La insoportable levedad de la disautonomia

in #spanish5 months ago

Desde mi diagnóstico, me he sentado a pensar en todas aquellas cosas que viví, desde las aventuras, los tropezones, cada risa y cada lágrima.
Todos esos momentos en donde la frustración me atrapaba con un montón de dudas, quería ser normal como todos quienes me rodeaban, no entendía por qué no podía amar el ejercicio, el calor. Todo eso me agotaba.
Pasar por la ya difícil adolescencia, donde son estar diagnosticada, tuve que pasar a solas y en silencio por mis primeras arritmias, aún recuerdo los desmayos en la escuela o quedar agotada por el simple hecho de ir al supermercado.
¡Es bien huevona! Me decían todo el tiempo y, por mi cabeza, solo pasaban ideas confusas, buscando una respuesta a todo eso. Me sentí exagerada, incomprendida, hipocondríaca y un largo etcétera de etiquetas que laceraron mi psique por años.

Normalice el hecho de tener hemorragias nasales sin razón alguna, sentirme desfallecer por ir al tianguis o a algún lugar concurrido, no tolerar el calor o los sonidos fuertes.
Me acostumbre poco a poco a las migrañas, problemas estomacales, las náuseas constantes, a querer dormir pero tener que funcionar en un mundo que me exigía ciertos estándares de comportamiento.
Me regañaba mucho por ser tan débil, llevaba mi cuerpo al extremo del cansancio, me forzaba a aguantar lo que los demás hacían con normalidad.
Me llamaron loca, floja, exagerada tantas veces que un día sin más lo acepté. Me sentía fracasada, débil y me seguí forzando a niveles inhumanos, si saber que mi cuerpo iba a gritar tan fuerte, que me haría tomar una pausa obligada y a buscar todas las respuestas que la vida y la sociedad me debían.

Tenía tiempo que mi vida había estado cambiando, pasé de estar eternamente soltera a tener una pareja con la cual decidí rápidamente vivir a su lado.

No conforme al cambio en la situación sentimental, también cambié de ciudad y de estilo de vida. Me llamaran loca, pero creo que eso ayudó a que las piezas estuvieran acomodadas y por un deseo de ser madre una vez más, me encontré con el monstruo con el que había estado viviendo sin verle la cara…primero llegó como quistes en los ovarios, análisis de sangre alterados, después como una amenaza de una tiroides que no funcionaba (y que después resultó que si funcionaba).
De ahí una sospecha, un especialista más y un nuevo nombre, disautonomia mixta y una cascada de pedos que van desde lo cardíaco, pasando por insulina alta, sobrepeso, dismorfia corporal, el viejo fantasma de la anorexia, síndrome metabólico y más cosas que ahora estoy evitando descubrir por el tremendo terror que me da saber de que tengo que cargar en la consciencia y en el cuerpo el resto de mi existencia.

Muchas medicinas y varias piedras en el riñón más tarde, estoy sentada a solas en mi habitación @mcbro está enfermo y se ha quedado dormido.

Mientras tanto, en la oscuridad de la media noche, con los lejanos ritmos de los antros y los bares, tengo una taquicardia tal que siento que en cualquier momento me va a sacar del plano terrenal y me llevará directo y sin escala con San Pedro.

No tengo aún la fortuna de estar cerca de mi fecha de caducidad, me faltan interminables experiencias que vivir, hijos que parir y criar. Me falta amar mucho a mi pareja, me falta descubrir quien más puedo ser.

Siento que el corazón se me sale, como si fuese un colibrí aleteando. Las manos me tiemblan y por ratos me fallan, eso me aterra.

Tuve una noche difícil y la culpa fue mía, siento que me merezco todo esto, pero entra en mi la razón, tengo una enfermedad crónica (chance y varias) esto me acompañará hasta el día que me lleve alguno de mis síntomas.

Siento un cansancio fatal, quisiera dormir, pero la taquicardia se volvió tan fuerte que puedo escucharla sin esfuerzo alguno.

Terminaré pues de ver mi película de terror favorita, si de tener el corazón acelerado se trata, que mejor que sea por motivos que disfrute.

Este relato continuará…pero otro día.

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Noches difíciles, relatos fuertes, enfermedades que existen, un día a la vez amor un día a la vez.

Una situación sin dudas difícil, pero confía en ti y en tu capacidad para poder aprender a sobrellevarla.
Ahora sí, nunca, pero ¡nunca, asumas que lo mereces ni que la culpa es tuya!

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