La historia está forjada por personas y por personalidades cuyas vidas supusieron logros o beneficios, miseria y dolor para la humanidad, según sus actos. En unos casos fueron benefactores y en otros canallas o asesinos.
En la actualidad vivimos bombardeados por noticias luctuosas, trágicas y horribles que transmiten la idea tergiversada de que vivimos en un mundo infernal.
Sin embargo, olvidamos que el siglo XXI muestra infinidad de datos para el optimismo y para pensar que la bondad, la solidaridad y la generosidad humana prevalecen sobre la maldad y el oprobio aunque estos sean más ruidosos. Se dejan ver más, pero en realidad los malos están en minoria.
Prueba de esta afirmación es la presencia en momentos cruciales de héroes anónimos, cuyo gesto de valor o generosidad nos sirve de modelo a los demás. Un ejemplo de heroicidad contemporánea, de "alma mejorada", es Ignacio Echevarria, ese español admirable que sacrificó su vida por defender a una mujer anónima de un ataque terrorista.
Son estas personas - y no las que hoy acaparan los medios de comunicación- quienes debieran servirnos de ejemplo.