El cuervo [Terror][Micro relato]

in #spanish7 years ago

Lo que usted va a leer a continuación, son los segmentos más importantes que hemos extraído del diario del señor Friedrich Müller, veterano de guerra ya retirado, cuyo insólito caso ha permanecido desconocido a la mayoría, pero que hoy pienso develar. El caso en cuestión ha sido investigado y clasificado por la policía. Le han puesto por nombre "El caso del cuervo", y, si bien la investigación ha sido bastante infructuosa, yo conozco la verdad; verdad que contaré luego de enseñarles lo que aquel viejo dejó escrito. Pero antes de eso, cabe destacar que el señor en cuestión vivía solo, salía muy poco de su casa y era de una edad bastante avanzada. No puedo decir mucho más de él, puesto que no es una persona de la que haya mucho qué decir, y esto que acabo de mencionar es lo único que conozco de este tipo en todo lo que llevo viviendo aquí.

Sí, soy su vecino, y eso no trae más que desgracia sobre mi cabeza. Sin embargo ahora me corresponde dejar bien claro cómo ocurrieron las cosas.

Lunes, 9 de julio de 1984

Mi nombre es Friedrich Müller y mi edad es de setenta y tres años. Hoy he comenzado con un ejercicio mental que me ha recomendado mi terapeuta; se trata, pues, de éste diario. Debo escribir en él todos los días antes de acostarme a dormir, preferiblemente lo más destacable que me ocurra en cada uno de ellos. Y si bien mi vida a este punto no es lo que se puede decir intensa, yo considero que la belleza la podemos encontrar en cada cosa; desde una taza de café, a una flor que crece entre la maleza; de un pequeño insecto que vuela atontado contra un bombillo de luz, a las aves que cruzan el cielo siguiendo su instinto. Supongo que es parte de ser viejo; aprender a apreciar cada cosa, puesto que ya no te queda mucho qué apreciar.
Ya no me queda mucho qué escribir. Además, mi visita con el terapeuta me ha dejado cansado, quizá porque ya no acostumbro a salir. Tal vez deba caminar un poco diariamente.

Sábado, 14 de julio de 1984

Vaya día. Hoy tuve que salir al mercado a comprar comida y otras cosas. Yo preferiría no hacerlo, por supuesto, pero tampoco puedo morirme de hambre, y bueno, tampoco tengo a nadie a quién pedirle el favor.
Por encima de eso, hoy he visto a un cuervo posarse sobre mi buzón. Creo que si no hubiese sido por él no me habría percatado de que tenía correo. Cuando salí a buscarlo el ave ya se había ido, y dentro del buzón había una sola carta. Curiosamente sólo contenía un papel en blanco, ¿Una broma quizás? Tampoco voy a darle muchas vueltas al asunto, estoy cansado y quiero dormir.

Miércoles, 18 de julio de 1984

Creo que estoy alucinando. Hoy volví a ver al cuervo, y no creí que fuese el mismo de la vez anterior hasta que vi que traía alrededor de su pata una especie de anillo de metal rojo, al que no le presté mucha atención la primera vez pero que al verlo de nuevo hoy lo recordé claramente.

La cosa es que, igual que la vez anterior, estaba posado sobre mi buzón de correo, y cuando salí a observar ya se había ido. Hoy también había una carta, sólo que ahora, al abrirla, traía escrita una fecha: Julio, 31.
No sé qué pensar. A pesar de que me digo a mí mismo que es una broma de cualquier niño que quiere pasarse de listo, sería demasiada coincidencia que el mismo cuervo se haya posado sobre mi buzón las dos veces que he recibido cartas. ¿Será un cuervo amaestrado? ¿O acaso simple coincidencia?

Todo este asunto hace que me duela la cabeza. Tal vez sea mejor dejar de pensar en ello y descansar.

Jueves, 26 de julio de 1984

Volvió el cuervo, y empieza a ponerme nervioso. Hoy lo vi posado de nuevo, sin embargo, no salí a buscar el correo, sino que me paré frente a la ventana a observarlo, y el desgraciado comenzó a picotear el buzón. Cuando salí dispuesto a lanzarle mi taza vacía ya no estaba. Y por supuesto, había una carta. Esta vez traía escrito: “5 días”.

El hijo de puta que me esté haciendo esto debe estar descojonándose de la risa. Apuesto a que me está viendo de cerca. Si lo llego a ver le vacío mi escopeta encima, y al cuervo también.

Martes, 31 de julio de 1984

Aún no es de noche, pero debo escribir esto. Hoy es el día al que se referían las cartas, y yo estoy que empiezo a romper cosas de los nervios.

Ese pajarraco se paró encima de mi buzón y empezó a picotear otra vez, estaba picoteando con furia sin quitarme la mirada de encima. Cuando salí con la escopeta no se había ido, sino que seguía picoteando el buzón. Incluso logró abollarlo.

Apunté con firmeza y disparé, pero le di al buzón y caí al suelo por la potencia del disparo. Ahora me duele el hombro y el pajarraco se paró en la estaca rota que solía sostener la casilla que acabo de destrozar. Sigue picoteando.

Debo estar volviéndome loco, pero juro que se ha vuelto más grande, ese maldito cuervo es enorme como un águila, y sus ojos tienen un destello rojo que me da escalofríos. ¿Qué más se supone que va a ocurrir hoy? Mejor voy a salir y le voy a

Pese a que el diario culmina abruptamente, yo puedo continuar con la historia. Aquel martes era mi día libre, y yo estaba sentado a la mesa almorzando cuando escuché unos gritos desgarradores. Corrí fuera de la casa y luego hacia donde provenían los gritos; la casa del señor Friedrich. Me habrá tomado alrededor de un minuto correr de mi casa a la suya, y sin embargo, cuando abrí su puerta un montón de cuervos salían por su ventana, mientras que en el suelo yacía un esqueleto todavía con restos de carne encima un charco de sangre, y plumas negras caían lentamente por la habitación.

La policía no me creyó, pero tampoco pudieron decir o hacer nada al respecto, y yo me olvidé del asunto con el tiempo, pero todo acaba de cambiar.

Hoy el cuervo se posó en mi buzón, y tengo miedo de salir a revisar.

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