Me pongo el collar de corales, largo hasta el inicio de la zanja que divide mis seno, arropado por un sostén de encajes y un top negro que apenas los cubre. Me peino la larga cabellera que llega a la cintura, desplegando todos los sub-tonos posibles del castaño. Dos, tres, cuatro pasadas de" rojo 01" en los labios. Toques de perfume tras las orejas. No abandone la parte de abajo: falda negra justo sobre las rodillas, panti compañera del sostén, tacones. Pero hoy no son protagonistas.
Llega el directo a mi frente al espejo. "Huele a ti", dice. No contesto. Pongo mi mano en su nalga, le clavo ligeramente las uñas, sonrió, lo atraigo hacia mi. Elevo mi cara hacia la suya, inspiro y ahora si digo: "huele a ti". Y empezamos una serie de amenazas de beso, roces de nariz, toques de puntas de lenguas, caricias por las espaldas, confesión inocultable de su dureza, revelación privada de mi húmeda. Me arrodillo. Desabrocho el cinturón, abro el botón, bajo el cierre, su pene espontaneo esta a la puerta de su interior. Lo reciben mis manos con delicadeza. Erecto. Tomo un mechón de mi cabello y lo enrollo alrededor, halando un poquito mientras mi lengua se pasea ligera por su glande, compartiendo humedades. Una mano va a apretar la base del tronco, las bolas. La otra mano se queda en las nalgas, juguetona. Se unen para frotar su inmensa dureza en espiral, de abajo a arriba, de arriba hacia abajo.
Lo meto en mi boca, un poquito, otro poquito, otro poquito mas, hasta el fondo. Me ahogo, me encanta. Jadeo. Una mano vuelve a las nalgas, abre la ranura para encontrar su hueco apretado y caliente. Meto el dedo medio con suavidad y lentitud, a la vez que incremento la fuerza y la rapidez de la boca, la fricción de la otra mano. Entrar, salir, girar, lamer, una y otra y... èl llena mi boca con su chorro caliente, mientras gime profundamente.