A 53 días del PSG, el Madrid perdió (Barcelona); a 37 días del PSG, empató (Celta); a 35 días del PSG, volvió a empatar (Numancia); a 32 días del PSG, perdió (Villarreal); a 21 días del PSG, perdió (Leganés). Y a 10 días del PSG, empató (Levante).
El tiempo se agota y el Madrid sigue sin dar señales de vida. Pasan los días, las semanas, y los blancos, lejos de reactivarse de cara a la visita de Neymar, Mbappé, Cavani y compañía, cada vez parece más desenchufados. La Champions se acerca y las sensaciones son cada vez peores. El equipo va de batacazo en batacazo, sin encontrar esa racha triunfal que le permita ganar en confianza. El último, un empate ante el Levante que deja sin efecto el amago de recuperación madridista tras las goleadas a Deportivo y Valencia.
El Madrid no arranca y se le acaban los argumentos para pensar que lo hará esta temporada. Zidane ya ha agotado su discurso, la BBC vuelve a jugar junta, no hay lesiones y el equipo lució su equipo de gala ayer, la Champions está a la vuelta de la esquina y ni eso les impulsa, como tampoco que peligre la otra Champions, la de la próxima temporada porque el equipo sigue sin lograr un colchón. No hay nada a lo que agarrarse, ni tan siquiera un mercado de invierno que Zidane rechazó y que ya echó el cierre sin que el Madrid le sacase provecho.
Los errores de hace meses son los mismos que a falta de 10 días para que el PSG visite el Bernabéu. El Madrid no encuentra la pegada, no resuelve los partidos, encaja goles con una facilidad pasmosa y deja que sus rivales se vengan arriba y les pierdan el respeto que sí le tenían la pasada temporada.
Con la Liga perdida hace meses y coqueteando ya con una distancia tan histórica como sonrojante con el líder, el campeonato se planteó hace semanas como un buen termómetro para recuperar sensaciones y buscar el punto de forma para afrontar la Champions a su regreso.
Pues el termómetro liguero retrata un equipo muy tocado, al que se le acaba el margen para recuperarse. Un equipo que sigue patas arriba, sin rumbo, que no levanta cabeza. Mientras, el PSG de Emery afila las uñas.