses 1:6.
Así que la perfección divina va en curso y nunca podrá ser sobrepasada por la perfección humana que se corrompe día a día.