Un día estando en esa controversia, decidí escuchar mi voz interior, aquella a la que en tantas ocasiones había ignorado, pero que era el momento de prestarle atención y acceder a escucharla. Fue en ese momento que pude detenerme a reflexionar, entendiendo que llevo mucho tiempo pensando en el futuro; sin poder vivir el presente a plenitud. Que cada acción que ejecuto, la hago para que le guste a los demás; sin importar si me gusta a mí y tratar de solucionar los problemas a todos pero abandonando mi propia realidad.
Es por ello que decidí, rodearme de personas que me respeten, me admiren y me motiven; esa gente que te transmiten y te contagian de su optimismo, personas que sonríen a pesar de parecer que no exista un motivo.
A partir de allí, comencé a entender el poder de una sonrisa y de la palabra; aceptando que todo lo que se dice o se habla tiene una repercusión en alguien, sea de manera positiva o negativa. En mi caso, me comprometí a ser un individuo que dejara escapar por su boca solo “caricias”, por medio de una sonrisa o una sabia palabra.
Acepte que en la vida estamos por un propósito de obtener la victoria y no la derrota; aun cuando pareciera que perdimos, vamos a pasar por experiencias que van a ayudarnos a crecer como personas y ser como esa prenda de oro elaborada por el orfebre, fuerte y única.
Después de tanta búsqueda, pude entender que mi vacío solo lo llenaba algo interno, sobrenatural e intangible; que existe en cada uno de nosotros .
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