Mártires
Era el año 33 D.C., en donde Jesús, con enseñanza, les decía a sus discipulos las cosas que habrían de venir. Cosas que ojo no ha visto y solo pueden vivir en nuestra imaginación; cosas llenas de temor, terror y destrucción, pero aún no era el fin.
Mientras los discipulos escuchaban las enseñanzas, un profundo anhelo y deseo de seguir a su maestro crecía fuertemente en sus corazones, un deseo de poder ir hasta las últimas consecuencias con tal de ser tomados como dignos discipulos de aquel, que habría de venir, aquel de quien se escribió por los santos profetas, el esperado y anhelado de las naciones.
Un día, Jesús se levantó como cada día, fue a la quietud de la soledad a buscar a su Padre. La oración era típica de Él, y mucho más antes de que saliera el sol.
Ese día, fueron al gran templo, al templo de Jehová. Parecía un día normal en la vida de Jesús y sus discipulos, pero, no lo era. Rápidamente los discipulos se dispusieron a mostrar los edificios del templo, cuando Jesús los interrumpe diciendo:
¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Algo pareció perturbar la aparente paz de los discipulos; "¿la destrucción del templo?" increible. Sin decir palabra, salieron de la ciudad rumbo al monte de los olivos, donde Jesús regularmente predicaba acerca del reino de los cielos, esta vez, fue un poco diferente.
Los discipulos se acercaron, tal vez un poco temerosos, cuando estaban en la soledad, en lo privado y secreto, preguntándole ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?
Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán...
... Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Mientras los discipulos escuchaban a su maestro, un hambre y deseo se empezaba a manifestar en sus corazones, como algo que removiera todo miedo, al saber que su maestro, les estaba relatando los acontecimientos que habrían de venir, las cosas que hasta cierto tiempo, iban a pasar.
Nuestra historia empieza aquí, donde el mismo Jesús les menciona a sus discipulos, que iban a pasar tribulaciones, dolores y muerte, cosas inimaginables que les causarían dolor, cosas que, si hubiera sido algún otro maestro, tal vez la hubiera omitido, pero no Jesús. Aquí es donde los apostoles se dieron cuenta de lo que habría de acontecer y lo que muy probablemente sufrirían por causa del nombre de Jesús de Nazaret. En un futuro, esta palabra se cumple con la muerte de cada uno de ellos, de las maneras más diversas y martirizantes que nos podamos imaginar, todos murieron a manos de los hombres, todos excepto Juan.
En estas historias, deseamos que ustedes como lectores, puedan ver la realidad de la situación de la iglesia primitiva y contemporanea, historias de entrega y verdadera pasión por Cristo, historias que cautivaran y sin duda, alentaran a cada lector, a seguir las pisadas del maestro.
Bendiciones a todos.