Todos saben lo que significa la palabra “perdón” y lo que implica, aunque a la gran mayoría no se nos haga tan sencillo ponerlo en práctica. Hay creencias que dicen que pedir perdón nos pone por debajo del otro y que, cuando somos nosotros los que perdonamos, realmente nos estamos poniendo por encima, como si fuéramos superiores. Digamos que es nuestro ego el que perdona, ya que estamos señalando al otro como alguien que falló y nos hizo mal. Personalmente, considero que esa creencia tiene mucho de cierto, pero, aún así, soy de las que apoya toda práctica que nos impulse al perdón… Pero, ¿perdonar a quién realmente?
Pienso que muchos tenemos bien claro que liberarnos de la rabia y el resentimiento nos sana. Es lo mejor que podemos hacer para nosotros mismos, no solo porque nos brinda paz, sino porque nos aleja de enfermedades como el cáncer. Sí, está demostrado que las personas que sufren esa enfermedad es porque han guardado mucha rabia dentro de sí mismos y, al final, esa rabia se transforma en algo sumamente mortal. Cuando lo ponemos así, parece mucho más obvio que el perdón es el camino hacia la sanación o, por lo menos, forma parte fundamental de este. Pero, con todo y eso, no se nos hace fácil.
Cuando alguien nos hace un gran daño, no una tontería, sino un daño que realmente nos hace sufrir, perdonar suena como todo un reto. Al final, es mucho más sencillo reprimir el dolor, la rabia y hasta el odio, que permitirnos liberarlo y sanarlo.** Y si pensamos en alguna clase de liberación, nos sentimos más atraídos por la venganza, que por el perdón en sí. Son esos los momentos cuando pensamos si el perdón es realmente necesario, o es solo una forma de excusar a aquél que nos ha lastimado.**
Si hablamos del perdón, nos imaginamos al otro siendo absuelto, cuando la realidad es que nos es así. Como dije, somos nosotros quienes sanamos y nos sentimos mejor. Pero he aquí el detalle: ¿Cómo perdonar al otro, si no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos?
El perdón se vuelve tan complicado porque, en vez de perdonar a aquél que nos lastimó, debemos perdonarnos a nosotros mismos por haber permitido que nos lastimaran. Y, más allá de que alguien nos haya hecho algún daño, el perdón también se vuelve necesario cuando somos nosotros quienes cometemos errores.
¿Cuántos no son aquellos que se dan con un látigo, metafóricamente hablando, cada vez que fallan? Se les olvida que son humanos, y empiezan a atacarse como si fueran la peor cosa de este mundo. Son esas las personas que, cuando alguien los lastima, son incapaces de perdonar, y es simplemente porque no saben cómo perdonarse a sí mismos.
Al final, la rabia no se la tenemos a los demás, sea quien sea. La rabia la tenemos hacia nosotros por haber permitido que nos lastimaran o, simplemente, por haber fallado tanto. A veces, hay quienes se odian por el simple hecho de existir. Con esa clase de pensamientos hacia sí mismo, es imposible tener una vida sana y tranquila.
Ahora que sabemos lo importante que es el perdón, te dejo dos ejercicios buenísimos para perdonarte y perdonar a otros:
Ejercicio - La dieta del Perdón:
El ejercicio se basa en hacer planas 70 veces durante 7 días, escribiendo la siguiente frase:
- Día 1 y 2: Yo, _______________, me perdono a mí mismo(a) completa y amorosamente.
- Día 3, 4 y 5: Yo, ______________, me perdono por… (Escribe aquello por lo que sientas que debes perdonarte).
- Día 6 y 7: Yo, ______________, me perdono a mí mismo(a) completa y amorosamente.
Ese mismo procedimiento lo puedes hacer para perdonar a otra persona. Muchas veces es necesario hacerlo hacia mamá, papá, tu pareja o algún ex, y Dios; pero es efectivo para cualquier persona que sientas que debes perdonar.
Después de hacer las 70 planas por los 7 días, quema las hojas y deja que las cenizas se las lleve el viento como símbolo de liberación.
Ejercicio - La carta del Perdón:
Esta carta es muy buena para soltar emociones negativas como rabia, odio, dolor, frustración, decepción, etc. Sí, aunque he dicho que no es necesario perdonar a los demás, es obvio que somos humanos, y siempre podemos guardar sentimientos negativos hacia otras personas. Este ejercicio es sumamente liberador cuando te permites que todas esas emociones salgan al momento de escribir.
Comienza la carta escribiendo: “Yo, ______________, perdono a (Escribe el nombre de aquella persona a la que deseas perdonar) por…” Y comienza a sacar todo lo que llevas por dentro. Si quieres insultarlo, hazlo. Si deseas llorar mientras escribes, deja que las lágrimas salgan y limpien tu alma. Saca absolutamente todo eso negativo que estás reprimiendo y que, al final, solo te hará daño a ti.
Después de terminar de escribir todo lo negativo y sientas que ya no tienes más nada que decir, puedes terminar la carta de esta manera: “Te perdono y me perdono a mí mismo(a) por haberte permitido hacerme daño”
Quema y deja que las cenizas se las lleve el viento como símbolo de liberación. Si sientes que todavía queda resentimiento o que no has llegado a ese punto de tranquilidad, puedes hacer la carta por 7 días seguidos. Es decir, serían 7 cartas en total, y todas debes quemarlas. Mientras van pasando los días, notarás que ya no hay tanta rabia en ti mientras escribes, y poco a poco te sentirás mejor.
Por cierto, este ejercicio lo puedes hacer hacia ti mismo, sacando todas ese resentimiento que te tienes. Escribe todas las pestes que te salgan, y luego termina la carta así: “Me perdono completa y amorosamente. Me amo y me permito vivir en paz conmigo mismo”. Esa carta también debes quemarla para transmutar todo lo negativo.
Así que obviamente perdonarnos es necesario. Más allá de lo que hagan los demás, es permitirte estar en paz contigo y todo tu pasado. Es importante que comprendas que la rabia y el odio no te sirven de nada y que, a la primera persona que lastimas, es a ti. No permitas que el ego, el orgullo o la posición de víctima, te impida vivir la vida tranquila que te mereces.
Suelta y libérate de todas esas emociones y sustitúyelas por el amor. Y no me refiero a amar a aquél que te lastimó, sino a amarte a ti mismo tan profundamente, que perdonarte sea sencillo. Ese es el mejor regalo que puedes darte.
Tú lo vales
Francis Nazar
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