Lecciones de un país en crisis

Soy de quienes piensan que todo lo malo pasa por una razón o, si no es así, todo lo malo deja una lección para no volver a cometer el mismo error que limita nuestra tranquilidad. Pareciera que estuviésemos negados a entender lo que sucede así nos encontremos ahogados de penas, pero jamás es tarde para reflexionar.

Varios años después seguimos enfrentándonos en Venezuela a retos constantes que de forma sorprendente no terminan de dejarnos en el suelo. Sí es cierto que los venezolanos tendemos a buscarle el lado bueno a las cosas o a "darles la vuelta", como quien dice, pero es inevitable decaer a veces en todo este transitar.

Pensando durante una noche entre la luna y las estrellas, en uno de esos momentos donde te cuesta seguir adelante y como consecuencia de otra madrugada a oscuras por las fallas eléctricas, entendí que los problemas presentes en nuestra cotidianidad mal que bien nos conllevan a apreciar aquellos detalles que usualmente, hace 10 años quizá, no tomábamos como valiosos.

Hoy disfrutamos de los paisajes que aún quedan en nuestras ciudades porque con el paso del tiempo se van deteriorando debido a la falta de cuidado de nuestros gobernantes. Los colores verdes, rojos, blancos y hasta azules de las plantas se desvanecen a una tonalidad marrón que las encaminan a su muerte (lección de andar por la vida creyendo que nuestro país no posee rincones merecedores de nuestra atención).

Hoy las familias y amigos se encuentran más unidos, pues apreciamos el hecho de que podemos compartir con nuestros allegados a pesar de que algunos han fallecido a causa de enfermedades que no pudieron ser curadas, el hampa o porque sencillamente les tocó la dura tarea de emigrar a otros horizontes, por lo que de un momento a otro no será posible encontrarnos otra vez (lección de tener el ego y la ignorancia a un nivel tan alto que preferimos estar frente a un teléfono que darle la cara a esas personas que nos dieron consejos y nos vieron crecer).

Hoy cuidamos aquellas cosas que ahora sí nos cuesta comprarlas por los elevados precios del mercado ya que si las dañamos o perdemos no volveremos a obtenerlas por cuenta propia, ni siquiera laborando de domingo a domingo (lección de ser consumidores excesivos cuando existía la posibilidad de reemplazar los bienes sin mayor esfuerzo).

Hoy nuestros salarios -tomando en cuenta que la mayoría de los venezolanos tenemos 4 y hasta 5 trabajos- van destinados solamente a comida, productos básicos y los servicios usuales porque no alcanza para darnos lujos de salir de fiesta o comprar accesorios tecnológicos, textiles o joyerías (lección de pensar que de banalidades podemos vivir y ser felices).

Hoy entendemos que el compartir es más valioso que cualquier regalo material que podamos obsequiar en vista de que el tiempo no alcanza por todo lo que debemos hacer para subsistir y la dificultad de poder movilizarnos en sectores donde la inseguridad reina y la vida llega a estar en juego (lección de creer que saciar los gustos materiales de otras personas es mejor que hacerles compañía).

Son las lecciones más resaltantes que se me vienen a la cabeza en estos momentos pero seguramente hay más. En cualquier país del mundo lo que acabo de mencionar como "mal hecho" es una realidad normal sobre la cual nadie ve error alguno, pero ¿se imaginan vivir de repente este infierno cuando nadie les avisó que llegaría? Pues sí... así nos agarró a nosotros, desprevenidos en cierto punto y desgraciadamente la mayoría no se daba cuenta de lo que sucedía por estar distraídos en tonterías.

No me queda más que decirles a quienes me leen desde otros países que lo mismo que les vengo diciendo desde hace casi un mes: investiguen muy bien a quienes controlan o quieren controlar el poder, revisen la historia de sus naciones, demuestren que la unión y el respeto son intocables en sus sociedades y, lo más importante, no dejen que la facilidad económica les evite pensar cómo fuera su vida si un kilo de arroz costara lo mismo que ganan en un mes de trabajo.

Solo para reflexionar... el tiempo perdido no regresa y un país en crisis cuesta retomarlo.