Había una vez en una montaña un anciano que toda su vida había tenido el jovi de fabricar sombreros. A su casa un día llegaron sus dos sobrinos llamados Juan y pedro. Los cuales vivían en un pueblo lejano. Ellos vinieron para pedirle ayuda económica. Al verlos y escuchar la petición de estos, él le dijo: “yo no tengo más posesión que estos cien sombreros, si quieren se los llevan, se los comparten y venden, para obtener el dinero que necesitan”.Ellos compartieron por mitad los sombreros y se fueron a su casa, para venderlos. Allí, a los quince días el anciano recibió la visita de Juan. Él le dijo: “tío, toma tus sombreros, pues fue una desgracia llevármelos, allá en casa nadie conoce, ni usa sombreros”, él tío al escucharlo le dijo: “lamento toda la molestia que te ocasioné, pero no tengo más que darte”. Él sobrino se fue triste y a los pocos días llegó su otro sobrino Pedro, este le saludó y él anciano se imaginó que le diría lo mismo que Juan, más, este le dijo: “tío ¡qué maravillosa idea me diste!, vendí todos los sombreros, créeme que donde vivo nadie los conocía, ni los usaba así, que los puse de moda, ahora, todo el pueblo quiere sombreros. Podrías fabricar más por que he decidido montar un negocio. Ese día el anciano se dio cuenta que la realidad es según el vidrio por donde la miremos y los peores obstáculos son aquellos que la mente se pone.
Pedro, se llevó los otros cincuenta sombreros que Juan dejó, por otra parte, su tío le comenzó a fabricar para que este los vendiera y entre ambos hicieron una fortuna
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