Mi osamenta camina errante en este lodazal
ígneo, inmovilizando mi andar,
mi errante caminar.
Hundido en este mar oscuro,
espeso, llamo tu nombre,
y es allí donde mis alas por fin despiertan,
como si de Lucifer se tratase,
lleno de ira quizá me abrace
o me abrase en las llamas de su compasión.
Aún me hundo en el suplicio eterno,
en este mar espeso, como si de luciérnagas se tratase;
mis lágrimas por fin descansan en lo más oscuro,
en la penumbra de un sueño que jamás olvidase.
Me hundo en este lodazal,
ígneo, llameante,
mientras mis alas aún no logro desplegar;
como las de un Lucifer errante,
confundido, miedoso,
lleno de ira, tembloroso.
Autor: Gabriel Torrealba.