9 de agosto de 1969. California. Una canción de los Beatles (Helter Skelter) y un grupo de psicópatas asesinos bajo el maléfico influjo de un monstruo llamado Charles Mason fueron la causa de una serie de espantosos asesinatos que destrozaron las vidas de numerosas personas. Quizás la más famosa de todas ellas fue la bellísima actriz Sharon Tate ¿Quién no la recuerda en la divertida sátira “El baile de los vampiros” o en la “Casa de muñecas”?. Sharon Tate estaba casada con el gran director Roman Polansky, y embarazada de 8 meses cuando la “Familia Mason” irrumpió en su residencia de Bel-Air y la asesinó a puñaladas. No merece la pena describir el horrendo crimen. Junto a ella murieron 5 personas más que en aquel momento acompañaban a la actriz. Con la sangre de las victimas escribieron mensajes de odio y venganza en las paredes: “Cerdos” … “Helter Skelter”.
La prensa de la época – Polansky lo recuerda dolorido en sus memorias “Roman por Polansky”- trató aquellos crímenes con una insensibilidad y sensacionalismo repugnantes. Poco les importó el dolor de los familiares y amigos de las víctimas y durante unas horribles semanas esparcieron toda la basura posible sobre ellas: qué si un ajuste de cuentas por drogas, que sí aberraciones sexuales, que si prácticas extrañas de brujería y chamanismo, que si venganza de sectas satánicas por la incursión cinematográfica de Polansky en el satanismo con “La semilla del diablo” y ese tipo de cosas que tanto gustan a un tipo de lector, tristemente mayoritario en 1969 y hoy.
Las razones fueron mucho más sencillas y espantosas. En realidad no hubo propiamente razones, sino impulsos asesinos de un criminal llamado Charles Mason y su cuadrilla de prosélitos sanguinarios. Mason había nacido en 1934 y cuando indujo a sus seguidores cometer esos crímenes ya había pasado media vida privado de libertad, casi siempre por delitos menores (amenazas, robo, trafico de drogas,…). Su infancia y juventud no fueron fáciles, eso es cierto. Pero tampoco lo fue la de Chaplin o la del propio Polansky y sin embargo… ¡cuánta belleza fueron capaces de crear! Mason quiso dedicarse a la música y hasta llegó a interpretar un tema con uno de los fundadores de los “Beach Boys”, pero su calidad musical no pasaba de lo mediocre. De nuevo la pulsión artística frustrada como causa de grandes crímenes; recordemos la pasión de Hitler por la pintura y su imposibilidad de estudiar en la academia de arte…
Después de los crímenes se supo que Mason tuvo una “revelación” al escuchar la canción Helter Skelter de los Beatles. Estaba convencido de que aquel tema poseia un mensaje cifrado que instaba a una revolución, a una guerra civil en los Estados Unidos entre blancos y negros. Sería un conflicto sangriento y despiadado después del cual se instauraría un Nuevo Orden, una sociedad basada en el supremacismo blanco y en el más repugnante y rancio racismo (son conocidas las imágenes de Mason con una esvástica tatuada en su frente). La revolución debería comenzar instigada por algunos crímenes horrendos que serian achacados a la comunidad afroamericana. Recordemos que aquellos eran los tiempos del pacifismo de Martin Luther King (asesinado hacia muy poco) pero también de la beligerante acción de las “Panteras Negras” y de Malcon X. Los crímenes de la “Familia Mason” serian, a su juicio, el detonante que alzara a blancos contra negros y el principio de una época dorada para la raza blanca. Estamos en 1969 y la “Familia Mason” vive en una comuna que ha instalado en un rancho aislado. Mason usa a la mayoría de jóvenes que integran su secta como moneda de cambio sexual. Las explota y abusa de ellas sin límite. Ellas como cualquier victima de sectas, no cuestionan, no se quejan, no se oponen. Solo acatan con temor reverencial y en muchos casos con pleno convencimiento. Es de suponer que el consumo de sustancias psicotrópicas y el espíritu agresivo y contracultural de la época allanaron el camino hacia la locura colectiva de la “Familia Mason”. No fueron los únicos que mataron o murieron por obra y desgracia de las drogas. Aquel consumo era entonces la prueba de la modernidad y el progresismo, una especie de certificado de buena conducta del rebelde aburguesado. Polansky en sus citadas memorias ironiza sobre el fenómeno “hippy” afirmando que eran la prueba de la grandeza del capitalismo norteamericano, pues el sistema podía permitirse que millares de inútiles improductivos viviesen del cuento, rodeados de altos niveles de confort…
Mason no participó directamente en los asesinatos del grupo de amigos de Sharon Tate y del matrimonio LaBianca, pero su papel inductor fue tan relevante que fue sentenciado a muerte. Tuvo la suerte, o quizás la desgracia, de que su pena fuera conmutada por cadena perpetua en 1972. Nunca salió de la cárcel, a pesar de que intentó en varias ocasiones solicitar la condicional. Murió en prisión el 18 de noviembre de 2017, con la misma expresión de animal enloquecido que siempre tuvo.
Roman Polansky nunca olvidó a Sharon Tate. Es muy fácil ver en su cine el antes y el después de aquel 9 de agosto de 1969. Tras quedar viudo su filmografia – que sigue siendo excepcional- se impregna de pesimismo y hasta de un punto de locura (Macbeth, ¿Qué?, El quimérico inquilino…). Nunca olvidó a Sharon. El inicio de su bellísima “Tess” (1979) lo encabeza con una dedicatoria que es toda una declaración de amor: “A Sharon”. Habían pasado exactamente diez años desde que Charles Mason le arrebató a Sharon Tate.