Relato de una tarde de verano. La decisión. Por Gema Moreno

Al bajar del avión una bocanada de calor le hizo aterrizar de golpe en Málaga. Sintió el perfume a jazmín, que sutilmente recorrió sus fosas nasales para recordarle el jardín de su infancia y las flores que cada atardecer coloreaban sus cenas en familia.

Había llegado a casa. Atrás quedó su larga estancia en Alemania, o a menos así le habían parecido aquellos eternos 12 meses. El verano abría sus puertas y el edén de su niñez le recibía con los brazos abiertos.

Sintió una sombra tras él, una presencia a su espalda que irracionalmente le obligó a girarse. Pero allí no había nadie. Al volver se topó de frente con una niña de unos 9 años con una camiseta de Naranjito en culotes rojos ribeteados en blanco.

-Te veo perdido- afirmó con seguridad.
-No- respondió con avidez.
-Piénsalo bien. No sabes hacia dónde ir- aseguró.
-A ver si no voy a saber ir a mi barrio...- dijo con tono autosuficiente a esa cría que empezaba a resultarle repelente.
-Eso sí, claro. Me refiero a algo más importante: tu vida. Piénsalo- añadió.
Soltó una medio carcajada teñida de soberbia, cerrando los ojos en un acto reflejo tan inseguro como engreído y, al abrirlos, ya había desaparecido.

Le dejó con la palabra en la boca, algo que solía molestarle, especialmente cuando la contraparte tenía razón y este era el caso. "Esa niñata es como si hubiera leído las inquietudes de mi alma" refunfuñó para sus adentros, mientras recogía con ímpetu y dos manos la maleta más grande que le permitieron facturar.

-Vas a necesitar ayuda- escuchó en su nuca. Un susurro que le erizó la piel por sorpresa y le tiró el embalaje al suelo en un gesto visiblemente torpe y precipitado mientras giraba mirando al suelo. Primero vio unas Reebook blancas, después unos ajustados Levis 501 barqueros, un ceñido top con los aros olímpicos bajo el lema "Barcelona 92" y una sonrisa de oreja a oreja decorada por unos largos pendientes en forma de racimo multicolor. Aquella joven no pasaba desapercibida o al menos para él.

-Tranquila, estoy acostumbrado- respondió con aire atlético intentando meter tripa y sacando pecho.
-No creo, tomar decisiones determinantes no es habitual y más si el futuro está en juego- sentenció.
-No sé de qué estás hablando. Por cierto, quién eres, si puede saberse- empezó a impacientarse.
-¡Tranqui Tron! ¿Qué más da? Yo sólo cumplo con mi trabajo. Pero mira, tú mismo con tu mecanismo. No hay más ciego que el que no quiere ver, ni más necio que quien no quiere aprender. Yo solo quería ayudarte, chaval- explicó marchándose hacía atrás hasta salir corriendo.

Cuando quiso alcanzarla ya había desaparecido entre los viajeros. Al igual que tantas oportunidades perdidas a lo largo de sus días. Recogió sus cosas entre el cabreo, la impaciencia y ese sabor a ciencia ficción que deja la incertidumbre de lo inexplicable.

En cualquier caso se alegró de la certeza de tener algo real que solucionar y por fin lo sabía. Esconderlo de nada servía. Ahora se pondría manos a la obra.
-Mamá, papá: tengo algo que contaros- anunció al entrar por la puerta.

@gemamoreno

Fotos de Gema Moreno