No sé por qué los atardeceres muchas veces, si se les da la oportunidad de contemplarlos, transmiten paz; basta con que uno se siente y admire, para perderse en cuestión de segundos en esa vasta luz del sol que ya no es de un solo color, sino de infinitos, que se mezclan con lo que tengan al frente, así sea un campo, una ciudad o un mar, como es en mi caso, ya que me tocó presenciar este atardecer en una playa.
Tomé esta foto con una Canon EOS 70D, justo cuando el sol estaba a punto de desaparecer y estaba más cerca de la noche que del día. Los pelicanos ya se habían dado su festín con los pececitos del mar y andaban posados en las lanchas casi hundidas de una playa en Margarita. El cielo estaba rojizo y había una pequeña brisa que nos avisaba que ya era hora de irse a casa, y así fue, poco a poco, fuimos recogiendo nuestras cosas, guardamos las cámaras, nos montamos en el carro y nos despedimos de aquella playa, de aquel atardacer, y de aquellos pelicanos.
Me imagino que ellos también se fueron eventualmente, me queda la foto para recordar ese momento efímero en donde hasta los peces estaban en calma.
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Bonita fotografía!