Reino de Tiranos [Cap4] - Visiones de Sangre

in #spanish7 years ago

 Escucho el eco de un “crack”, como si alguien estuviera cascando nueces. No siento mi cuerpo, al abrir los ojos todavía tengo la vista demasiado difuminada y oscurecida. “Crack, crack”, empiezo a notar mis brazos adormecidos recuperándose, siento como soy arrastrado por el frío y liso suelo. Me masajeo los ojos intentando recuperar algo de visión. “Crack, crack, crack” crece un intenso dolor en mitad de mi pecho, toso. Recupero la vista sólo un instante viendo un gran agujero expulsando sangre. “Crack, crack, crack, crack”, ese sonido... no tiene sentido.


-Hey, vaaaaya -dejan de arrastrarme y oigo una voz masculina, cercana, como si estuviera hablándome al oído- ¿te has despertado?


Me masajeo de nuevo los ojos y miro a mi lado. Logro distinguir los ojos de iris negro y pupila blanca de Kirgoig, mirándome con la curiosidad de un niño, con la boca medio abierta, expectante y su frente acorazada con un exoesqueleto marrón. Cierto, hace tanto que no nos vemos que ya se me olvidó que había alguien así al que además le gusta repicar el dedo en esa coraza y arrastrarlo por cada lámina, mofándose de que tiene algo que los demás no. Tiene aspecto de hombre maduro, pero se comporta como un crío. Supongo que por eso nunca he pensado en visitarle. Qué fastidio.


-¡Oye, oye! -Me pega un par de toques en la mejilla con el reverso de la mano- si te vas a despertar decídete de una vez. Estoy impaciente por saber qué tiene que decirte Migdogire.


Me apoyo en mi antebrazo, intentando levantarme poco a poco -¡Agh! ¿dónde está Maesh?- se encoje de hombros ante la pregunta, hinchando sus mofletes de aire. A este infraser sólo le importa lo que le conviene, no sé qué hago preguntándole nada. Lo único que podría recibir de él son respuestas ambiguas y silencios incómodos.


-No sabes dónde tienes a tus Deudores... no sabes dónde tienes tus experimentos... se suponía que eras nuestra esperanza para que no pasáramos hambre por toda la eternidad, caraculo. -Me pega una patada justo en la herida, sus dedos se me clavan como un puñal demasiado afilado. Escupo sangre. Invoco mis raíces con la esperanza de recuperarme y ver más allá de a dos palmos de mí. Mientras cicatrizo mis heridas, puedo escuchar la voz de Migdogire pidiendo amablemente a Kirgoig que no se propase y haciéndole marcharse de la gran sala.
Si. Estoy en el hogar de Migdogire, sobre un altísimo pedestal en el que podrían caber todos los Orígenes. Noto los pasos acelerados de sus numerosos Deudores vibrando por la toda estructura desde los suelos más profundos. Migdogire me observa con sus siete ojos azules cubiertos de venas blancas, desde un trono puramente blanco, a la vez inalcanzable, colgando en el aire de cuatro finas e irrompibles cadenas de plata.


Extiende sus brazos hacia mí, con sus palmas mirando al techo formado de hermosos arcos de piedra. Inclina la cabeza hacia delante dándome la bienvenida. Los colgantes dorados que tiene decorando la seda fina con la que viste, resuenan, casi puedo sentir su abrazo celestial prometiéndome que todo va a ir bien. Lástima que ya he demostrado en numerosas ocasiones la inexistencia de la magia y las divinidades. Por mucho que me gustaría, no hay nada de “celestial” ni en él ni en ninguno de mis otros hermanos.

-Migdogire, siempre es un placer verte.

-Desgraciadamente no puedo decir lo mismo. Ha ocurrido... algo.
-Si, ha pasado lo más extraño del mundo. Dilo sin temor ¿qué...?

Sus deudores aceleran el paso. Él levanta su mano derecha, deteniendo mi habla. -Desgraciadamente eso no va a ser posible- entrelaza las manos y cierra sus ojos, pensativo. -Por primera vez en toda mi vida, yo, Migdogire, quien todo lo recuerda, quien todo lo ve... -echa un lento suspiro a través del pulcro velo que cubre su boca. En una tensión absoluta, aprieta más sus manos entre ellas- ...no he podido ver nada.


