Hace un tiempo tuve la oportunidad de hacer servicio comunitario en un geriátrico, o bueno, en un centro recreacional de adultos mayores.
Con anterioridad, no había tenido la dicha de compartir con varios adultos mayores simultáneamente, siempre estaba con uno, dos y cuando mucho, tres, siendo estos abuelos y demás familiares. Pero por designios de la vida, debí cumplir mi servicio comunitario rodeada de personas mayores, o como muchos le dicen, de la tercera edad.
Los primeros días no fueron sencillos. A veces uno olvida que todos somos sumamente diferentes y que estas diferencias se acentúan o se atenúan cuando se está en grupo. Con los abuelos sucede igual, sin embargo, hay un extra muy peculiar: sus diferencias valen por mil. Y en sí, un adulto mayor vale varios por adultos e incluso un par de niños. ¿Por qué digo esto? Porque la sinceridad, la ironía, el sarcasmo, la terquedad, la dulzura, la alegría, lo que sea que posean se expresa con mayor intensidad cuando se es mayor.
No estaba preparada para que todos fuesen tan diferentes entre sí. Por lo que los primeros dos días hubo peleas que no supe parar ni siquiera manejar. En esos momentos me quedé en blanco por completo. Aunque deseaba decir mucho, había una parte de mí que me impedía poner orden, esa que -en ese momento- consideraba que tal acción podría verse irrespetuosa pues estaba tratando con personas mayores que yo, a quienes les debo respeto. Pero después entendí, ellos me estaban faltando el respeto a mí al no seguir las consignas de las actividades, al discutir entre ellos, como si fuesen perros y gatos. Así que el segundo día intenté manejar la situación, no salió del todo bien, me faltó firmeza pero después de un rato mediando, se solventó la situación.
Al tercer día, ya había más confianza en mí, en mis compañeras, así que ni siquiera permitimos que las discusiones iniciaran, supimos dominar el grupo, que constaba de casi una decena de adultos mayores. En cuanto a las actividades que se comenzaron a realizar, todas estaban orientadas a un mismo objetivo: mejorar el manejo de las emociones en adultos mayores, siendo este el objetivo central del servicio comunitario que estábamos realizando.
Los primeros días, se buscó la integración y la expresión de emociones con actividades recreativas tales como: pintando lo que dice el otro, coloreado de mandalas, pintado de tangram, entre otros. ¡Y a que no adivinan! A nuestros abuelos les encantan las manualidades. Así que anexamos al programa de actividades algunas que incluyeran materiales reciclables, como manualidades donde se crearan animales -cocodrilos, jirafas, mariquitas/coquitos, pollitos, mariposas y demás.
Así mismo, y como no podía faltar, se buscó a través de las actividades el contacto con las emociones, el control de las mismas por medio del habla y de técnicas de relajación, el afianzamiento de vínculos con familiares y sus compañeros en el centro recreacional y por último, actividades cognitivas que mejoraran el rendimiento del cerebro y ayudaran a no aumentar el deterioro de los procesos cognitivos.
Para animarles y recordarles lo útiles que pueden ser y la creatividad tan bonita que pueden llegar a manifestar, colocamos en el centro recreacional una cartelera donde incluimos ejemplares de algunas de las manualidades realizadas por ellos. Un fiel recordatorio de su constancia, de su unión, de su capacidad y habilidad creativa.
Las semanas pasaron. Entre actividades y más actividades. Entre tercos y mil amores. Porque como decía antes, ¡todos eran tan diferentes! Y a su vez, se complementaban muy bien. Estaban quienes siempre querían imponer su opinión, su conocimiento, porque decían saber más; quienes siempre trataban a todos con dulzura porque eran más dulces que la misma azúcar; quienes deseaban aprender a hacer más y más manualidades; quienes adoraban las actividades cognitivas; quienes disfrutaban de repartir sus conocimientos a los otros; quienes recitaban poesía; quienes pintaban como artistas; quienes sabían sumar, restar, multiplicar y dividir sin una calculadora; quienes se sentían encantados de estar ahí; quienes huían de la soledad de sus hogares; quienes se alegraban por nuestra presencia.
Aprendí de ellos. El servicio comunitario superó mis expectativas, con creces. Ahora bien, ¿por qué digo eso? Pues me explico, al primer contacto con los adultos mayores los percibí hostiles y malhumorados pero al continuar interactuando con ellos descubrí que eran más que eso. Que si bien estaban llenos de terquedad, desmotivación y una creencia irracional de sentirse un estorbo, también traían consigo cariño, risas y conocimientos para transmitir. Día a día aprendían de nosotras y de las actividades que llevábamos para ellos; para relajarlos, enlentecer su deterioro cognitivo y para ayudarlos a mejorar el manejo de sus emociones. Y en consonancia, nosotras aprendíamos de ellos. Yo, por ejemplo, aprendí de historia, geografía, arte, manualidades, cocina, de la vida en general.
