Foto: @Dextrox con una nikon d3100
Edición: Por mi hermano Mariano Hernández
Nunca se sintió cómodo con todo lo que le rodeaba, la felicidad era tan fugaz como la angustia, no había un día en el que no se encontrase, sin notarlo, mirando hacia arriba intentando descubrir y dar nombre a las formas que para todos eran simple abstracción sin sentido. Así transcurrió el tiempo hasta llegar el necesario pero poco anhelado día de su ritual para considerarse adulto entre sus semejantes, ese día los mas crecidos entre los niños eran sometidos a dolor más intenso que jamás habrían de experimentar, eran despojados de lo que fuere que habrían amado hasta ese importante momento; los sabios explicaban que solo así llegarían a ser hombres capaces para la guerra e inclementes con la vida adulta que era tan o más cruda que cualquier conflicto armado.
Con gran recelo era guardado el criterio utilizado para decidir que se le arrebataría a los hasta ahora considerados niños, algunos intentaban esconder sus verdaderos sentimientos para no tener que ser separados de lo que un día pensaron que era su más grande tesoro, otros solo crecían sin arraigo ni apego alguno hacia nada en el mundo material, haciendo de sus fantasías el único rincón seguro para vivir plenamente, la mayoría simplemente estaban bendecidos con un vasto mar de ignorancia en el cual estaban destinados a ver ahogarse sus más profundos deseos.
Pero El no era parecido a nada antes existente en este mundo, apenas recordaba a un pariente, que conoció cuando ambos eran niños, este enfrentó el ritual y contrario a lo que se podría imaginar se transformo en un ser incómodamente amoroso, había transcurrido tanto tiempo desde la última guerra que solo un par de ancianos balbuceaban historias entre incoherencias y llantos nostálgicos, reinaba una tranquilidad casi ficticia y la gente parecía ostentar sonrisas y una felicidad artificial. En las escuelas se enseñaba que la única forma de sobrevivir impávido era apreciando cuanto les rodeaba.
A tan solo días de la gran ceremonia El se adentró en el bosque con una caja que contenía lo que le había brindado mas momentos alegres en su corta vida; era un gato siamés que parecía estar inmerso en un extraño letargo, El recordó las tarde interminables intentando identificar formas en el cielo entre confesiones que le aliviaba depositar en su adorada criatura, se detuvo en lo más profundo de la naturaleza y pensó:
-Creo que esto es lo que más amo en la vida pero ¿Qué es lo que más odio?-.
Esa interrogante le hizo perder la razón, de repente fue invadido por una sensación de ira que jamás había experimentado, pateo las ramas, gritó palabras sin sentido e inexistentes, golpeó el suelo hasta hacer sangrar sus nudillos y fue cuando se percató de esta especie de gato atolondrado; Se quito el cinturón. Lo puso en el cuello del inerte animal y lo apretó hasta estar completamente seguro que había dejado de respirar, con sus propias manos separo las extremidades del cuerpo y las repartió por el bosque, aun en medio de un ataque de ira tomo el tronco de su mascota y lo arrojo a un lago de azufre.
Un sonido inconfundible invadió cada rincón de la ciudad, era el llamado a la ceremonia, El había pasado días en su aventura morbosa, corrió a su casa a prepararse y lavar la sangre de sus manos. Apenas pudo llegar al templo que ya se encontraba repleto, se hizo paso y alcanzó a los demás homenajeados; Todos parecían contentos y logro tomar su lugar en la fila, se alegraba de no ser el primero en pasar al gran cuarto de los sabios, así tendría tiempo para preparar una historia que explicara su tiempo ausente y la extraña desaparición de su compañero.
En lo que pareció un instante tuvo que adentrarse entre largas telas oscuras y un penetrante olor a hierbas, los sabios notaron inquietos su presencia, pasó al medio del círculo sin saber qué hacer cuando apareció un pequeño hombre que lo tomo suavemente de la mano. Mientras todo su cuerpo se paralizaba todos los sabios lo señalaron y gritaron al unísono:
-¡Ha descubierto el odio!- Vociferaron con temor y reproche. Mientras El seguía sin poder moverse cuando escuchó:
-Podría acabar con todo nuestro imperio.
-Conocerá el verdadero amor.
-La respuesta es muy clara.
Estas palabras no le alteraron pero tuvo visiones de una civilización arcaica donde la envidia y la avaricia guiaban a sus habitantes, donde la guerra y la muerte parecían cotidianas, y donde al contrario de lo que conocía solo algunos pocos parecían vivir en paz, sus visiones se vieron interrumpidas por el veredicto de este jurado inclemente:
-El concejo de sabios te condena al exilio.
-Jamás podrás volver, todos sabemos bien lo que hiciste con ese indefenso animal.
Finalmente recobró el control de su conciencia de nuevo y le costaba asimilar la idea de que debía abandonar el planeta donde había crecido, un momento de lucidez fue suficiente para poder exclamar a todo pulmon:
–Acepto mi destino ¡Iré a convivir con los humanos!-. Solo alcanzo a decir antes de ser enviado al planeta Tierra.