El Matrimonio es un sagrado enlace o unión que celebran los cristianos, cuando el amor une sentimentalmente a dos parejas. Este matrimonio se realiza en la iglesia de Cristo, entre personas cristianas, para que pueda ser válida ante Dios.

Ese voto que se realiza el día del matrimonio es para toda la vida, hay personas que por voluntad propia dicen que van a querer y a respetar hasta la eternidad a su pareja aún después de fallecida y no vuelven a casarse. Pero eso ya es una decisión personal, no es algo impuesto por Dios. Dios quiere que el matrimonio sea una unión duradera y feliz, no algo parecido a una lucha por la supervivencia y la supremacía de uno de los esposos sobre el otro. Dios Desea que los cónyuges sean personas que puedan resolver sus diferencias en sana paz y se pongan de acuerdo en los diferentes puntos de vista que cada uno por supuesto tendrá.
La Palabra de Dios y sus enseñanzas nos proporcionan el soporte y la guía perfecta de cómo se puede llevar un matrimonio feliz y duradero.

Lo cierto es que al morir uno de los esposos, el otro queda en libertad de volverse a casar si así lo quisiera hacer y no habría ningún problema con ello.

Marcos 7:7-13
Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
Porque si este matrimonio es realizado en una iglesia distinta, oficiada por sus pastores y bajo las leyes de hombre, entonces este matrimonio no será considerado como tal.

Así que el Hermano Gerardo habiéndose convertido a la religión Cristiana y respetando las leyes de su iglesia, bien puede casarse con otra persona, a pesar de todo lo expuesto, ya que ese matrimonio fue por conveniencia, (por supuesto para él, ya que de lo contrario iría a la cárcel),
La Biblia establece:
Aun habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad.
A pesar de que yo antes decía cosas ofensivas contra él, lo perseguía y lo insultaba. Pero Dios tuvo misericordia de mí, porque yo todavía no era creyente y no sabía lo que hacía.
Habiendo sido antes blasfemo y perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia, porque lo hice con ignorancia en incredulidad.