-No puede ser cierto. -Me acerco impulsivamente al borde del pedestal, lo más cerca de él que puedo- Tu puedes ver hasta el Anillo de los Rotos como si estuviera enfrente tuyo. Es imposible que se te escape algo de... - Da un fuerte golpe en los reposabrazos con ambas manos, abre solo su ojo central, cegándome en una intensa luz- ¡No. He. Podido. Saokver!- Dirige su mirada hacia el techo, mostrándome sus recuerdos y visiones. Me muestra el cuerpo de mi creación en el suelo del laboratorio, inconsciente, tal y como lo dejé. De repente hay perturbaciones rojizas en la imagen y ya no hay nada en el suelo. -¡Lo intento, Saokver!- repite el mismo fragmento de recuerdo una y otra vez. pero vuelve a difuminarse en tono rojizo, las distorsiones son cada vez más violentas. Sus Deudores empiezan a caminar cada vez más deprisa, yo me alejo del borde con cautela mientras él insiste-¡No hay manera!¡Algo tan sencillo me duele como mil agujas en la cabeza!¡Es imposible!- Puedo ver cómo de su ojo proyector empieza a derramar cada vez más sangre.


-¡Migdogire, para!¡Cálmate!¡Estoy seguro de que hay una respuesta a esto! -vuelve a dirigirse a mí rápidamente, sin dejarme ver ante la luz esta vez rojiza- ¡¿Alguna agradable?! -nunca había oído a Migdogire alzar la voz, al menos hace tanto que ya no llega a mi memoria. Por suerte sé qué hacer cuando se pone nervioso. Cierro los ojos y le empiezo a hablar con una voz tan suave como la puedo llegar a imitar.


-Migdogire, ¿recuerdas cuando Imatma hizo a las arañas en tu honor? -la luz se apaga ligeramente.- Yo no lo recordaría si no lo hablases siempre con tanta nostalgia. -Mientras yo vuelvo a mirarle, él cierra el ojo, está en muy mal estado, tiene tanta sangre derramándose que parece haberle explotado. Él se ríe. -Sí, éramos aún tan inexpertos... la pobre niña se equivocó y le puso ocho ojos. Cuando intentó rectificar le puso seis. Tú y yo nos reíamos a carcajadas, es una lástima que ya nadie sepa siquiera lo que hemos vivido, que ya no pueda hacérselo recordar...- deja de hablar, sus Deudores han dejado de correr. Él abre todos sus ojos de forma corriente, a excepción de el proyector, que queda cerrado en una herida posiblemente demasiado profunda.


-Dime, Saokver. ¿Tú recuerdas cuando los Dementes Escarchados aún no existían?
-No, de hecho de ellos solo recuerdo a uno de sus integrantes.
-¿Sabías que fuiste tú a quien se le ocurrió ese nombre?
-Vaya... ni siquiera lo tenía presente.
-Me pica la curiosidad... ¿qué recuerdas del pasado más lejano?


-Bueno... recuerdo que en la guerra nos torturaron... Maesh fue muy valiente para una mortal. Que Lluvia de Acero nos ayudó a congelarlos a todos en el Anillo de los Rotos y que Voirégire a pesar de todo tuvo el valor de enfrentarse a los suyos, de darse cuenta de quién estaba en lo correcto, aunque fuera al final. Y que... yo maté a La Senda con mis propias manos.-Miro mis manos, ya hace tiempo que no tengo aquel puñal, pero siento esa angustia como si fuera ayer- Por mucho que me doliera hacerlo, te hizo demasiado daño como para permitirlo, sentía que a pesar de ser inmortal, no resistirías a eso.


Migdogire niega lentamente con la cabeza -bueno... supongo que es mejor que lo recuerdes así--¿Me he equivocado en algo?
-Eso ya no importa. -se limpia la sangre de la cara con sus pálidas manos, manchándose como un animal- Lo que importa es que te van a juzgar, como tú juzgaste a los Dementes. Y esta vez no será como de costumbre, pues yo no puedo aportar mis pruebas.


-Van a haber más votos en contra que a favor, ¿verdad?
-No sé el futuro, pero no tengo muchas esperanzas puestas en el tuyo. A la mayoría de tus hermanos no les caes especialmente bien.


Cierro los puños con fuerza -Lo sé...- a mí tampoco es que me caigan muy bien. Los bastardos quieren soluciones tan rápidas que me desconcentran mientras trabajo. Como si fueran los únicos que pasan hambre... ellos al menos no tienen que gastar energía en pensar. Son tan estúpidos que me piden básicamente un milagro, una creación nunca vista para luego mostrarse reticentes a prestarme una pequeña parte de su esencia.
Me siento en medio de la plataforma -De todas formas, mientras tenga a Maesh, a Ersh y a ti por aquí, me daré por más que satisfecho. Si alguien puede hacerles entrar en razón, eres tú. Sois vosotros.


