Hace 3 años, un grupo de amigos y yo, decidimos unirnos para brindarle asistencia a los humildes abuelos del Municipio donde vivimos, desde un espacio en una casa en calidad de alquiler que nos cedió un vecino. Así es que, todas las semanas tengo una importante cita con las arrugas, la sabiduría de la vida, la experiencia y las canas, porque atendemos un maravilloso grupo de 120 abuelos que viven en comunidades muy deprimidas económicamente. La mayoría viven solos en sus hogares.
Los avatares del destino han hecho que los abuelos que me regaló la vida, partieran de este mundo. Yo contaba con 9 años de edad cuando mi abuelo Humberto falleció y un poco más de 30 años cuando mi abuela Belén falleció. Y todavía los recuerdo, porque tenían las arrugas visibles en el rostro y las manos, pero el alma joven y un corazón alegre, sin arrugas.
Estos novios eternos, como les digo cariñosamente, son Marta y Juan, tienen casados 62 años, toda una vida, y Juan siempre saca su cartera presumiendo de sus pequeñas fotos en blanco y negro, que lleva guardadas, de cuando eran novios, y afirma que hoy día los matrimonios no duran, porque en las parejas se ha perdido el amor, el respeto y la comunicación, y que sin esos tres ingredientes esenciales, nada perdura.
A pesar de los años, los abuelos aderezan las horas del día que compartimos juntos, con su eterna sonrisa y el brillo de sus pupilas cuando disfrutan de ese intercambio entre generaciones, la mía y la de ellos, de gratas experiencias pasadas, de los inolvidables recuerdos de su juventud, con el halo de nostalgia que despiden sus ojos.
Con los abuelos juego dominó a veces, porque esta diversión les encanta. Con las abuelas, cada vez que nos vemos parece que tengamos que contarnos una vida entera. Semanalmente les llevamos talleres de manualidades, donde aprenden un oficio diferente.
El tiempo parece que se detuviera dentro de nuestro espacio de recorrido por la vida de los abuelos, cada vez que nos reunimos, y a veces las arrugas que veo marcar la cara de las abuelas me cuentan tantas cosas que las palabras no abarcan a expresar. Son apasionadas de jugar el bingo y de las jornadas de peluquería que cada 15 días les llevamos, les encanta verse bellas.
En cada compartir de esas horas con los abuelos, festejamos la vida misma, el paso del tiempo y las cosas que realmente importan, las que dejan una marca indeleble, tanto que se reflejan en nuestro rostro, casi como si de un diario de viaje se tratara. Hemos bailado, hemos llorado, hemos reído a carcajadas. Las emociones son el centro de los recuerdos.
En las celebraciones que podemos organizar, nos sentimos reunidos todos en familia, una fiesta para hablarnos, abrazarnos y contarnos cosas, una fiesta para sentirnos parte de un círculo amoroso que nos acompañará durante toda la vida, honrando a quienes nos han dado tanto.
En cada gesto de amor que hemos podido regalar a estos queridos guardianes del recuerdo, se engalana la remembranza de esa relación tan especial que hay entre nietos y abuelos, que desprende magia, complicidad, cariño y un infinito mundo de cuentos.
Y cuando de recibir un consejo se trata, es un momento único. Nunca olvido las sabias palabras que me dijo hace una semana la abuela Patricia, conversando con ella sobre el miedo: -Hija, todos los días hay que levantarse, volver a intentarlo, volver a equivocarse, imagina una vida sin que el miedo te la controle porque eso es posible – Yo me quedé en silencio, impactada por esas palabras, y le dije: -Abuela, yo siempre he creído, que, una de las más importantes decisiones es vivir de una manera espiritualmente conforme, y allí no debería de tener cabida el miedo – Recuerdo que la abuela sonrió, y un gesto de nobleza apareció en su cara. Y me respondió: – Euridice, estos son tiempos de cambios, y nada es otra cosa que una experiencia. Reflexiona acerca de si la experiencia te da poder o te lo quita …. eso es todo. Pregúntate si cada experiencia te hace más honesta, más agradecida, más generosa, más amable, más compasiva, y entonces descubrirás tus gracias interiores – Me quedé mirándola y le di un abrazo agradeciéndole sus hermosas palabras, y le respondí nuevamente: - Abuela, siempre trato de buscar la verdad en todos los aspectos de mi vida, y me gusta que todo me sorprenda, y por otra parte, estás en lo cierto, nuestra tendencia es a llenar los huecos con algo negativo, con un miedo, con una inseguridad o hasta con una mentira – Y finalmente me dijo: - ¿Lo ves? De lo que se trata es de no traicionar tu relación con tu propia conciencia, cada verdad realza las demás. El significado más auténtico del camino espiritual es iluminar lo que ya tenemos dentro –
Compartir con ellos tantos momentos maravillosos, me han llevado a comprender que el corazón de estos abuelos es todo un anfiteatro de amor.
Todas las fotos son de mi autoría y están publicadas en nuestra red social twitter creada para las publicaciones de las actividades con los Abuelos de Petare @fonsa_anciano
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