Me enseñaron y confirmaron la relevancia que tiene el sentirse útil y valioso para sí mismo y para el entorno donde se vive. Es por ello que fue gratificante verles manifestar semana a semana un mejor ánimo, demostrar motivación y también una percepción de sí mismos no menospreciativa como la que poseían antes de nuestra intervención. Así mismo, durante los meses que duró la realización del servicio pude reconocer la importancia que tienen todos los seres humanos, tengan la edad que tengan. Ya que a pesar de su longevidad, la mayoría excede los 80 años, los adultos mayores del Centro Recreacional demostraron que la edad es solo un número y que si se quiere, es probable que se pueda. Pues ellos pudieron cumplir las diversas actividades realizadas con ímpetu y esmero, adquiriendo en el proceso el sentimiento de valía y de sentirse útiles del que carecían.
Indiscutiblemente, agradezco haber pasado tres meses entre tercos y mil amores. Colaborar con su progreso y con su felicidad fue un honor para mí y además de todo lo que ya he mencionado, quisiera culminar señalando que me ayudaron a no olvidar la importancia de expresarse y de sentirse escuchado y entendido.
Es por mi experiencia y sus resultados que considero oportuno realizar intervenciones similares en instituciones dedicadas al cuidado de los adultos mayores, e inclusive, en las casas de familia donde haya abuelos, con actividades que fomenten la motivación, el sentido de pertenencia y el sentimiento de valía; como también intervenciones dirigidas al enlentecimiento del deterioro cognitivo y al refuerzo de la motricidad y de funciones cognitivas como la memoria.
Siempre que podamos deberíamos colaborar en lo que son los últimos años y décadas de otras personas, pues a cualquier edad deberíamos sentirnos alegres y felices con nuestra realidad. Tengan en cuenta que nuestros granitos de arena nunca estarán de más, nunca sabemos cuántas vidas podríamos alegrar con ello, cuántos tercos y mil amores podrían sonreír gracias a nosotros y nuestras acciones. Hagamos el bien, siempre.
Debe ser una labor bonita y dificil al mismo tiempo, porque hay abuelos que hablan fuertes y groseros. Siepre debemos recordar que esa etapa nos espera
Fue difícil pero eso hizo que la experiencia fuese más gratificante. Hay que saber llevarlos, tratarlos como nos gustaría que nos traten a nosotros al llegar a esa edad.
Gracias por leerme:)
Una vez fui a un centro de adultos mayores durante el bachillerato y como dices, no es fácil, pero regresas a tu casa con el corazoncito más gordito lleno de amor por esos viejitos que quizás son como son porque se sienten solos o descuidados. Y tratar de llevarles un poquito de alegría alimenta el alma de una manera espectacular! Saludos :)
¡Tal cual! Podía llegar malhumorada pero salía feliz, con el corazón lleno de amor. Escucharlos, atenderlos, hacerlos reír, apoyarlos y demás los hace sentir apreciados y eso los ayuda muchísimo (aunque bueno ¿a quién no?). Lo loco -y que sucedía sin esperarlo- es que yo aportaba a su alegría y ellos a la mía.
Saludos y gracias por leerme.
Ami, que bonito leer tu experiencia en Servicio. Créeme que mi caso fue muy parecido aunque yo trabaje con niños, siento que aprendí muchísimo de ellos y es algo que voy a atesorar siempre. También tuve la oportunidad de trabajar con adultos mayores y wow... Creo que me llegó muchísimo, tienen tantas historias, tantas ganas de hablar y ser escuchados. Creo que a veces damos eso por sentado.
Me encanta ver como vas creciendo cada vez más como persona y como profesional. Estoy feliz de saber que pronto podré llamarte colega.
Tus palabras alimentan mi alma porque nada más lindo que ese "estoy feliz de saber que pronto podré llamarte colega". ¡Cada vez falta menos!
En cuanto a lo otro, me alegra mucho que también hayas tenido una hermosa experiencia. Y realmente, tanto los niños como los abuelos tienen lo suyo, en sí, el ser humano es precioso y es tan bonito compartir con otros, escucharlos, estar ahí para ellos. Considero que esa es una de las cosas más lindas de nuestra profesión, tratar al humano y acompañarlo en su proceso.
En fin, ¡gracias por el apoyo ami! y felicidades -de nuevo- por tu logro.