Recordar mi niñez me llena de nostalgia, cuando niños se nos hacía tan fácil llorar, manifestábamos nuestra incomodidad o malestar frente a la gente sin temor a ser vistos; podíamos señalar el lugar de la caída o delatar al que nos hería, nos desahogábamos ante la ausencia de un ser querido y expresábamos el miedo que por momentos nos visitaba.
Pero crecimos... aprendimos a resistir golpes, a contener el dolor, nos ocultábamos de la gente para no ser vistos cuando nos tocaba llorar, nos fuimos costumbrando a ver partir a seres amados de nuestro lado, y sin darnos cuenta menguaron las lágrimas.
Aparentamos ser fuertes y valientes porque no lloramos, le llaman "madurez o valentía" pero, le llamaría "resistencia" porque aunque las lágrimas no broten de nuestros ojos , se mantienen en nuestro interior.
Tenemos que enfrentar esos momentos de la infancia, pero esta vez solos. Ya no está papá o mamá para defendernos, ya no vale reconocer de donde proviene el golpe porque tenemos que seguir caminando estando heridos y nos toca enfrentar nuestros miedos. Nos convertimos en los que velan, en los que consuelan, en los que defienden y aconsejan a otros...
Crecemos y nos damos cuenta que las cosas cambian y que nada es como ayer y miras con nostalgia esa infancia, esa niñez, donde eras feliz en los brazos de papá y mamá, donde nada te preocupaba, donde no tenias obligaciones y eras plenamente feliz.
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