-Yo no contaría con eso. Tus hermanos han estado encerrados en su propia cabeza desde hace mucho. Y son tan conscientes como tú de que inevitablemente les observo a todos. Cada vez su paranoia es más fuerte y tengo la sensación de que empiezan a verme como un enemigo, como alguien que se mete donde no debe. -Intenta abrir su ojo central con las manos, pero a pesar de abrirse, está reventado- Si has de poner tu última esperanza en alguien, que sea en Lluvia de Acero, ellos siguen teniendo los pies en la tierra como tú y yo.- Intenta proyectar alguna imagen pero solo salen pequeños focos de luz en varias direcciones, descontroladamente. Casi se encharcan mis ojos de ver tan impotente a quien siempre ha tenido la última palabra. -Permíteme- digo mientras dirijo con cuidado mis raíces hacia él, haciéndolas pasar por encima de cada columna en lugar de atravesándolo todo como suelo hacer. Es una pena que tan solo unos minutos después de haberme alimentado, tenga que gastar la mayoría de mis energías, pero si es para curar a Migdogire, cualquier hambruna merece la pena. -No vuelvas a pensar en nada de lo que puede haber ocurrido ¿vale? No voy a poder reparar tus ojos eternamente.- La sangre que ocupaba su mirada, desaparece, él parpadea girando su ojo hacia los lados, comprobando que todo está arreglado. Mis venas se pudren y desaparecen del lugar habiendo acabado su trabajo. No pienso dejar que ensucien su casa. -Déjalo. -me aseguro de que las raíces no llegan a la entrada- No te preocupes por mí, soy el más inteligente del lugar. Aunque me envíen al Anillo de los Rotos, se me ocurrirá algo pronto-.


Sonríe -¿Te acuerdas de que te llamaban “Chispa de Audacia”?-.


-En efecto, me lo siguen llamando. Sobre todo Maesh.
-Me alegra oír eso.

Voy a preguntar, pero él se me adelanta. -Por cierto, Maesh está a salvo, solo se llevó un susto.-

-¿Ha podido contra Voirégire?
-¿Qué? -se ríe a carcajadas- no, no, no... para nada. De hecho puedes darle las gracias a él. Siempre está muy atento a quién es mortal y quién no. Nunca se propasaría con Maesh.-


-Ah, bueno. Supongo que se las daré cuando me condene al Anillo.


-¡Ja! Muy sutil, Saokver. Muy, muy sutil. -De repente está pensativo, molesto, acariciando su ojo central aún estando abierto delicadamente con la punta de los dedos- Gracias por sanar mi vista, pero... -vuelve a enfocarme con la dichosa luz- …extiende tus manos. -Obedezco y la luminosidad de su mirada cesa en un instante, haciéndome sentir algo viscoso entre mis dedos. Su ojo. Su ojo proyector, ensangrentado, como si lo hubiese arrancado de cuajo-.


-Migdogire, ¡¿Qué significa esto?!


-Observa, hermano. ¿Ves algo extraño en él?- Escruto todo, desde la pupila hasta el borde más azulado del orbe. Si, puedo asegurarlo, tiene cortes, minúsculos pero profundos.


-¿Es que te he sanado mal?

-Esos cortes, ¿no te recuerdan a algo?¿alguien que precisamente podría verme observándole?¿alguien que podría aprovecharse de mis capacidades de Orígen con solo un poco de mi esencia y hacerme todo ese daño?

-¡NO! -Le señalo con firmeza- ¡LA SENDA MURIÓ JUNTO CON EL RESTO DE DEMENTES!

-Ojalá fuera así, pero... ¿se te ocurre alguna explicación mejor?

-¡Sí, debe haber algún virus que aún no he catalogado y te está afectando!¡O algún insecto peligroso que se le haya escapado a Imatma!¡Hay un millón de posibilidades, pero La Senda no sigue con vida!

-Acéptalo Saokver. No importa cuántas veces lo compruebe con mis ojos buenos, La Senda ya no está. Están todos los cadáveres de los Dementes Escarchados, las criaturas extravagantes que crearon siguen a sus anchas por ahí, pero La Senda ya no está.-

-Repito: Lo maté. No es lógico pensar que está vivo. Se lo habrá comido alguna de esas criaturas que dices.

-Es suficiente, Saokver, cálmate de una vez. Por suerte sé dónde ha ido: A la segunda dimensión. Y adivina.
Sujeto el ojo que me ha dado con unas raíces venosas a mi lado. Pongo los dedos en mis sienes, masajeándolas, sumergiéndome en mis pensamientos. Solo necesito un instante para saberlo:

-Así que... ese imitador se ha llevado a mi sujeto. Secuestrado, oculto en alguna tierra donde pueda vivir en condiciones idóneas para alimentarse de su esencia cuanto más tiempo mejor.


-Exacto.
-Se me han ocurrido unos cuantos planes: Envíame allí. Yo mismo me ocuparé.
-No digas sandeces ¿Piensas enfrentarte a él de nuevo?¿Tú solo?
-No. -Le devuelvo el ojo haciendo crecer las raíces rápidamente, conectándolo en un momento- Pienso decirle que está equivocado. Que debe dejar de atacarnos. Pienso convencerle de ello.